Se trata de una afirmación de la autoridad ejecutiva municipal frente al caos existente y reconociendo que “toda la ciudad es un mercado”; tal parece que en adelante se restringirá la otorgación de autorizaciones para el asentamiento de comerciantes en las calles de la ciudad. Se entiende que se reordenarán los puestos de venta que tengan ya su padrón, pero no se autorizará ningún nuevo pedido en ese sentido.
El caso existente atribuido en gran parte al crecimiento del comercio informal tiene algunas raíces que fueron plantadas en pasadas gestiones con un abierto apoyo de autoridades superiores del propio gobierno municipal, cuyo proceso se mantiene vigente, cuando se mueven ciertos hilos que manejan hábilmente responsables de legislar en el municipio y que por vínculos propios de su actividad, no tienen otra alternativa que favorecer a sus sectores, incluso por encima de las disposiciones del ejecutivo.
Hay posiciones contradictorias entre los propios comerciantes, mientras en la Alcaldía parece que el desorden colmó la paciencia de la autoridad edil y por lo menos de momento no habrán más padrones para ese comercio irregular que se ubica desaprensivamente en las calles, plazas y parques, mientras varios mercados ya abiertos a la ciudadanía tienen ocupada mínima capacidad de sus puestos porque los comerciantes prefieren vender en las calles, una situación que no pueden evitar los dirigentes gremiales.
Un recuento del funcionamiento de mercados permite observar ese fenómeno de incumplimiento a disposiciones vigentes e inclusive en abierto desacato a los fines y objetivos de programas especiales de financiamiento que permitieron la construcción de centros de abasto en algunas zona de la ciudad y que a la fecha tienen la mayoría de sus puestos cerrados mientras en las inmediaciones y en otras áreas las calles son realmente un mercado gigante.
Se habla de la construcción del Mercado Central tan necesario y urgente, pero lo primero que salta a la visión ciudadana son las desavenencias entre directivos de comerciantes que están en pugnas sectarias, sin pensar en el perjuicio que ocasionan a toda la colectividad que no puede ni debería estar pendiente de los caprichos sectoriales.
Es tiempo de aplicar las normas vigentes, eso quiere decir reordenar la ciudad, limpiar las calles de comerciantes y ubicar a los mismos en los mercados de manera que la ciudadanía se acostumbre también a visitar esos centros de abasto para surtir la canasta familiar con seguridad y comodidad, sabiendo que en determinados mercados podrá encontrar lo que busca, favoreciendo de este modo a la gente de los barrios marginales donde hay mercados pero no hay comerciantes.
La medida de no otorgar más padrones municipales tiene que ser respaldada en todas las instancias del Gobierno Municipal, que además debe considerar seriamente el proyecto del Mercado Central disponiendo que su manejo esté exento de presiones o manipulaciones, se trata de una obra prioritaria y eso amerita disposiciones taxativas y no medias razones.
Las disposiciones municipales tienen que cumplirse, las aceras deben ser despejadas, los comerciantes deben ubicarse en los puestos ahora vacíos o utilizados sólo como depósitos en varios mercados, los dirigentes gremiales deben contribuir al reordenamiento de la ciudad, es su responsabilidad.
Fuente: LA PATRIA
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