El Censo 2012: ¿Instrumento técnico o ideológico-político?
28 sep 2012
Por: Eduardo Campos Velasco
A poco de realizarse el censo 2012, ¿qué duda puede haber sobre el propósito del gobierno de hacer de este, el instrumento para revalidar el mito de Bolivia país indígena? Evo Morales y su partido, en estos más de 6 años nos han demostrado superabundantemente que su principal propósito es refundar la sociedad boliviana sobre una nueva agregación etnicista, que antes que contribuir a la resolución de los problemas estructurales del país, lo que ha provocado es mayor desagregación social y la desinstitucionalización de la débil estructura estatal.
Bolivia, luego de 11 años se dispone a realizar un censo, el que - desde la perspectiva política del gobierno - pretende ser manipulado para reeditar su discurso indigenista, bastante malogrado en los últimos tiempos, principalmente por las acciones represivas que emprendieron contra la marcha del Tipnis. Se trata de la oportunidad de revalidar cuantitativamente la representación que ostenta a nivel interno y externo, como líder de los pueblos indígenas; revalidación que se constituye en la llave de paso para su continuidad en el poder, más allá del 2014.
Al gobierno, claramente no le preocupa mucho que se tilde de político el accionar del INE, bien saben ellos (y creo que todos) qué ésta y otras instituciones estatales están al servicio de su ideario político partidario y que, unas cuantas denuncias más no van a afecta su imagen, de hecho bastante desacreditada. Lo que les interesa es consolidar y sostener su discurso, ese que fue capaz de movilizar y generar los inéditos triunfos electorales que les llevaron y les sostienen aún en el poder.
Todo esto no es una novedad para los bolivianos, ya en el censo del 2001 se indujo a la población a auto identificarse con algún pueblo originario, excluyendo de la boleta censal la opción “mestizo”, lo que desembocó en que el 62% de los bolivianos, acabe artificialmente incluido en una opción que no le representa exactamente.
Con esos resultados, los bolivianos, no sabemos si efectivamente somos tales o apenas una agregación de pueblos y culturas. Estamos viviendo una verdadera crisis de identidad colectiva, en la que no podemos reivindicar una personalidad común, un nosotros, que se funde en la igualdad y el respeto mutuo de sus integrantes. Fueron los datos del censo 2001, los que permitieron justificar los discursos más furibundos en contra de la nación boliviana, que pese a todo lo sucedido, aun pervive, demostrándonos que la realidad, es siempre más fuerte de cualquier intento de interpretarla.
Según la nueva constitución política del estado, Bolivia está conformada por 36 naciones, las que única y exclusivamente gozan del privilegio de la autodeterminación y la prerrogativa de disponer los recursos naturales. Los demás, los que no son parte de ningún grupo étnico reconocido por la constitución, son ciudadanos de segunda, sin derecho a la tierra ni territorio y menos a la autogestión.
La cohesión social, esa que genera una conciencia común, la conciencia nacional, fue sustituida por identidades parciales sobre base étnica, que en vez de contribuir a generar una conciencia colectiva (que tanta falta nos hace) ha abierto un proceso de diferenciación con privilegios y exclusiones, con derechos diferenciados y régimen de segregación. Todo esto, en una sociedad con problemas históricos no resueltos, como los altos índices de pobreza, baja producción y productividad y un enclaustramiento no sólo marítimo, sino y sobre todo económico.
Es evidente que esa estrategia de poder, hasta el momento tuvo éxito, pero un éxito parcial, temporal e incompleto; que ahora, con la nueva versión del censo, pretende consolidar y avanzar, en ese afán de construir una sociedad desagregada, interétnica y peligrosamente enfrentada.
Por supuesto que esa situación, no podrá ser sostenida indefinidamente y en algún momento, producto de la sensatez y madurez colectiva de la sociedad boliviana, se enmienden los atropellos y excesos, reponiendo los derechos individuales y colectivos de todos los ciudadanos; sólo de esa manera, Bolivia como sociedad, estará en condiciones de enfrentar su futuro de manera pacífica y exitosa, en la que particularidades como la pertenencia étnica, la religión, la preferencia política, los recursos económicos, la lengua, la cultura, el sexo, la edad, etc., etc. dejen de ser el factor de poder y privilegio.
Por ahora y mientras el proceso - que dirigen - este en curso, resulta fundamental para el presidente y su partido mantener y reimpulsar la indigenización de la identidad de los bolivianos, ratificando por todos los medios posibles, la hipótesis de que Bolivia es una sociedad mayoritariamente de base indígena, lo que en definitiva, apunta a justificar con naturalidad la posibilidad (inconstitucional por cierto) de su continuidad en el poder.
Felizmente también es evidente que una gran mayoría de la población boliviana, luego de haber “confiado” en ese discurso indigenista (fuertemente racial y excluyente), hoy sea consciente del peligro que implica continuar desagregándose más y más, al extremo de poner en riesgo la convivencia pacífica y construir un futuro de bienestar, motivos por demás suficientes para que la propia sociedad civil rechace la manipulación.
El maneo interesado y sectario del censo ha quedado en evidencia y las restricciones al derecho a la identidad propia están generando protestas que se multiplican. No sólo los mestizos encuentran inaceptable que se los “borre” del censo, sino otros sectores de la sociedad, demandan su derecho a poder expresarse en sus particulares pertenencias étnicas, religiosas y sexuales.
Queda claro que la sociedad boliviana, requiere y apoya la realización del censo, en tanto este sea un instrumento técnico para diseñar las políticas de desarrollo que tanta falta nos hacen y, rechaza la manipulación ideológico-política que Evo Morales y su partido pretenden implementar.
(*) Asambleísta Departamental – UN
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