Quienes han logrado obtener uno de los mayores galardones de reconocimiento mundial, como es “El Premio Nobel de La Paz”, siempre han merecido el respeto y el reconocimiento de todos; porque, tratándose de un galardón de larga data, tuvo en su lista de reconocimientos a personalidades que, merecidamente, recibieron tal distinción.
Pero, nadie es perfecto, ni siquiera el comité de selección para el galardón. Por eso, cuando en el año 1992, eligió a doña Rigoberta para que reciba el premio, al parecer no indagó lo suficiente para determinar la legitimidad del premio.
David Stoll afirma, por ejemplo, que la lucha por la tierra –eje de la autobiografía– no fue –como sostiene Menchú– una batalla contra terratenientes adinerados de descendencia europea que manipularon a las agencias del gobierno para desterrar a los campesinos indígenas de sus parcelas; sino un conflicto familiar en el que el padre de Menchú, el terrateniente acomodado Vicente Menchú Pérez, se enfrentó a su familia política por la posesión de un feudo. Vicente perdió el conflicto y debió entregar la tierra.
“Nunca fui a la escuela”, dijo también Menchú en su libro, quien además relata que no podía leer, escribir ni hablar el castellano sino hasta poco antes de dictar su autobiografía. Sin embargo, Rigoberta fue educada por religiosas belgas que hoy la recuerdan como “una alumna ejemplar”.
La polémica, surgida tras las noticias difundidas por The New York Times y la BBC de Londres, llevó a que incluso se estudiara la posible revocación del Premio Nobel. Sin embargo, desde Oslo, el director del organismo, Geir Lundestad, dijo que está al tanto del manuscrito de Stoll, pero que “no hay ninguna posibilidad de revocar el Premio”. En efecto, utilizando los datos ofrecidos por Stoll y con fuentes propias, un periodista del The New York Times llevó a cabo varias entrevistas que también contradicen el relato de Menchú.
Debe ser que doña Rigoberta, por esas razones, no aceptó la postulación de la VIII y IX marcha en defensa del Tipnis al Premio Nobel de La Paz. Al contrario, anunció que volverá a postular al presidente Evo Morales a este galardón para el 2013; pero, dijo no conocer nada de la marcha indígena en defensa del Tipnis. Prefirió al oficialismo, porque ella misma actúa así. “Yo soy una persona con un equipo de trabajo y una oficina. Tengo expertos que estudian las propuestas y a base de ese conocimiento nos pronunciamos. No tengo información exacta”, expresó.
Por lo visto, ahora, doña Rigoberta, es muy importante; y así lo demostró: Vino, recibió una distinción, y se fue demostrando abiertamente que los indígenas bolivianos no son la causa de su preocupación, pero el gobierno, sí. La misión por la paz, quedó muy lejos, en el olvido. Los indígenas, a nombre de quienes recibió tan importante premio, ya no son de su interés; tiene prioridad su relacionamiento con los que ahora están, circunstancialmente, en el Poder. Lamentablemente, “Comité Nobel Noruego del Parlamento Noruego”, en esta ocasión, se equivocó.
Por lo menos…esa es mi opinión.
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