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Domingo 12 de agosto de 2012

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Revista Dominical

Ustedes me buscan

12 ago 2012

Fuente: LA PATRIA

Por: Bernardino Zanella - Siervo de María

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Muchas veces nuestra relación con Dios tiene como finalidad conseguir algún favor. Esta puede ser una fe incipiente, que necesita madurar, hasta la gratuidad del amor. Como nos enseña el evangelio de san Juan 6, 24-35:

«Cuando la multitud se dio cuenta de que Jesús y sus discípulos no estaban en el lugar donde el Señor había multiplicado los panes, subieron a las barcas y fueron a Cafarnaúm en busca de Jesús. Al encontrarlo en la otra orilla, le preguntaron: “Maestro, ¿cuándo llegaste?”. Jesús les respondió: “Les aseguro que ustedes me buscan, no porque vieron signos, sino porque han comido pan hasta saciarse. Trabajen, no por el alimento perecedero, sino por el que permanece hasta la Vida eterna, el que les dará el Hijo del hombre; porque es El a quien Dios, el Padre, marcó con su sello”. Ellos le preguntaron: “¿Qué debemos hacer para realizar las obras de Dios?”. Jesús les respondió: “La obra de Dios es que ustedes crean en Aquél que Él ha enviado”. Y volvieron a preguntarle: “¿Qué signos haces para que veamos y creamos en ti? ¿Qué obra realizas? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como dice la Escritura: Les dio de comer el pan bajado del cielo”. Jesús respondió: “Les aseguro que no es Moisés el que les dio el pan del cielo; mi Padre les da el verdadero pan del cielo; porque el pan de Dios es el que desciende del cielo y da Vida al mundo”.

Ellos le dijeron: “Señor, danos siempre de ese pan”. Jesús les respondió: “Yo soy el pan de Vida. El que viene a mí jamás tendrá hambre; el que cree en mí jamás tendrá sed”».

Después de la multiplicación de los panes, la gente busca a Jesús. El pan pone en evidencia el motivo de esta búsqueda: “Porque han comido pan hasta saciarse”. Todos desearían seguir teniendo esta situación que les permita tener solucionado tan fácilmente el problema de la propia alimentación, sin ningún esfuerzo.

Jesús intenta orientar la búsqueda en otro sentido. Hay que entender la multiplicación de los panes sólo como una señal, una flecha que indica la dirección. El pan material se acaba, sostiene una vida física precaria, pero nos habla de otro pan, un alimento que da vida definitiva. Este pan será don del Hijo, enviado por el Padre, pero será también fruto del compromiso humano: “trabajen”. Habían sido testigos del amor de Dios, que los invitaba a la solidaridad, a la entrega recíproca, y no han entendido la enseñanza: es el amor que alimenta la vida verdadera, y que lleva también a compartir el pan material. Y este amor tiene un nombre: Jesús. Él es el pan que baja del cielo, y que puede saciar el hambre del hombre: “El que viene a mí jamás tendrá hambre; el que cree en mí jamás tendrá sed”.

Hoy hay muchas personas que ya no buscan a Jesús. Han encontrado otros caminos para satisfacer su hambre, un hambre que a menudo se limita a horizontes puramente humanos.

En cambio, hay muchos que se sienten animados por la fe, pero reducen su religiosidad a aspectos muy interesados: piden alimentos, casa, trabajo, salud, éxito. Y para conseguir de Dios, de la Virgen, de los Santos estos beneficios, están dispuestos a ofrecerles algunos sacrificios. Su cumplimiento de las prácticas religiosas es como un negocio: yo le voy a dar a Dios algunas cosas, y Dios a cambio me va a recompensar con lo que le pido. La imagen de Dios que nos hacemos es la de un gran contador, que va anotando oraciones y méritos, y devuelve las correspondientes gracias pedidas y merecidas. La misma salvación es fruto de nuestra conquista.

Otra es la imagen de Dios que nos manifiesta Jesús. En él se revela el amor gratuito del Padre, que nos invita y nos capacita a vivir en el amor, por la fuerza de su Espíritu. Sin duda podemos pedir a Dios las cosas que necesitamos, a partir del pan de cada día para todos, pero la verdadera finalidad de la búsqueda de Jesús tiene que llevarnos a dar nuestra adhesión a él, reconociendo en él la revelación del amor del Padre y aprendiendo de él la capacidad de compartir y de amar, como lo ha revelado en la señal de la multiplicación de los panes.

Fuente: LA PATRIA
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