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Domingo 19 de agosto de 2012

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Cultural El Duende

Desde mi rincón

De algunos sajones transilvanos

19 ago 2012

Fuente: LA PATRIA

TAMBOR VARGAS

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Más de una vez ya he tratado de hacer ver cómo las ‘naciones’ y ‘pueblos’ de Europa son bastante más numerosos que sus estados (con bandera y pasaporte); y que un conocimiento real de aquel continente exige un conocimiento de estos pueblos. Uno de ellos es el de los sajones transilvanos (Siebenbuergisch-Sachsen, según su autodenominación). Como en casi todos los casos europeos, Transilvania cuenta con una historia larga y compleja, fruto de circunstancias variantes y aun contradictorias, de una frecuente conflictividad. En todo caso, conviene saber que, desde la Edad Media, la región donde se instalaron aquellos germanos ‘saxones’ (en realidad, procedentes de la Renania, Flandes y otras regiones alemanas occidentales) tomó la etiqueta de Transsylvania o ‘región al otro lado de los bosques’; en cambio los ‘sajones’ le dieron el nombre de ‘Siebenbuergen’ o ‘septemcastrensia’ o ‘las siete fortalezas’ o ‘siete castillos o ciudades’ fundadas por aquellos Saxones durante los siglos XII-XIII; y añadamos que en los siglos XVI y XVII llegaron y se instalaron en algunos puntos de Transilvania otros germanos disidentes religiosos.

Y a este territorio quiero dedicar estas líneas. Lo haré de la mano de algunos libros que últimamente han atraído mi atención. Los dos primeros tienen en común a Hans Bergel por (co)protagonista; en efecto, ya sea en la biografía que le ha dedicado la germanista Renate Windisch-Middenfoprd, Der Mann ohne Vaterland. Hans Bergel – Leben und Werk (Berlín, Frank & Timme, 2010, 163 p.); ya sea en el epistolario que la misma investigadora ha dado a conocer y que Bergel y Manfred Winkler mantuvieron entre 1994 y 2010 (Wir setzen das Gespraech fort…, Berlín, Frank & Timme, 2012, 353 p.).

Bergel (nacido en 1925 en la modesta ciudad de Rosenau (del distrito de Brasov / Kronstadt); pero en quien en 1939 tenía 14 años ya puede suponerse que la guerra mundial no facilitaría una escolarización por caminos trillados; en efecto, la mayor parte la siguió en la ciudad cercana de Sibiu /Herrmanstadt. Después, ya bajo dominio comunista, su misma vida no sólo perdió cualquier signo de normalidad, sino que quedó marcada por la más impredecible aventura: ya en 1944 combatió en la guerrilla anticomunista; después, en 1947 y en 1954, pasó por las cárceles del nuevo régimen; y éste no tardó cerrándole las puertas de cualquier estudio universitario; entonces se ganó la vida como informante de servicios secretos occidentales, como pianista de cabaret y, al final, el atletismo profesional (en el que logró no pequeños éxitos internacionales).

Pero la principal de tales ‘aventuras’ le llegó por donde menos podía esperarse: un relato suyo obtuvo en 1957 un premio y una publicación en el ámbito oficial comunista; su desgracia fue haberla dotado de una ambigua duplicidad de interpretación: si primero logró ‘engañar’ a los jurados y responsables editoriales, al cabo de cierto tiempo los vigilantes ideológicos del régimen descubrieron su aviesa ambigüedad; y con ello su ‘delito’ ya era doble: haber echado mano de la inteligencia y haber engañado a los ‘representantes del pueblo’. En 1959 fue enjuiciado junto con otros cuatro escritores sajones transilvanos (conocido como “proceso del templo negro de Kronstadt”); sobre él cayó una condena de 15 años de trabajos forzados. Ya sabemos qué significaba en concreto ese tipo de pena; y ha sido el propio Bergel quien ha dejado recuerdos escalofriantes de lo que vivió en diferentes regiones del país. A pesar de todo ello, en 1964 pudo beneficiarse de una amnistía que casi vació las cárceles; aunque recuperó su familia, en 1965 logró que se le permitiera emigrar a Alemania y tres años más tarde pudo seguirla, aunque su encarcelamiento acabó costándole la vida matrimonial y familiar.

En Alemania encontró un acomodo relativamente bueno y rápido: de alguna forma combinó en ritmo desigual, por un lado, desde la Radiofusión de Baviera y su obra ensayística, la denuncia del régimen comunista rumano de Ceaucescu; por otro, su propia creación literaria (que resultaría otra forma de lograr lo mismo por los medios de la dicción. Visto a la distancia del tiempo transcurrido, no tardó en transitar por unas posiciones nada conciliadoras, en las que nada más fácil que hacerse de enemigos. Y los tuvo y los sigue teniendo. No olvidemos que la Europa triunfalmente progresista de 1968 jamás dejó de defender la ‘rebeldía’ antisoviética del dictador Ceaucescu. En este sentido, cabe calificar a Bergel de francotirador; pero francotirador que siempre supo contra quiénes debía luchar.

Este Bergel en combate permanente e innegociable lo reencontramos en su epistolario con Manfred Winkler. Se trata de un oriundo de la Bucovina, nacido en 1922 en su capital histórica de Czernowitz (mitificada retrospectivamente con la cultura judía en que crecieron figuras trágicas como las de Paul Celan y muchos otros escritores). Winkler, judío germanófono como la mayoría de los judíos intelectuales de aquella región, perdió a sus padres y a su hermano en la deportación siberiana de 1940; él en 1946 llegó ‘repatriado’ a una Rumania ya sin la Bucovina: en Bucarest, pero sobre todo en Temeschwar / Timisoara logró sobrevivir a la asfixia comunista; pero en l958 aprovechó la ocasión de dejar el país y al año siguiente se instaló en Israel, donde comenzó una nueva vida.

Bergel y Winkler habían coincidido una sola vez en un hotel de Bucarest; y después intercambiaron algunas cartas; pero sólo en 1994, por iniciativa de Bergel, restablecieron el contacto epistolar entre Alemania e Israel. En el volumen ya mencionado se publican 124 cartas (ligeramente más numerosas las de Winkler que las de Bergel. En realidad se trata, no sólo de una selección entre las escritas (p. 10), sino que también se prescinde de párrafos en las seleccionadas (cf. por ejemplo pp. 23, 27, 41, 45, 52. 78, 79, 84…); pero nos quedamos sin saber a qué criterios han obedecido una y otra operación.

Del interés de esta correspondencia puede afirmarse que supera la medianía, aunque es obvio que no siempre puede mantener un nivel de excelencia: la serie de pasajes más o menos extensos en que se abordan problemas mundiales, locales rumanos, israelíes, alemanes, europeos; o en los que se adentran en las tragedias vividas en carne propia, ofrecen el núcleo duro del volumen y el que le da una consistencia envidiable. Como no podía ser otra forma, cada uno de los dos participantes lo hace dentro del marco de su personalidad y con las ‘ideas fijas’ que lo vivido ha dejado impreso en su alma. Acá y allá, uno u otro, se rebela contra cualquier intento de ‘relativizar’ las tragedias del siglo XX; con ello parecen querer negar, no sólo su relativización, sino incluso su ambigüedad. Y como cabía ya esperar, esto se hace más visible en Winkler que en Bergel; y esto no podría sorprender, pues que al hacerlo Winkler, no sólo manifiesta una posición típica judaica, sino que hace visible aquella íntima necesidad ‘judía’ de cerrar el paso a cualquier claroscuro en la forma de enfrentarse a la Historia. Más cerca en el tiempo, uno y otro se indigna e insurge contra los intelectuales pro-comunistas. Y por supuesto que en sus cartas se hace presente con frecuencia sus aficiones y criterios literarios, desplegando sólidos conocimientos.

Dejando de lado puntos perfectamente discutibles, el intercambio de perspectivas, enfoques, valoraciones y juicios que aflora al filo de este carteo constituye con frecuencia un goce de alto nivel y en él se hacen visibles los puntos fuertes de dos representantes de la cultura centroeuropea interbélica, Y en este mismo sentido queda perfectamente justificada su publicación. La anotación de Windisch-Middendorf suele ser certera e iluminadora, dentro de su sobriedad predominante.

Y acabaré este viaje imaginario con un curioso volumen de otro sajón transilvano: Ingmar Brantsch nació en Kronstadt 1940, por lo que pertenece a una generación; pudo estudiar germanística y otras especialidades en la Universidad de Bucarest. Luego ejerció la enseñanza, además de hacer sus primeros pinitos en la producción literaria; pero en l970 dejó su tierra y desde entonces vive en Alemania, también como profesor de secundaria en Colonia (hasta su jubilación en 2007) y escritor. El título de la obra que tengo de él reza: Inkorrektes ueber die Political Correctness. Aphorismen und Essays (Vechte- Langfoerden, Geest Verlag, 2009, 204 p.).

La mayor parte del libro se compone de ‘aforismos’ (concepto que, a la vista de los aforismos de Brantsch admite una amplia gama de equivalentes: sentencia, máxima, dicho, pensamiento, fórmula…); he aquí algunos ejemplos:

1) “Romanticismo acerado. Romanticismo acerado significa amar a una virgen de hierro” (p. 25)

2) “Loa del diálogo. Si nos tratamos por cien años, todos nos entendemos” (p. 31)

3) “Título acertado para la autobiografía de una disidente del bloque oriental: Martirio con buen ojo” (p. 54)

4) “Exactitud germánica. A las 19 horas, la película ‘El grito mudo’. Versión original con subtítulos” (p. 109)

5) “Globalización en Rumania. De la Securitate a la Security” (p. 138)

He escogido sólo entre los breves y concentrados, pero los hay de variada estructura. Quizás el secreto del buen aforista consiste en poseer un registro variado, no sólo de formas, sino sobre todo de perspectivas. Caso contrario acaba cansando; no sólo cansando, sino con la pólvora mojada. Que es tanto como provocar desconfianza. Servidumbres del género…

Desde Bolivia hay, con todo, un comentario ineludible: ¿por qué nos faltan aforistas de temple? Porque es muy baja la tolerancia a sus dardos. Todos andamos como puerco espines por la vida. Y ahora, es fácil criminalizar el sentido del humor que nos cae chancho: ¡para esto hay una “Ley contra el racismo y toda forma de discriminación”, pues!

Fuente: LA PATRIA
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