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Domingo 02 de septiembre de 2012

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Revista Dominical

Las abuelas en el claustro obligatorio

02 sep 2012

Fuente: LA PATRIA

Por: Márcia Batista Ramos - Escritora

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Hoy la problemática de género está en creciente, y todos los días se habla de la violencia contra la mujer, tomada en cuenta desde la relación de pareja; olvidándose la óptica muy importante de la relación hija adulta y madre anciana o hijos adultos y madre adulta mayor.

Es doloroso observar que en el ámbito privado es normal que la mujer a cualquier edad es pasible de sufrir algún tipo de violencia; es más doloroso cuando se trata de niñas o de mujeres que están en la adultez mayor, porque el elemento denuncia se minimiza o desparece por la mayor vulnerabilidad que experimentan.

Históricamente el adulto mayor ha sido parte fundamental de las sociedades primarias, por el atesoro de experiencias traducido en sabiduría, que le permitía orientar a las generaciones más jóvenes y transmitirles todo el conocimiento necesario para la supervivencia del individuo, el desarrollo de la familia y la estabilidad de la sociedad.

En las referidas sociedades, el adulto mayor gozaba de un lugar de privilegio por respecto al acumulo de experiencias y por la valorización de sus años vividos.

En la actualidad, donde la vorágine del conocimiento es constante y la web lo almacena, el adulto mayor perdió el espacio de sabio y consejero que otrora le correspondía, pasando, cuando más, a un segundo plano de importancia; especialmente en los países en vías de desarrollo, donde las privaciones económicas son una constante preocupación para la mayoría de los habitantes.

La problemática de la adultez mayor es invisible, porque pasa desapercibida encerrada entre las paredes de cada hogar.

Precisamente para tratar de subsanar las carencias económicas o para realizarse profesionalmente, las mujeres jóvenes y adultas, de los países en vías de desarrollo, salen de su hogar para trabajar y dejan sus hijos a cargo de las abuelas.

Las abuelas normalmente son adultas mayores que están en cesantía laboral porque ya trabajaron en los años que les correspondía, cuidando sus hogares y atendiendo a sus propios hijos, además de realizar algún trabajo fuera del hogar para contribuir económicamente con el mantenimiento de su familia.

Quizás, porque en los países emergentes, se maneja un significado sociocultural equívoco sobre la adultez mayor, no solamente por las generaciones más jóvenes como también, por los propios adultos mayores que carecen de autoestima, muchos adultos mayores pierden su independencia quedando como una especie de empleado o empleada sin sueldo de los propios hijos, pero, con muchas obligaciones y responsabilidades, a menudo sufriendo reproches y presiones si algo no salió a gusto de los hijos.

Al disponer del tiempo de los abuelos, sobrecargándolos con responsabilidades con los nietos, muchas personas reducen arbitrariamente, consciente o no, la calidad y el tiempo de vida de los adultos mayores más allegados.

Existen sectores de la población que asocian al adulto mayor, así no lo fuera, a una persona enferma, limitada, que ya no siente, no sueña, no desea, no piensa y está lista para la muerte. Estos conceptos totalmente equívocos, unidos a la situación de carencias estructurales de un país emergente, conllevan a una problemática sobre el adulto mayor que urge ser resuelta. Motivo por el cual, urge la toma de conciencia de que las abuelas son mujeres con aspiraciones personales, necesidades socio culturales propias que deben ser satisfechas y deben ser respetadas como individuos capaces de tomar decisiones en todos los aspectos de su vida.

Muchas veces, bajo la excusa que “para que no se aburra la abuela pedimos que cocine para nosotros”, la adulta mayor de la familia se queda con la obligación de ser la cocinera sin sueldo; sin derecho a salir de su casa por las mañanas a hacer una caminata o sencillamente, sentarse a leer un libro en su patio o donde más le plazca o salir a un parque o plaza a mirar a las palomas.

A los hijos adultos les falta sensibilidad para entender que distracción para un adulto mayor no es trabajo domestico obligatorio, bajo presión de horarios creando una sobrecarga emocional y un constante stress.

Distracción es conversar con personas que le escuchen, es compartir con los amigos, es realizar actividades que le dan placer y le hacen sentirse bien consigo mismo.

El amor que un adulto mayor tiene por su nieto no debe traducirse en obligación, con atenderlo en sus innúmeras actividades y necesidades. Los padres deben saber cómo atender a sus hijos, al final ellos optaron por hacer una nueva familia.

Debe ser una situación espontanea la de, ocasionalmente, ir a la escuela a recoger al nieto o ir a ver su partido deportivo, no una obligación de cada día.

Del mismo modo, es común, que los hijos adultos consideren sus padres “personas cansadas”, motivo por el cual, bajo muchos pretextos, insisten que no deben salir a encontrarse con sus amigos o salir solos para visitar a sus parientes, entonces, el adulto mayor se queda recluido a su casa y solamente sale cuando los hijos adultos tienen tiempo para llevarlos…

Es un claustro muy injusto, porque los mismos hijos adultos, no consideran a sus padres “personas cansadas” cuando se trata de encargarles a que lleven y recojan a los nietos de la escuela y sus diferentes actividades.

La falta de respeto a la individualidad del adulto mayor, bajo pretextos de que corren peligro si salen por las calles desacompañados, es causa de diferentes enfermedades de índole psicosomática en estas personas.

Llegar a la adultez mayor, en los países emergentes, incluso implica sufrir abuso patrimonial, porque los hijos adultos se apoderan del patrimonio que sus padres construyeron, entran a vivir con sus familias en la casa de los padres, estrechándolos y quitándoles comodidad con la excusa de que un día ese bien inmueble llegará a ser de ellos.

Según la Organización de las Naciones Unidas, es el grupo que crece más rápidamente en la población, el grupo del adulto mayor; consecuentemente, es el grupo que utiliza con mucha frecuencia los servicios sanitarios, tiene menos probabilidad de contar con grupos sociales naturales de apoyo y en muchos casos es más vulnerable a diversos peligros psicológicos, económicos, físicos y sociales.

Las abuelas, mientras no se encuentren ciegas o prostradas, son pieza fundamental en el hogar, como cocineras, cuidadoras de niños, encargadas de la limpieza y orden, o mínimamente como vigilante de la trabajadora del hogar, que sí tiene sueldo y goza de tiempo libre.

No es justo que además de ejercer presión sobre las abuelas con el clásico “mamá, tienes que ayudarme”, todavía muchos hijos e hijas adultas disponen de los sueldos de jubilación de sus padres, al decirles en qué deben o no gastar; o para qué motivos deben ahorrar, muchas veces predisponiéndolos a ciertas enfermedades cuando no, disponiendo del sueldo arbitrariamente en beneficio propio.

En ese entendido, es muy común que priven a los adultos mayores de comprarse ropa nueva, por ejemplo, haciéndolos utilizar las mismas ropas de cuando estaban activos con expresiones “tienes tanta ropa, para qué vas a comprar más si ya estás viejita”, sin percatarse del daño sobre la autoestima de la persona mayor.

De lo contrario, escogen la ropa que debe ponerse la abuela como si una mujer, por el paso de los años, ya no tuviera criterio de elección; olvidándose que esta misma mujer debe tener criterio para cocinar “rico” todos los días.

El caso de las madres solteras es peculiarmente insólito, pues, por la falta de un padre para el hijo, los abuelos tienen más obligaciones en la educación y atención del nieto en detrimento de su propio bienestar, como si se tratara de su responsabilidad o elección la llegada de ese nieto.

Para ir a fiestas y viajar es normal que los hijos dejen a los nietos bajo la responsabilidad de sus padres, sin ninguna recompensa, pues, es normal ver a los padres en los restaurantes con sus hijos, pero, no con sus padres, pues, la tendencia de recluir al adulto mayor hace parte del modus operandi del maltrato. O sea, la abuela apta para cocinar durante la semana no es apta para salir a un restaurante en el fin de semana.

Muchos gobiernos han tomado medidas para contrarrestar la miseria que sufren hoy por hoy muchos adultos mayores, pero, al no existir suficientes estudios al respecto de las condiciones y necesidades de las personas que alcanzan la adultez mayor, ellos, infelizmente, se invisibilizan.

El considerar a las abuelas personas incapaces para administrar sus propias vidas, pero, “muy capaces” para cumplir órdenes en el hogar y fuera de él, siempre y cuando sirva a los intereses de los hijos adultos es destruir su identidad y autoestima, esto es sencillamente violencia psicológica.

La violencia es un tema demasiado sensible, por cuanto se expresa en primer lugar en el hogar, y la sociedad en general trata de invisibilizarla por querer tratarla como tema privado.

Sin sombra de duda, que la tarea más importante a realizarse referente a la violencia es la prevención.

La necesidad de visibilizar la violencia en todos sus matices es muy importante para poder exterminarla.

Por lo tanto, la violencia hacia el adulto mayor se queda como un asunto casi incuantificable por la situación de aislamiento social e indefensión en que viven.

Entonces, es primordial mensurar la situación de acceso a servicios básicos, vivienda, salud, asistencia sanitaria y recreación para valorar la calidad de vida del adulto mayor.

Sin embargo, es posible distinguir los siguientes tipos de maltratos sufridos por los adultos mayores: abuso patrimonial o maltrato económico, la negligencia o abandono, el maltrato físico, el abuso sexual, el maltrato psicológico o emocional.

En la "Carta de los Derechos de las personas mayores", elaborada por las Naciones Unidas, se estipula varios derechos, de los cuales, gran parte de los adultos mayores no los ejercen, como por ejemplo:

“las personas de edad deberán poder vivir con dignidad y seguridad, y verse libres de explotaciones y malos tratos físicos o mentales".

“las personas de edad, deberán tener acceso a medios apropiados de atención institucional, que les proporcionen protección, rehabilitación y estímulo mental y social en un entorno humano y seguro".

“las personas de edad, deberán tener acceso a servicios sociales y jurídicos que les aseguren mayores niveles de autonomía, protección y cuidado".

En el seno de la sociedad boliviana, la violencia en todos sus matices es un problema a resolver, puesto que, los gobiernos de turno siempre posponen la proposición de políticas de estado que pudieran contrarrestar el mal que crece en proporciones geométricas. Tanto es así, que en niveles gubernamentales no se vislumbra la violencia como un problema a resolver y constantemente, tratan, de aplicar paliativos parciales cuando éste problema se torna demasiado álgido en algún sector de la población.

Entonces, la violencia hacia la adultez mayor parece inexistente en nuestro medio por la falta de denuncia y por lo aislamiento en que se encuentran, especialmente cuando se trata de mujeres.

Las abuelas están tristemente recluidas, en un claustro obligatorio por las innúmeras obligaciones que tienen con sus hijos adultos y sus familias; ellas no tienen derecho a disponer de su tiempo ni a disfrutar de la compañía de sus antiguas amistades, peor, no les es permitido, en muchos casos, conocer a nueva gente.

En una sociedad desequilibrada, en materia de oportunidades y alternativas, como es el caso de la sociedad boliviana, es menester buscar estrategias a seguir, para dotar atención a todas las edades de la vida, buscando políticas integrales, sin tener territorios diferenciados, pues, esto solo logra que se aumente la segregación ya existente y ahonde la problemática de la tercera edad.

El claustro no es un lugar adecuado para tener a las abuelas; tampoco es adecuado tenerlas en situación de servidumbre.

Fuente: LA PATRIA
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