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Domingo 26 de agosto de 2012

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Revista Dominical

Crónica del miedo

26 ago 2012

Fuente: LA PATRIA

Por: Marcia Batista Ramos - Escritora

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Las cosas negativas en nuestra existencia, tienden a ocupar un espacio más grande que las cosas positivas. Tal vez, porque nuestro pesimismo sea enorme o sencillamente porque guardamos muchas tragedias en nuestra memoria genética. Otra posibilidad puede relacionarse a que cada día sea apenas una incerteza. Tantas contingencias para seres tan obvios y complicados a la vez.

Entonces, desarrollamos ese sentimiento de desconfianza que impulsa a creer que ocurrirá un hecho contrario a lo que se desea, a ese sentimiento se llama miedo.

Tenemos miedo de la noche oscura, del camino silencioso y de todos los desconocidos que también caminan con miedo por los días de la vida.

El miedo es una sensación de angustia ante un peligro real o imaginario; un sentimiento que muchas veces, llega al borde de la irracionalidad. Tanto es así, que sentimos miedo de todo, desde que despertamos y también cuando dormimos a través de los sueños o pesadillas. Parece mentira, más vivimos acompañados por el miedo.

Tenemos miedo a oler nuevas flores y a vestir colores que otros no se atrevieron a vestir primero. También, tenemos miedo a los viajes y a estar solos en casa, es que tal vez ocurra algo y no habrá nadie que nos salve o por lo menos que disminuya nuestro miedo.

El miedo es una emoción innata al ser humano, que ya, desde la prehistoria existe como recurso para alertarnos ante situaciones peligrosas. Así, el miedo es una emoción primaria que sirve para la supervivencia de la especie, al prevenir riesgos o amenazas.

Pero, el miedo por su persistencia en nuestro imaginario, se transforma fácilmente en sufrimiento, pues, somos educados con miedo desde muy pequeños, con ese miedo que se hará grande cuando seamos grandes.

Como no escatimamos de las cosas negativas, sufrimos por sentir miedo de lo que es o de lo que podría ser.

A la hora de elegir lo que fuera en nuestras vidas, primero sentimos miedo de hacer una mala elección, después con cierto pesar elegimos e inconscientemente, guardamos por toda la vida, el miedo de haber realizado la elección equivocada.

De una extraña manera, es el miedo quien acompaña al ser humano occidental desde que nace y se encamina a su destino incierto, hasta que muere dejando inevitablemente su vida incompleta.

El miedo como una emoción primaria, que se deriva de la prevención natural al riesgo o a la amenaza de nuestra integridad física o psicológica podría ser útil. Pero el miedo es tanto y se hizo tan grande.

Tal vez, por eso ya no se quiere andar en taxi, porque muchos taxis ya no son manejados por trabajadores, ahora son los delincuentes que suben al volante y te hacen “no sé qué”. Por el miedo a las desapariciones, los niños ya no juegan en las aceras frente a sus casas. Por lo mismo, los ancianos ya no tienen el banco de la plaza como punto de encuentro. Es el miedo transformando en algo triste nuestras vidas.

Cuando pensamos en matrimonio, en formar una familia, viene el miedo, de que después de la boda venga el funeral. Que todo empeore. Que después venga la guerra. Pero eso no tiene punto de sustentación. Es solo miedo.

Es ese miedo enseñado por generaciones, es el miedo aprendido por generaciones, son las lecciones de vida o sea de miedo.

El miedo, como palabra, proviene del término latino metus. Se trata de una variación del ánimo que produce intranquilidad ante un peligro o un eventual perjuicio, ya sea producto de la imaginación o propio de la realidad. Solamente que, en el mundo psicodélico en que vivimos, no sabemos en muchos casos qué es verdaderamente realidad.

Dícese, que miedo también es un concepto que se utiliza para nombrar al rechazo o la ojeriza que siente un individuo a que le pase algo malo u opuesto a lo que pretende para sí mismo y para sus seres queridos. Es el miedo con máscara de prudencia, para que uno no de ciertos pasos en la vida.

¿O será ese el miedo envuelto en un silencio cobarde que tragamos en forma de indignación cada día?

Tenemos miedo a perder o mínimamente de no ganar.

Vivimos con un hueco en el alma porque tenemos miedo de que quizás, mañana algo malo ocurra y no sabemos cómo vamos a enfrentar. O quizás, el miedo es de que ocurra algo inesperadamente malo hoy, y no sepamos cómo reaccionar.

En la mayoría de los casos el miedo ahuyenta el amor, y los dolores que suceden por eso, son tan grandes como el propio miedo.

El miedo puede ser real, cuando la dimensión del mismo está interrelacionada con la dimensión de la amenaza es como, por ejemplo, cuando las radios se callan.

La verdad, es que hoy las cosas están feas y no sabemos qué futuro incierto nos espera y nuestras palabras, sabias, están coaguladas de miedo.

El miedo o temor es una emoción caracterizada por un intenso sentimiento habitualmente desagradable ante algo real o irreal. Y padecemos de éste problema, el problema del miedo y vivimos con miedo y morimos de miedo.

Fuente: LA PATRIA
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