Caleidoscopio de tres colores: La Sacrosanta Enseña Nacional, en magnífico apronte patriótico y adornada con sus tres colores en airosa cosmogonía con aires de libertad y patriótica espiritualidad. Pendón de la bolivianidad colocado en un asta en lo más alto del firmamento de la orureñidad. Nada se aprecia tanto cuando flamea orgullosa nuestra Bandera, ensalzando nuestro espíritu de patriotismo e infundiendo coraje, cuando al izar frente al conjunto de la ciudadanía y entonando las estrofas del Himno Nacional, convirtiéndose todos al unísono en un solo patriota. El 11 de noviembre de 1851, flamea por primera vez desde la fundación de la República en 1825. Tuvieron que pasar 26 años para que orgullosa la Villa de San Felipe de Austria, hoy Oruro, presenciara la iza de nuestra tricolor, creada e inspirada en el Arco Iris, donde resaltan los colores primarios; es decir, el rojo simboliza la sangre derramada por los patriotas antes y después de la Fundación de la Patria, producto de las guerras fratricidas a lo largo y ancho de nuestro territorio, defendiendo nuestra heredad nacional.
El amarillo, inspirado en las cantidades de minerales del subsuelo como el oro, la plata y el esplendor de otros minerales, todos destellantes por los brillantes rayos del sol. El verde, inspirado en los territorios y parques nacionales de floreciente flora y abundante fauna de la naturaleza y la esperanza. Así en corta reseña, desborda el espíritu del corazón orureño, al divisar a lo lejos nuestra tricolor en frágil cosmogonía serpenteante, que cuelga del cielo azul “sugerente”, invitando al ciudadano apreciar en un gesto cívico su inmaculada belleza. De valor eminentemente sociológico ya que es parte de los acontecimientos cívicos en homenaje a las efemérides departamentales y nacionales.
Faro con aroma del tajo de mineral: Como gigante antorcha “a la caída de la noche”, representa el valor místico del fuego, que desde su construcción está erigido en “incólume lumbre de libertad”, de bolivianidad. Astro luminoso con luz propia, de valor simbólico y sempiterno de cuerpo y espíritu orureño, su iluminación artificial refleja una vista panorámica, acompañando en seguros pasos la necesidad del noctámbulo por realizar sus actividades más allá del ocaso de la tarde y sobre todo en el entorno donde anochece pronto en invierno. Siendo parte viva de la historia de Oruro, también es fuerza invisible de continuo progreso, escudriñando el ayer para absorber con un hálito anheloso, las cuatro virtudes que han dejado nuestros antepasados; todo dicho de otra manera: la Prudencia, Templanza, Coraje y Justicia para cultivarse en un futuro cercano, para bien de nuestra meseta altiplánica “Símbolo de nacionalidad y hermandad”. Así es el Faro del Conchupata, único punto de unión entre los estantes y habitantes de este jirón patrio y su inalienable civismo patrio. Desde su amplia y decorativa explanada se puede apreciar prácticamente toda la ciudad, extendida hacia los cuatro puntos cardinales y divisándose en el horizonte en especial, las chimeneas de los hornos de fundición de la localidad de Vinto. En Oruro que es cuna de la libertad; es baluarte y vigía en noches vaciadas con miles de estrellas en torno a la diversidad topográfica de incalculable riqueza del extenso altiplano.
Teniendo entre sí, cierto enlace urbanístico de la ciudad, el Faro, el teatro al aire libre y el parque Eduardo Abaroa forman una singular “trilogía”, de actividades diversas en su entorno de múltiples acontecimientos diversos de toda índole, el faro con actos cívico-patrióticos; el otrora teatro al aire libre, donde se desarrollaba, diversidad en su conjunto de teatro, música y danza, colmando sus graderías en solaz esparcimiento de la ciudadanía y el parque Eduardo Abaroa donde se efectúa cada año el homenaje y desfile al héroe del puente del Topáter y de nuestro mar cautivo.
“Una mirada dice más que mil palabras”
(*) Es funcionario de la UTO
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