“Salve, Salve. Oh Patria feraz bendecida. Salve, Salve Oh Patria fecunda el valor. Nuestro orgullo es deberte en la vida. Nuestro orgullo es morir por tu honor. Nuestro orgullo es deberte en la vida y nuestro orgullo es morir por tu honor. Salve Oh Patria, Saaaalve”. Es la primera estrofa de un himno que se viene olvidando, y que constituye la filosofía del patriotismo que debemos observar todos los bolivianos, en el entendido de que PATRIA significa: “El conjunto sagrado de la tierra, la historia, la vida presente y las nobles aspiraciones del país y del pueblo al que nos unen el nacimiento o la sangre de los padres. Es un sentimiento de pertenencia. Es mezcla de apego territorial y de efusiones personales”, cual lo define el Diccionario Jurídico.
Evidentemente, la consideración del territorio como patrimonio nacional, una consideración de cultura, una coincidencia idiomática, constituyen elementos básicos de la idea de Patria.
En las fiestas patrias, debemos ser honestos con la historia pasada y presente, de modo que nuestra juventud tenga la certeza de que Bolivia no se constituye en un accidente geográfico ni mucho menos, tal como lo señalaron algunos autores de Europa, menos podemos admitir aquello de que: “Los pueblos se merecen los gobiernos que tienen”. De ahí es que consideramos necesario insuflar civismo y patriotismo en nuestra juventud, porque ambos valores se vienen perdiendo porque infelizmente no contamos con una política educativa eficiente ni pragmática, aspectos estos que el actual Gobierno tiene la obligación de reconocer para enmendar errores, y no continuar incurriendo en las improvisaciones que le están haciendo mucho daño a la Patria.
Para conocimiento de nuestra juventud, que es el sector al que debemos transmitirle la historia con mayor preferencia, señalemos que la República de Bolivia no fue fundada el 6 de Agosto de 1825 sino el 8 de agosto de dicho año y obviamente es esa fecha la que debemos conmemorar como el cimiento de nuestra nacionalidad. Lo que ciertamente había ocurrido es que en la sesión de fecha 8 de agosto de 1825, los miembros de la Asamblea Deliberante, que fuera convocada por el Mariscal Antonio José de Sucre mediante Decreto de 9 de febrero de 1825, decidieron conmemorar anualmente el 6 de agosto, en reconocimiento a la Batalla de Junín que fuera protagonizada por el Libertador Simón Bolívar en el Bajo Perú y no en el Alto Perú (hoy Bolivia). Primera aclaración.
Está demostrado que ni el Libertador Simón Bolívar menos el Mariscal Antonio José de Sucre conocían personalmente el territorio del Alto Perú (hoy Bolivia), de manera que ambos héroes no tuvieron actuación guerrillera alguna en nuestro territorio, y si intervinieron en la fundación de la nueva República, había sido a instancias de los criollos de Chuquisaca que pidieron dicha intervención, seguramente en razón de que el Cnl. Pedro de Olañeta continuaba con su pequeño ejército realista en la pretensión de sentar sus reales en el Alto Perú, pero que fue batido el 1 de abril de 1825 por el heroísmo del Gral. Carlos Medinaceli Lizarazu en la batalla de Tumusla, con lo que se dio fin a la dominación española y la presencia del ejército realista en lo que hoy es Bolivia. Esa es la verdad histórica.
Ahora bien, ciertamente que nuestros héroes de la denominada “guerra de los quince años” fueron los artífices de la independencia del Alto Perú, pero que lamentablemente no fueron los actores de la fundación de la República Bolívar, en razón de haber ofrendado sus vidas en las cruentas guerrillas; sin embargo, es oportuno reconocer la egregia figura de aquel Gral. Carlos Medinaceli Lizarazu que, inclusive con anterioridad a la convocatoria a la Asamblea Deliberante, remitió varias cartas al Mariscal Sucre, a través de las cuales se llega a establecer su adhesión revolucionaria a las ideas de independencia.
Pero de que han servido las angustias, las vidas que fueron segadas en holocausto de las guerrillas, si después de la fundación de la República y hasta nuestros días, nos encontramos con un país en crisis permanente, al extremo de que se observan actitudes y conductas que pretenden la destrucción de nuestra heredad, y se ignora lo dicho por el propio Mariscal de Ayacucho, quien al dejar la administración de la nueva República dijo: “Aun pediré otro premio a la Nación, el de conservar por entre todos los peligros la obra de mi creación”, alocución emergente de las tácticas y estrategias utilizadas particularmente por el “dos caras” Casimiro Olañeta, quien fue el “fuche” de la política nacional durante muchos años, y aquel ejemplo continúa perdurando en nuestros políticos criollos.
Por ello es que en estos ciento ochenta y siete años de la creación de la República Boliviana, consideramos imprescindible convocar a los gobernantes de turno, dejar a un lado la soberbia, recordar al carpintero de Galilea, cuya humildad la demostró aún en los momentos de ser crucificado, y no reeditar lo hecho por los invasores de España en nuestro continente, cuando dividieron a los indígena originarios con regalos consistentes en espejitos y otras chucherías, llegando al extremo de que indígena originarios se volvieron contra sus pares que también eran indígena originarios. Ojalá que esta admonición sea tomada en cuenta, por la salud de la Patria. “Salve Oh Patria”.
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