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Domingo 19 de agosto de 2012

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Cultural El Duende

Pedro Shimose

19 ago 2012

Fuente: LA PATRIA

Pedro Shimose. Riberalta, 1940. Académico de la Lengua, poeta, narrador, ensayista, periodista, dibujante, compositor de música, crítico de artes plásticas y cine. En poesía, ha publicado: Triludio en el exilio (1961), Sardonia (1967), poemas para pueblo (1968), Quiero escribir, pero me sale espuma (1972), Caducidad del fuego (1975), Al pie de la letra (1976), Reflexiones maquiavélicas (1980), Bolero de caballería (1985), Poemas (1988), Riberalta y otros poemas (1996), No te lo vas a creer (2000), De naufragios y sonámbulos (Antología, 2009). También es autor de El Coco se llama Drilo (relatos, 1976); Diccionario de autores iberoamericanos (1982); Historia de la literatura latinoamericana (1989) y Poetas del Oriente boliviano (Antología, 2010). Reside en Madrid desde 1971.

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Moxitania

India vegetal tallada en esmeralda,

cuando la noche sacudió sus alas

y las estrellas cayeron en tus cuencas,

en tus ojos se miraron la selva antes de ser selva,

la pradera antes de ser pradera

y el río cuando no era más que una gota

suspendida en el aire.

Antes de la luz y después de los crepúsculos,

jaguares afilaban su rugido en las cachuelas;

antes del fruto y después de la semilla,

despertaba la flor junto al lago dormido;

antes del silencio y después del silencio,

la garza corregía su vuelo melancólico:

antes de conocerte

yo te amaba con mi corazón hecho de luna.

Pero Dios te hizo leyenda

para que el hombre te soñara

y el hombre te soñó desnuda de aguaceros,

olorosa a molienda y madrugada, amanecida

con el pelo suelto en el incendio de los pajonales.

Ahora que estoy lejos del instante en que te conocí,

lejos del fuego que ignoraba el metal

y lejos del metal que ignoraba la flecha

de chonta y canoa,

recuerdo tu rostro de otro tiempo,

antes de la almendra como almendra

y después del ambaibo como ambaibo.

Hija del viento que deja su apellido en cada rosa,

pese a que el tiempo te redujo a escritura,

pese a que la orquídea

te cambió por otra ciudad sin flores y sin pájaros,

pese a que el árbol se murió de pura tristeza,

pese a todo,

¡cómo te sigue amando mi corazón lleno de cielo!

Riberalta

Me han cambiado el país, pero tú sigues intacta.

Cuando vuelvo a ti, converso con mis muertos

y mi amor siempre sale ganando.

No hay nada más lindo

que contemplar tus crepúsculos,

soñar sueños que soñaron nuestros padres,

circular por el color violeta del aire anochecido

y terminar echándote de menos;

renacer en tu fragancia húmeda,

buscándome en la niebla

de los arroyos más recónditos,

lejos de mí mismo,

en los ríos y curichis,

en el naufragio de la isla que descubrimos juntos

cuando tus barcos de vapor recorrían mi infancia.

No quiero ser la herida que llora en el siringo

ni acabarme en esta almendra amarga,

en este estruendo de árbol derribado,

dolor de cielo oscurecido entre relámpagos y truenos.

Llueve

Llueve y combato esta dulce costumbre en las hamacas.

Llueve

y me pierdo en borracheras que no acaban nunca,

allá donde mi madre sigue, la pobre,

regando sus petunias.

Llueve

y mis amigos cantan a la vida que se va,

mientras los peladitos corren por la calle

detrás de una pelota.

Llueve

y llueve sin parar, afuera,

lejos,

en un paisaje con canoas que bogan río abajo.

Hasta el arco iris sigue lloviendo en mí.

¿Qué es el exilio?

Es mirar que el polvo y la ceniza

caen sobre nuestros ojos y una bruma

lenta se eleva entre tú y el pasado;

es saber cómo se llama la tristeza

y no atrevernos a nombrarla;

es decir: no me acuerdo del vestido que llevabas

la noche que nos amamos bajo un limonero;

es guardar para otro día la risa que traías bajo el brazo;

es dolerte los recuerdos en los bolsillos

de tu vieja chaqueta;

es vivir tu muerte a media voz,

ahogándote en un grito sofocado,

lejos, muy lejos de ti mismo,

rogando que tu patria no se acabe nunca,

pidiendo a tus amigos

que te protejan del olvido,

que te digan que volverás un día

y que ese día está a la vuelta de la esquina;

es encontrar un compañero

y quererlo como si fuera tu propio hermano;

es encontrar a un viejo amigo

que te tiende su mano y te hospeda en su casa:

es luchar contra el tiempo

cuando el amor se aleja como un buque fantasma

y tú no puedes sino llorar el bien perdido.

Inflorescencia

en Corimbo

Antílope

de fuego:

llévame

por la llanura malva,

traspasado de lluvias silenciosas.

Derrámame

en la flor del chocolate,

en el guapurú y su llama oscura,

en el sueño de la tierra.

Arde

mi soledad en el tallo de la noche.

¡Ven!

Fuente: LA PATRIA
Para tus amigos: