Primero se desató tremendo revuelo por los titulares de tres medios de comunicación colegas como la Agencia de Noticias Fides (ANF), El Deber de Santa Cruz y El Diario de La Paz, en los que resumieron una frase, de por sí llamativa, rescatada de un discurso del Presidente Evo Morales, que pronunció en Tiahuanaco.
Según el mandatario y la gente del Gobierno los titulares “tergiversaron” el discurso de Morales, alentaron al odio racial y a la desunión del Estado.
Lo cierto es que, según mi modesto parecer, la gente no se guió por el titular para rechazar la parte del discurso en el que señala “en el Oriente sólo por flojos podemos hambrear”, pues los “cambas” u orientales se sintieron ofendidos, no todos seguramente, pero sí los que viven susceptibles de los calificativos que les pueda hacer un mandatario que no vive su realidad.
No podemos negar que siempre existió una especie de revanchismo entre oriente y occidente, el que, vale la pena hacer notar, estaba desapareciendo o por lo menos había menguado hasta antes de 2006 en que las propias autoridades gubernamentales comenzaron a exacerbar el odio entre estas dos regiones, que tienen marcadas diferencias, pero no insuperables.
Pero lo más preocupante de todo esto es el odio, el revanchismo, la sed de venganza, la susceptibilidad que con el paso de los años está creciendo entre todos los pobladores de Bolivia, sentimientos negativos alentados desde las esferas gubernamentales.
Lo que más sorprendió a la autora de esta nota es cuando los asambleístas cruceños, que no pudieron imponer su posición respecto a la suspensión del gobernador Rubén Costas y se ratificó a la autoridad departamental en su puesto, reaccionaron señalando que procesarían judicialmente a quienes habían votado a favor de éste, pues al parecer ahora no hay derecho ni a disentir.
Al enterarnos de la reacción de los asambleístas respecto a ese asunto se vino a la mente lo que dijo alguna vez un conferencista, no recuerdo quien, en un curso, “a los bolivianos nos gusta hacernos juicios entre nosotros, por todo y por nada”.
Que no me gustó el gesto de mi vecino le inició un proceso; me molestó la forma en que dijo algo, le hago un juicio; no me pudo pagar una deuda lo meto a la cárcel; me molestó su tonito también lo llevo a la justicia; y así se puede seguir indefinidamente con ejemplos de cómo se judicializa todo gesto “desagradable” para quienes se sienten ofendidos por la susceptibilidad reinante, que es uno de los sentimientos más negativos que se pueden cultivar.
Lo que se debe pensar es que no todos pensamos ni sentimos igual, ni siquiera interpretamos las frases, gestos o tonos de voz de la misma manera, lo que para algunos está bien para otros puede estar mal, lo que para unos es lindo para otros es feo.
La clave, en todo esto es poder encontrar armonía en medio del caos de diferencias, ser tolerantes y aceptar las diferencias que existen entre unos y otros, permitir que el otro tenga su propia opinión, porque respetarla no significa compartirla y que no la comparta no quiere decir que no se deba respetar esa opinión o que esté mal, simplemente es diferente.
Si se hizo una sabia ley contra el racismo y toda forma de discriminación, seguramente es para poder usarla de la mejor manera para erradicar ambas situaciones que afectan de manera negativa a la gente, pero usarla para alentar más odio, más discriminación y más susceptibilidad iría contra el espíritu mismo de la norma.
Hay tres cosas que nos ayudarían a erradicar odios, discriminaciones, susceptibilidades y negatividad. Una, deshacernos del ego y el apego. Dos, armarnos de paciencia y tolerancia. Tres, PERDONAR, el perdón lleva a la liberación de quien perdona y de quien es perdonado, por eso, si uno se siente ofendido como nos enseña Jesús en la Biblia debe “poner la otra mejilla” y “perdonar setenta veces siete”, todos los días de la vida.
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