Jueves 16 de agosto de 2012
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Estamos en la Tierra para practicar en nuestra vida diaria los Diez Mandamientos dados por Moisés y la enseñanza de Jesús de Nazaret dadas en Su Sermón de la Montaña, pues ambos contienen la clave para una vida feliz. La meta es purificar nuestro pasado, arrepentirnos, reparar en lo posible y no volver a repetir nuestros antiguos pecados, en definitiva irnos convirtiendo poco a poco en seres divinos. Ése es el sentido profundo y el significado de la reencarnación.
Cada cual tiene el derecho de creer en la enseñanza de su Iglesia y atenerse por lo tanto a la fe que enseñó el fundador de su religión. Pero Jesús de Nazaret enseñó algo diferente y Su enseñanza no debería deformarse, pues tanto la predestinación como la condenación eterna son enseñanzas crueles de las que Jesús nunca habló y que muestran a un Dios malvado. ¿Es este el Padre que tan amorosamente no enseñó Jesús? ¡De ningún modo! Si realmente fuese así, no seríamos más que marionetas de un dios cruel, absurdo e imprevisible.