Acaba de finalizar en Cochabamba el VII Encuentro de Escritores Iberoamericanos, convocado por el Centro Pedagógico y Cultural “Simón I Patiño”. Participaron en el mismo, con sendas ponencias, cuatro escritores nacionales y tres extranjeros; Ferrufino, Arnal, Urrelo y Antezana entre los bolivianos; Santiago Gamboa, Marcos Giralt y Luisa Valenzuela, de Colombia, España y Argentina, respectivamente.
El eje temático de este encuentro fue algo intimidante: “Del amor, las mujeres y la muerte”…No, no. Ese es un libro de “mi maestro Schopenhauer”; el del evento dice: “La literatura entre el amor, el sexo y la violencia”. Impactó a los invitados el escabroso anuncio. Tal vez no sólo por eso; esa forma de expresar como si la actividad literaria se mezclara con los tres elementos, es algo en verdad desconcertante. Pero en realidad se quiso decir: “el amor, el sexo y la violencia en la literatura”; es decir, en la obra de los narradores.
El amor es de por sí un tema sugestivo. Se desliza (el amor) casi siempre por un plano inclinado hacia el erotismo y el sexo; aunque hay también “amores imperfectos” que no llegan a esa instancia, a diferencia de los otros que avanzan hasta la inmolación en el altar nupcial. De cualquier modo, existe en la pasión amorosa un principio potencial de violencia, aún sin el sexo. También hay, en fin, el puro sexo convencional o de aventura accidental, sin compromiso ni sentimiento.
Eso sucede en la vida real. Los escritores no tenían que expresar sus impresiones sobre lo que acontece en dicho escenario. La “triple frontera (el amor, etc.,) donde se sitúa la zona de conflicto”, según la escritora argentina Valenzuela, tiene que estar reflejada en el contenido temático de las obras y en la sensibilidad de sus autores. ¿Cómo se relaciona la literatura con esos conflictos? ¿Difiere de un país a otro? Había gran expectativa por conocer respuestas a preguntas como esas, tomando como base la propia experiencia narrativa de los novelistas.
Al parecer, no hubo pautas sobre la radicación del tema en el espacio y ni en el tiempo. Fue una agenda abierta hacia todas las perspectivas posibles. La mayoría se orientó hacia el remoto pasado de los clásicos conocidos. Obviamente sin ninguna novedad que añadir. Sólo de modo incidental los visitantes hablaron un poco de sus respectivos países, mencionando libros y autores. Habría sido muy útil entablar un debate, pero por la metodología del “Encuentro” y la dispersión de los enfoques distintos, no fue posible.
Con una temática similar, Mario Vargas Llosa acaba de lanzar una carta polémica sobre la mesa. Parecía un poco extraño que no se mencionara siquiera en el evento. ¿Hay algo más cercano al erotismo que el sexo? Sin embargo, al decir del Premio Nobel, las vivencias tradicionales están siendo sustituidas ahora por otras menos comprometidas, más bien disociadas de la emotividad del amor. Despojado de su privacidad y su misterio, la tendencia actual es “sacar al sexo de las alcobas y exhibirlo como espectáculo en la plaza pública… para regresarlo a los tiempos de la caverna”. (“La civilización del espectáculo”, 2012).
En Bolivia, el país del silencio obstinado, hay una “Antología del cuento erótico boliviano” (2001) con la autoría de unos veinte escritores. Unos años después (2003), se publicó en un suplemento literario el resultado de una encuesta de opinión. Allí se afirma que la “literatura erótica es un género sumergido en Bolivia”. Por lo visto en el “VII encuentro”, suponemos que debe seguir sumergida. ¡Qué lástima!
(*) Pedagogo y escritor
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