No es una novedad que el tema del agua preocupe a Chile, sabiendo que especialmente algunas de sus relaciones con países vecinos como el Perú y el nuestro seguramente no dejan dormir a sus gobernantes, debido a la vigencia de gestiones ante tribunales internacionales para solucionar “diferendos limítrofes” según la diplomacia trasandina, pero calificadas como de injusto tratamiento legal si se habla del cercenamiento de territorios por la vía de la contienda bélica y que no han sido enmendados en el marco de la justicia, la amistad y la solidaridad entre pueblos hermanos.
La advertencia surge en la actualidad por una observación realizada por el legislador boliviano Héctor Arce que presidió la Cámara de Diputados y dedicó parte de su tiempo a estudiar las relaciones de Chile con los vecinos, tomando en cuenta especialmente el conflicto “de aguas”.
Según el diputado boliviano, el Presidente de Chile, Salvador Piñera envió recientemente al Parlamento de su país un documento en el que refiere la posibilidad de que “el tema de agua puede generar una confrontación”. El documento presidencial chileno concluiría en un análisis textual de “que si bien no es frecuente o común que se den este tipo de conflictos, es previsible que por el tema del agua pueden darse en el futuro, confrontaciones interestatales"
Días atrás el director de Diremar, denunció a Chile por estar en afanes de una supuesta carrera armamentista, situación que si bien fue negada por el Canciller chileno, no despejó plenamente las dudas existentes sobre el particular, situación que lógicamente preocupa a los vecinos de Chile.
Pero el tema de agua merece una doble referencia, pues si bien el agua salada (de mar) puede significar simplemente un golpe a la conciencia de los políticos y gobernantes de Chile para subsanar una injusticia centenaria, también surge y con real dramatismo la necesidad que tienen varias ciudades, especialmente del norte chileno de agua dulce, agua para vivir.
Es en ese contexto surgen opiniones de algunos analistas, diplomáticos y políticos cuando muestran preocupación por “ciertos aprestos chilenos” y más aún si los mismos tienen referencia al tema del agua, como lo expuso el expresidente de la cámara de diputados y que por una u otra razón debería servir para prevenir a nuestra Cancillería en la misión de analizar las alternativas que puedan afectar nuestras relaciones y nuestra seguridad.
Sin embargo, la diplomacia que nuestro gobierno desarrolla en este delicado tema que tiene que ver con la centenaria mediterraneidad y como si fuera poco con otros asuntos relacionados al “tema agua” como el desvío del Río Lauca o el uso arbitrario de las aguas del manantial boliviano del Silala, están consignadas en esa agenda de trece puntos cuyo tratamiento dejó trunco el actual gobierno de Chile y que debería aclararse en función de establecer seriamente las condiciones de una aceptable y efectiva relación diplomática.
Ya lo dijimos, por razones especiales el agua salada ha sido y seguirá siendo una preocupación de conciencia para la política y la burocracia chilena, en tanto que el agua dulce es una necesidad que los vecinos deben negociar en el marco de la legalidad y el respeto a la soberanía que en este caso tenemos los bolivianos.
Fuente: LA PATRIA
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