Viernes 21 de septiembre de 2012
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La sinceridad es un valor que caracteriza a las personas por la actitud congruente que mantienen en todo momento, basada en la veracidad de sus palabras y su realización en las acciones. Para ser sinceros debemos procurar decir siempre la verdad, esto que parece tan sencillo, a veces es lo que más cuesta trabajo.
Utilizamos las "mentiras piadosas" en circunstancias que calificamos como de baja importancia, donde no pasa nada: como el decir que estamos avanzados en el trabajo, cuando aún no hemos comenzado, por la suposición de que es fácil y en cualquier momento podemos estar al corriente. Obviamente, una pequeña mentira llevará a otra más grande y así sucesivamente... Hasta que nos sorprenden.
Cabe enfatizar que "decir" la verdad es una parte de la sinceridad, pero también "actuar" conforme a la verdad es requisito indispensable.
El mostrarnos "como somos en la realidad" nos hace congruentes entre lo que decimos, hacemos y pensamos, esto se logra con el conocimiento y la aceptación de nuestras cualidades y limitaciones. En algún momento la sinceridad requiere valor, nunca se justificará el dejar de decir las cosas para no perder una amistad o el buen concepto que se tiene de nuestra persona. Si, por ejemplo, es evidente que un amigo trata mal a su esposa, sus empleados o sus padres, tenemos la obligación de decírselo, señalando las faltas en las que incurre y el daño que provoca, no solamente a las personas, sino a la buena convivencia que debe haber.