Jueves 06 de septiembre de 2012
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Vivimos una etapa de decadencia en todos los ámbitos. El colapso social es tan fuerte que hace quebrar el sentido humano de la vida. La descomposición de los gobiernos es tan evidente que hace tambalear los principios democráticos. También el progresivo agotamiento cultural degrada a la persona como ciudadano. Todo se mueve en una permanente rivalidad. Precisamente, el verdadero conocimiento es todo lo contrario, un instrumento de acercamiento y participación, de comprensión y de solidaridad para con los semejantes. Se trata de abrir nuevos cauces a la creatividad y al progreso, no de cerrar puertas como revancha.
Las gentes de compromiso ético tampoco se dejan oír en el corazón de esta existencia. El principio de debilidad o de ruina, tanto en el orden material como en el espiritual, es tan real que necesitamos saber a dónde queremos llegar, con la siembra de tanta desolación.
Una nación, un mundo entero, permanece fuerte mientras se ocupa (y preocupa) de sus problemas sociales. No es cuestión de mezclar intereses o de dejarnos invadir por un pesimismo social, sino de imprimir una respuesta que forje ilusiones y genere responsabilidad. Por cierto, cada día son más las personas que ponen fin a su vida, porque quieren un huir de este clima decadente. Desde luego, es necesaria una labor de concienciación, puesto que esta forma de huir de las dificultades no es la adecuada. Sería bueno, que coincidiendo con el día Internacional de Prevención del Suicidio (10 de septiembre), reflexionásemos sobre algo tan importante como es quitarse la vida, y ver la manera de que la población estuviese menos sometida a situaciones depresivas y de abuso de pastillas.