Las medidas de presión se han convertido en un factor preponderante que puede mover una serie de circunstancias para lograr ciertos beneficios a propuestas que no han sido atendidas oportunamente, a tiempo y condiciones de diálogo, generando consiguientemente actitudes contrarias a los propósitos predeterminados de sectores sociales que al verse postergados ejecutan medidas que alteran el modo de convivencia pacífica produciendo al mismo tiempo la repulsa de la comunidad afectada.
El sistema de buscar soluciones a problemas mediante los bloqueos es parte de una “cultura de presión” que se instauró algún tiempo atrás y que ahora estrangula a sus creadores, pero con una inversión de los valores, pues el modelo sirvió para arrancar muchos acuerdos y ahora los imitadores, esperan similares resultados.
No se olvidan las circunstanciales presiones que ejercieron en su tiempo y por diferentes motivos, los trabajadores, los movimientos sociales o los políticos de turno, acudiendo a la práctica de las huelgas, ayunos voluntarios, las marchas con abusivo uso de petardos y hasta de “cachorros de dinamita”, pero con inusitada frecuencia y en puntos estratégicos con la aplicación de bloqueos, que realmente alteran la libre transitabilidad en las carreteras, en un flagrante atentado a los derechos ciudadanos.
Quienes de algún modo y ante las injusticias de otros procesos instauraron este tipo de presiones, están ahora sintiendo el efecto de esas medidas que provocan el rechazo ciudadano al verse afectado en sus actividades cotidianas, al alterarse el sistema productivo y al crearse situaciones de riesgo para las personas, inclusive muchas que nada tienen que ver de manera directa con los problemas que producen las medidas de presión.
Manifestaciones frecuentes en varias ciudades, sobre todo en la Sede de Gobierno, justo allí donde se concentra el poder político y donde se espera soluciones gubernamentales, son parte de una “dinámica social” que en nuestro país se convierte en un hecho como alguien lo calificó “tradicional”, pero con efectos sumamente perjudiciales en el contexto real de los acontecimientos, en la imagen del país y en las perspectivas de lo que significa proporcionar un entorno favorable que garantice las inversiones y no las ahuyente con dinamitas, gases y carreteras intransitables.
En el último tiempo no hay semana en la que no se registre alguna movilización justamente por incumplimiento de promesas o simplemente por la presión de sectores que sin agotar las instancias de una adecuada negociación, acuden al fácil expediente de manifestarse públicamente, en las calles o en los caminos, en tanto que en el nivel superior del Estado se practica también la ya conocida estrategia de “dejar pasar” y esperar que las medidas y sus protagonistas se desgasten hasta que surjan las soluciones. No siempre se llega a esa instancia en tiempo breve y pacíficamente, en la mayoría de los casos la violencia, los enfrentamientos y sus resultados negativos, obligan a establecer soluciones transitorias, que sólo calman los ánimos pero no arreglan las dificultades.
Bajo este tipo de hechos es que se desenvuelven las actividades del país, con muchas presiones, demandando causas justas según los reclamantes, pero calificadas de exageradas o inapropiadas por las autoridades superiores, lo que obliga a soportar las consecuencias de las presiones con su secuela de daño a la economía nacional y a la seguridad de la comunidad.
Fuente: LA PATRIA
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