Las bombas nucleares y el derecho de su fabricación y posesión
05 sep 2012
Por: Adhemar Ávalos Ortíz
La historia de las bombas nucleares, atómicas y de hidrógeno, basadas en distintas transformaciones de la materia (fusión o fisión), se inició muy precariamente con los griegos mucho antes del nacimiento de Cristo, especialmente con Demócrito y otros materialistas, pero se determinó sustancialmente a través de distintas etapas de desarrollo de la física y la química con los notables avances del siglo XIX. El siglo XX no hizo más que confirmar el genio de “grandísimos cerebros” que marcaron lógica y racionalmente los pasos de la ciencia nuclear: Mendeleyev, Curie, Rutherford, Bohr, Hahn, Einstein, Fermi, Kurchatov y tantos otros que, de disímiles maneras, no necesariamente de forma directa, estructuraron una parte valiosa del patrimonio científico de la Humanidad en el campo de la materia micro.
Pero, la ciencia, como rectora y transformadora de formas de pensar y pautas de desarrollo humano, puede dar lugar a serias y peligrosas aberraciones en función de su infinita potencialidad. Así sucedió la obra de los nazis de 1933 a 1945, los que amparados en la supuesta superioridad de la raza aria cometieron crímenes horribles, especialmente contra judíos y comunistas. El resultado de la guerra que provocaron en aras del dominio mundial fue de 50 millones de muertos.
Los peligros del mal uso de la energía nuclear son infinitos. Estados Unidos lo demostró el 6 y 9 de agosto de 1945 cuando destruyó las ciudades de Hiroshima y Nagasaki (en Japón) con una pérdida de vidas humanas cifrada en aproximadamente 350 mil personas inocentes a partir del uso de una bomba atómica primigenia del tipo A, la que queda enana en comparación con las que se tienen actualmente, especialmente la bomba H (de hidrógeno). Después de hechos tan horrorosos, muchos países han podido, no sin enormes dificultades, desarrollar la tecnología nuclear, ya sea con fines pacíficos -producción de energía eléctrica- o militares con misiles balísticos dotados de cargas nucleares.
Actualmente, los países que poseen armas nucleares, ya sean primarias o sofisticadas, según el nivel de transporte con misiles o su alcance; son Estados Unidos, Rusia, Gran Bretaña, Francia, China, India, Pakistán, Israel y, probablemente, quizás, Corea del Norte e Irán. El problema radica en que países con la posesión del arma nuclear prohíben arbitrariamente a otros estados desarrollar proyectos destinados a tener la misma calidad de desarrollo, lo que abiertamente representa una violación de principios universales de igualdad. No es moral ni ético prohibir a Irán o Corea del Norte la producción de energía eléctrica o armas nucleares para la satisfacción de sus necesidades económicas o su defensa estratégica, ya que cuentan con muchos enemigos, mientras muchas superpotencias hacen ostentación cotidiana de su poder atómico.
Lo legítimo y razonable sería concretar un acuerdo marco internacional de manera integral, por el que se decida eliminar totalmente los instrumentos de agresión atómica -cero armas nucleares en el planeta Tierra y en el espacio exterior-, preservando el uso pacífico para fines de investigación y generación de energía eléctrica con las mejores condiciones de seguridad, controladas globalmente por un organismo especializado de la Organización de Naciones Unidas (ONU) que se denomina Organización Internacional de Energía Atómica (OIEA). Lo contrario significa fomentar odios y discriminaciones que no solucionarán problemas, sino los agravarán. Una moratoria indefinida y general sobre la fabricación y posesión de armas nucleares ayudaría mucho a la paz mundial.
En realidad, y por un acto de justicia plena, nadie debería producir, poseer, y amenazar con su uso, armas nucleares. Estados Unidos, un país que se reclama hipócritamente depositario de los más elevados valores humanos, mató a cientos de miles de inocentes y debería ser enjuiciado y condenado por crímenes de lesa humanidad. Pocos los denunciaron o lo hicieron muy débilmente, pero los hechos quedan. Finalmente, ningún país tiene derecho a producir y poseer, peor todavía utilizar, armas nucleares.
(*) Politólogo
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