La situación es la siguiente: Según el Sr. Pedro Ramos, secretario de la Unidad de Turismo y Cultura de la Gobernación, la última palabra del gobernador Santos Tito Veliz es que el Palais Concert es prioridad para la gestión del 2013. ¿Esto qué quiere decir? Que este edificio patrimonial construido en 1918, ubicado en la Plaza Principal de la ciudad de Oruro, que está olvidado y que ha sufrido la amenaza de ser remodelado para fines administrativos por la Asamblea Legislativa, etcétera, finalmente contará con la atención que requiere, es decir estará incluido en el POA del año que viene, y se lanzará cuanto antes una convocatoria de licitación a nivel nacional para ponerlo en condiciones de ser útil para la ciudadanía. Al menos esta es la esperanza del pueblo orureño. Sin embargo, las cosas no son tan simples, y alertaremos sobre algunas cuestiones en este artículo.
El pasado jueves en inmediaciones del mismo Palais Concert, el Consejo Departamental de Cultura de Oruro convocó a una asamblea general sobre patrimonio y artes, tomando como punto de base la situación del Palais Concert, que vive momentos decisorios para la definición de su destino. Asistieron menos de sesenta personas. No se trata tanto de un problema de falta de convocatoria del Consejo sino de una indiferencia generalizada de la población, que no es sorpresiva. Es que todas las gestiones que traslucieron han apuntado a reivindicar el Palais Concert como espacio de los artistas para los artistas, de modo que los no-artistas, la ciudadanía en general, no ve qué pito toca en este entierro. Esto en gran parte porque se maneja todavía una concepción de arte de la modernidad, del siglo XIX, según la cual el artista es aquel que produce objetos estéticos que se deben colgar en una pared, para que un público indiferenciado asista a verlos con la posibilidad de conmoverse contemplativamente. Es por ello que hasta el día de hoy el Palais –así como otros espacios culturales de Oruro y del país– funciona como centro de programación de espectáculos. Rápidamente se comprenderá que no adelanta demasiado hacer gestiones para traer exposiciones de arte contemporáneo de punta a la ciudad de Oruro, dado que las condiciones de recepción de una exposición tal no se encuentran desarrolladas. He aquí otra deficiencia: la ausencia total de estrategias de construcción de público para las prácticas artísticas contemporáneas.
Sergio Gareca, miembro del Consejo Departamental de Cultura, apuntó los cauces de la reunión hacia una veta más provocativa cuando dijo: “El Palais es símbolo de la dejadez, pelear por este espacio es pelear por la dignidad, creo que este espacio es el que nos puede unir como artistas”. Trataba de concebir al Palais como un punto de partida que en el fondo sirva para crear vínculos con la ciudadanía, a favor del arte.
Desde luego, no se trata de avivar una mala voluntad contra la Gobernación de Oruro, pero es indispensable dejar de considerar este fantástico espacio como una construcción más entre tantas que requieren una restauración. La Presidenta del Consejo, Carola Condarco, así como los que tomaron la palabra posteriormente, hicieron conocer su desacuerdo con la Unidad de Cultura y Turismo de la Gobernación, por su afán de mantener a toda costa la ubicación de sus oficinas bloqueando cualquier iniciativa de reorganización del espacio útil del edificio. El Consejo se apoya en la colaboración del Colegio de Arquitectos de Oruro, que estuvo representado por su máxima autoridad, Ruth Chaparro, y por el arquitecto Boris Medina. (Se informó que este colegio actuará como observador en la contratación de la empresa más adecuada para los fines de restauración que se persigue para este patrimonio material). El problema en este punto es que el discurso del Colegio de Arquitectos de Oruro, que hace de buen consejero, es el más conservador de todos, pues insiste en preservar la organización original de la construcción y limitar la tarea a una completa restauración. ¿Acaso no se trata más bien de no dejar pasar esta oportunidad para readecuar y refuncionalizar este patrimonio material de la ciudad? Este es un tema que se debería tratar contando con la participación del resto de la ciudadanía.
Esto nos lleva al último punto. Ante la indiferencia generalizada, de los mismos artistas, debe elogiarse la tarea del Consejo Departamental de Cultura de Oruro que se ha dado la tarea de mover algunos cables y mediar entre las autoridades y la ciudadanía. Todavía hace falta un proyecto donde se plantee al mismo Palais Concert como un dispositivo de mediación y de producción de ciudadanía. Superar la noción modernista del arte sería empezar a concebir este edificio como un Centro de Arte que podría cumplir intercaladamente otras funciones, más ligadas a la acostumbrada difusión cultural. Carola Condarco exige que se distinga entre las nociones de turismo y cultura, y tiene toda la razón; en Oruro la cultura funciona como una especie de apéndice del turismo, y el Carnaval es la mayor prueba de ello. Dentro de un Centro de Arte no cabría espacio para la confusión en este sentido, pues su función consistiría en mediar, en trabajar el imaginario colectivo local, y en convertirse en espacio de desarrollo de las prácticas artísticas de la ciudad. Esto no descarta que durante el año el Palais Concert pueda ser escenario de actividades que no tengan nada que ver con un Centro de Arte, pero lo importante sería que antes de discutir sobre la infraestructura, se cuente con un guión, un contenido teórico que defina el rumbo de funcionamiento que se le quiere imprimir al Palais Concert. Se ha discutido mucho sobre el edificio, sobre la remodelación o la restauración, pero no se ha dado la importancia necesaria a la elaboración de un proyecto previo que trace lineamientos teóricos. Después de todo, Oruro no cuenta con una carrera de arte, ni de filosofía ni de literatura y tampoco de lingüística o sociología, y sin embargo se piensa a sí mismo. Qué importante sería recuperar este espacio para el manejo de proyectos en arte y cultura, no solamente para la difusión o el entretenimiento, sino principalmente para tornarlo dispositivo de lectura de la ciudad, espacio productor de ciudadanía.
(*) Productor de espacios artístico-culturales
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