El diario vivir del Gobierno y de la propia comunidad nacional, está matizado por anuncios sobre “golpes de Estado” que preocupan al Presidente y su entorno. En todo se ven conspiraciones de la oposición y de quienes querrían “bajar al Presidente”. Los fantasmas sobre golpes y revoluciones, cambios de gobiernos y atentados contra el régimen constituido menudean y sirven, simplemente, para atacar a quienes le hacen notar sus errores al régimen.
El Gobierno tiene conciencia, al igual que la comunidad nacional, que los golpes de estado del pasado o los cuartelazos y las revoluciones para cambios que no cambian nada, han pasado a la historia y queda de ellos una especie de recuerdos como pesadillas, aunque en algún régimen dictatorial se haya hecho algo bueno por el país.
Bolivia, desde el 10 de octubre de 1982 vive tiempos democráticos; que no sabemos respetar esa situación y quienes tienen poder político, económico y social piensan que el poder implica inmunidad e impunidad, viven equivocados y la memoria del país los condena. Parece, muchas veces, que la ignorancia de militantes de todos los partidos políticos siempre es grande y llega a los peores extremos porque creen que lanzando juicios o criterios equivocados “se ponen bien con el régimen” y, tal vez, con la intención de “pasar factura” por ser acérrimos defensores del sistema.
Pretextar golpes de Estado en estos tiempos es vivir fantasías; resulta, en las actuales circunstancias, el mejor medio de “acercarse a las masas” y recuperar popularidad perdida porque se piensa que esa “masa” sólo debe creer, sentir y pensar lo que el régimen propala por todo lado: la necesidad de cambios y el imperio de un estado socialista que “contemple los intereses del pueblo”. El “slogan” ya no sirve, pasó de moda y estuvo pasable y comprensible para los primeros meses del año 2006 en que faltaba todavía convencer a los no creyentes de las “ventajas de los cambios”. Esas gentes esperaban, lógicamente, cambios que nunca se produjeron, pero no tomaron en cuenta que para cambiar es preciso tomar rumbos diferentes, cambiar conductas, tomar conciencia de país y tener vocación de servicio, cualidades que el Gobierno aún no adquirió y que, como van los hechos, tardará mucho en cambiar efectivamente, desterrando la soberbia y la petulancia que tanto daño le hace al país y al propio régimen que, en el día a día, carcome su propia conducta.
Muchas fantasías se han vivido en el pasado con los golpes revolucionarios, con las promesas de cambio de todos los gobiernos civiles y militares y el pueblo se convenció de una realidad: todo sirvió para justificar la permanencia del régimen en el poder y, así, se fueron fraguando otros golpes que, en la actualidad no tienen asidero ni posibilidad alguna.
Sería bueno que el régimen del MAS cambie posturas y no viva la fantasía de un posible golpe porque sólo partidariamente se lo ve cerca y no se crea que el pueblo, y mucho más las organizaciones civiles y lo poco que hay de partidos políticos, conciban o propugnen un golpe de estado sabiendo que pasaron esos tiempos porque se comprobó la conveniencia democrática para el país.
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