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Domingo 16 de septiembre de 2012

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Revista Dominical

Santiago de Bombori

16 sep 2012

Por: Márcia Batista Ramos

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En un enclave en el norte del departamento de Potosí, existe la población de Bombori, que creció alrededor de la pequeña iglesia de piedra y barro que abriga la imagen milagrosa del Apóstol Santiago.

La iglesita jamás fue un gran templo, pero como si lo fuera, recibe a cientos de fieles todos los años en el mes de julio, para su fiesta. Las cofradías, de todos los departamentos del país, se multiplican a cada año en muestra de fe y devoción.

Son muchos los devotos que van por gratitud hasta Bombori. Mientras, otras personas acuden por problemas de salud y en busca del bienestar económico, como también por otros miles de motivos, pues cada persona es un mundo lleno de particularidades. Lo que importa es la fe que reúne en un mismo sitio a tanta gente.

La fe es el sentimiento irracional que impulsa al ser humano a buscar y encontrar tesoros muy ocultos, sin tener un mapa. Es la certeza vehemente que logra revertir situaciones. La fe es algo totalmente indómito, pues, la fe mueve montañas, torna posible lo imposible, visible lo invisible y materializa lo inmaterial. En la carta a los hebreos, la fe está definida como: "la certeza de lo que se espera y la evidencia de lo que no se ve" (Heb 11:1).

Ir hasta Bombori es un acto de fe; ya que llegar al lugar es una peripecia, si bien, actualmente, los caminos están en franca transformación y mejorías. Pero, el hecho de llegar a Bombori es una especie de viaje al pasado. Un viaje a un lugar extraño del pasado con una atmósfera propia de una novela escenificada en los confines del Medievo.

Es impresionante el paisaje; la iglesia con una única torre chamuscada por un incendio; la torre me causó profunda mala impresión, pues está cubierta por una camada gruesa de sangre húmeda, negruzca y pegajosa, mistura y serpentinas en un franco sincretismo religioso.

Si no fuera la santidad del lugar esa torre sería mal oliente y un gran foco de infección. Pero, no lo es. No exhala olor, mismo bajo el candente sol altiplánico. Es verdaderamente impresionante. Solo quien conoce puede contar.

La pequeña iglesia, oscura, tiene el piso de tierra cubierto de cera desde la puerta hasta el altar. Extrañamente la iglesia ostenta un altar desordenado, que recuerda una especie de depósito abandonado.

Nada de eso es relevante. Lo único que realmente importa está invisible a los ojos.

Los fieles en demostración de fe van hasta Bombori a orar para Santiaguito; dentro la iglesita mientras algunos oran de rodillas, otros mascan coca e invitan la hoja sagrada tres veces a los demás feligreses, en una especie de “compartir el pan”.

Algunos lloran en un desahogo espiritual, o embargados por la emoción de la Presencia que envuelve a todos en el lugar. Es difícil, estar allí y quedarse ajeno a la energía que reina, emanada de Santiago.

Estar allí, es entrar en comunión con el milagroso Apóstol Santiago. Llenar el vacío espiritual y encontrar respuestas a las necesidades que impulsan a cada devoto a realizar el peregrinaje. Para nosotros, los católicos, los santos interceden ante Dios por la humanidad, por los vivos en la Tierra y por los difuntos en el Purgatorio.

La primera vez que fui al lugar, luego de llegar me quedé tan sobrecogida que lo que más deseaba era retornar a mi casa. ¡Dios Santo! Pensé en no regresar nunca más a éste lugar… No entendía que estaba pasando; reproché mi curiosidad por haber deseado conocer a un Santo, que varios amigos me hablaron que era muy milagroso. Confieso que no fui hasta allá movida por la fe y eso no permitió, a primera instancia, percibir el universo místico que emana del lugar. No podía conectarme con nada y salí rápido de la iglesia oscura, asfixiante y abarrotada de gente.

Me paré en el lado de afuera de la puerta a observar algunos rituales que se cumplían en el atrio de la iglesia. Precisamente ahí, cuando estuve distraída, fue que me envolvió una presencia mágica. Perpleja y conmovida inmediatamente cambie de idea sobre la santidad del lugar y el poder del Santo.

De pronto percibí una ternura extraordinaria, me inundó de mucha paz y mi gratitud a Santiaguito es inmensa hasta hoy.

Según los Evangelios Santiago era hijo de Zebedeo y de Salomé; hermano de Juan el Apóstol. El maestro Jesús les puso el sobrenombre de “boanergués”, que significa “hijos del trueno” (Marcos 3:17). Santiago, junto a su hermano, fue uno de los primeros que recibieron la llamada de Jesucristo, cuando estaba pescando en el lago de Genesaret.

Santiago el Mayor, como también es conocido, fue testigo presencial de la resurrección de la hija de Jairo (Marcos 5:21-43) y fue uno de los discípulos más apreciados por Jesucristo, de tal manera que estuvo presente en dos de los momentos más importantes de su ministerio: la Transfiguración en el monte Tabor (Lucas 9) y la oración en el Huerto de los Olivos.

También según los Evangelios, Santiago formó parte del grupo restringido de discípulos que fueron testigos del último signo realizado por Jesús ya resucitado: su aparición a orillas del lago de Tiberíades y la pesca milagrosa (Juan 21:1-8).

Los Hechos de los Apóstoles registran su presencia en el Cenáculo en espera orante de la venida del Espíritu Santo:

"Entonces se volvieron a Jerusalén desde el monte llamado de los Olivos, que dista poco de Jerusalén, el especio de un camino sabático. Y cuando llegaron, subieron a la estancia superior, donde vivían. Pedro, Juan, Santiago y Andrés; Felipe y Tomás; Bartolomé y Mateo; Santiago de Alfeo, Simón el Zelotes y Judas de Santiago. Todos ellos perseveraban en la oración, con un mismo espíritu en compañía de algunas mujeres, de María, la madre de Jesús, y de sus hermanos." (Hechos 1, 12-14)

Según una tradición medieval, tras el Pentecostés hacia 33 d.C., cuando los apóstoles son enviados a la predicación, Santiago habría cruzado el mar Mediterráneo y desembarcado para predicar el Evangelio en la Hispania, actuales España y Portugal. Esta tradición hace de Santiago el santo patrón protector de España.

Santiago habría realizado todo el viaje de vuelta desde España hasta Jerusalén para encontrar a la Virgen María, ya que ella seguía viva allí, en la capital de Judea antes de su dormición, hallando la muerte ante Herodes Agripa en el martirio. La leyenda se cierra con que sus discípulos habrían llevado su cuerpo, conservado de alguna manera, por el mar Mediterráneo en una mítica embarcación de piedra y habrían costeado el Atlántico nuevamente hasta Galicia, donde lo habrían enterrado justamente en Iria Flavia, donde el obispo Teodomiro lo halló en el siglo IX.

Se redacta en Santiago de Compostela, en el siglo XII, el llamado Privilegio de los Votos que atribuye al rey Ramiro I una victoria frente a los moros en Clavijo en 844. Cuentan que victoria fue obtenida gracias a una aparición de Santiago.

En agradecimiento, el rey hizo el voto que todos los habitantes de España pagasen al Apóstol, o sea a su santuario, una cantidad anual. Gracias a la victoria en Clavijo se puso fin a la entrega anual a los enemigos de un vergonzoso tributo de cien doncellas cristianas. De ahí que la primera representación de Santiago a caballo, de principios del siglo XIII en la catedral compostelana, muestra las doncellas arrodilladas ante el caballo de Santiago.

Con la llegada de los españoles a las Américas, llegó la imagen del Apóstol Santiago y en su nombre y a su devoción fueran fundadas muchas ciudades en los diferentes países; como por ejemplo Santiago de Chile, la ciudad capital de Chile; la provincia de Santiago del Estero en Argentina; Santiago de Guayaquil en Ecuador; Santiago de Cuba, en Cuba; Santiago de León de Caracas, en Venezuela entre tantas otras. Así, Santiago es patrono de tantos lugares.

Después del primer viaje a Bombori, Santiago hizo parte de nuestras vidas, pues, mi esposo e hijos se volvieron también devotos de Santiago. Son viajes que transforman nuestras vidas. La fe nos trae constantes regalos, basta observar.

Como regalo, unos amigos nos confiaron a su hijito para que sea nuestro ahijado, como nada es casual, el niñito se llama Santiago Condarco Illanes. Son esas cosas de la vida. Esas cosas bonitas que nos pasan como señales. Señales, de que no estamos abandonados en la viña del Señor.

Afortunadamente mis peticiones fueron concedidas y siempre que necesito, viajo hasta Bombori para pedir a Santiaguito que me conceda favores. Él no niega nada. Siempre me alcanza todo. También, hago el viaje de regreso para agradecerle. Es una cuestión de fe. Tengo que recordarme constantemente que no todo lo que existe es plenamente visible a los ojos.

“Milagroso Santiago de Bombori ruega por nosotros.

Amén”.

(*) Escritora

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