Sábado 22 de septiembre de 2012
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El ser humano no es otra cosa que una especie de vestido para su alma, formado por muchas capas. Una solidificación que reluce y cambia de matices según sea la carga del alma. Por eso los caracteres de los seres humanos son tan diferentes, ya que cada persona tiene sus propias cargas.
Después de la muerte, el alma pasa a los ámbitos del más allá. Si va a niveles inferiores porque está muy cargada, entonces se encuentra aún en la rueda de la reencarnación, del nacer y morir repetidamente. Si se ha tornado más luminosa asciende a niveles más altos, a los llamados niveles de preparación, para dirigirse paso a paso al Hogar eterno.
Ninguna energía se pierde, tampoco la energía de nuestros pensamientos, palabras o formas de actuar. Las energías que hemos emitido ya sean positivas o negativas, tienen un efecto en nosotros mismos, pues con ellas hemos impreso un sello en nuestra alma.
(*) Vida Universal
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