Domingo 05 de agosto de 2012
ver hoy
I
En la siesta del sábado
soñé con tu espalda como una pradera
donde los deseos gozan del pan de los elegidos.
Un mundo de suaves caminos
entre el amanecer de tu piel
y el ocaso de las sábanas
donde deshojar las horas era tan dulce
como la ungida miel de tus labios.
II
El frío amanecer se cuela por la ventana
tras tu silueta absorta en un horizonte compartido.
Te miro de lejos, cauteloso, como se miran los sueños
y empeñado en eternizar este instante
te digo todo, todo
sin pronunciar ni una sola palabra.
VI
Tú sobre la cama y toda la noche sobre nosotros.
Así las horas, así la vida, entre tu mirada y mis palabras.
Nuestros cuerpos,
barca mecida en la quietud de un muelle abandonado.
VII
Una mañana quisiste cantar
y entonaste algunas melodías
sencillas del tiempo de la niñez.
Me pediste que te acompañara
pero, como la villana fiera de alguna fábula
me escabullí por el follaje
y, agazapado, contemplé en silencio tu belleza.
Fuente: LA PATRIA