Simón Bolívar proclamaba la unidad (Segunda parte)
06 ago 2012
Fuente: LA PATRIA
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Sin embargo, el germen de la discordia apareció. Tres siglos de integración bajo el régimen del coloniaje comenzaba a desintegrarse, apenas se sentía cierto grado de libertad y la desaparición de la oprobiosa dependencia. Aparecieron las ambiciones de los caudillos regionales, y hasta muchos de éstos intentaron absorber áreas con el estigma de la invasión. Los apetitos se mostraban famélicos, y cuando Brasil se preparaba para caer sobre Argentina, y ésta, por su parte buscaba aliados para enfrentar al país agresor, Bolívar se desesperaba y reconocía que la guerra no había proporcionado tiempo para preparar la paz. “El Paraguay se ha ligado al Brasil, y Bolivia tiene que temer de esta nueva liga. El Río de la Plata tiene que temer al Emperador, y a la anarquía que se ha aumentado con la variación de gobierno de Buenos Aires, Chile tiene el corazón conmigo, y su gobierno está aliado a Rivadavia. Córdoba me convida para que sea el protector de la federación entre Buenos Aires, Chile y Bolivia”(2). Los pueblos que había liberado el gran caraqueño no se quedaban atrás y “todo amenaza ruina… en Venezuela todo va peor, porque el ejército tiene un partido y el pueblo otro…”
La mencionada Confederación de los países emancipados por los ejércitos libertadores tenía que ser el precedente, o el modelo del Congreso Anfictiónico, soñado por el Libertador. Pero los resultados de esta reunión estaban muy cerca del fracaso; lo que había esperado Bolívar no era realizable, y esto demostraba que las naciones nuevas no estaban maduras para la unión; la cercanía de los nuevos amos señalaba que otros tipos de dependencia surgirían para mal de la justicia. “Los odios apagados… volverán al galope… cada pensamiento querrá ser soberano, cada mano empuñar el bastón, cada toga la vestirá el más turbulento. Los gritos de sedición resonarán por todas partes…”(3)
Todos los años siguientes empleó el Libertador en hacer gobernable a la América, doblegar a los tiranuelos que brotaban en los nuevos países; y desde sus posiciones de gobierno, en los curules de las ideas, y hasta como ciudadano común, insistió en identificar a los hombres que, como marionetas, se dejaban manipular con las ideologías que las criticaba como extrañas. Por eso sentó que “el que sirve a una revolución ara en el mar”. Presentía que aquéllas iban a producir males incorregibles y caer en el torrente de la demagogia. Uno de los microbios que existió en el interior de los seres, surgió en los últimos años, cuando ya se sentía enfermo; y su esfuerzo para imponerse a esa lucha clandestina, era el germen de la calumnia contra el grande de América, lastrada por la expectativa del daño repentino, la incomprensión, la envidia.
En el mensaje al Congreso de Bolivia (25/V/1826 desde Lima)(4) cuando analizó la Constitución boliviana, redactada por él, recomendó preservar “la ley de leyes – la igualdad: sin ella perecen todas las garantías, todos los derechos. A ella debemos hacer los sacrificios. A sus pies he puesto, cubierta de humillación, a la infame esclavitud.” Ese fue desde antes el razonamiento para convertirse en el victorioso héroe de batallas y portentoso juez de los principios democráticos. Prefirió cualquier fatiga para luchar contra la esclavitud, porque con ella el humano pierde su condición primera. Fortificado en su libertad personal puede buscar la unión con sus semejantes, cohesionar sus facultades para que crezcan y sean aceptadas; de esa manera se logra la unidad de los pueblos al desaparecer el aislamiento de los despreciados en cualquiera de las sociedades. “Y no me persuado que haya un solo boliviano tan depravado que pretenda legitimar la más insigne violación de la dignidad humana. ¡Un hombre poseído por otro! ¡Un hombre propiedad!”(4)
Al escribir el Libertador el estatuto magno de una nación dejó la espada y sus condecoraciones, se afirmó en el llano para hablar sobre los derechos humanos y, aunque sus párrafos tuvieron mucha pertinencia en las discusiones y decisiones sobre políticas descubrió sus profundos conocimientos éticos y axiológicos sobre el concepto de justicia social. Tenía la razón como forma de argumentar sobre la justicia: “Nadie puede romper el santo dogma de la igualdad”. Parece que la voz del legislador atronaría el espacio con este mensaje, porque para él era relevante el conocimiento de este acápite de la materia de justicia en el pensamiento filosófico.
“La entrada de un nuevo Estado en la sociedad de los demás es un motivo de júbilo para el género humano, porque se aumenta la gran familia de los pueblos. ¡Cuál, pues, debe ser el de sus fundadores! ¡¡y el mío!! Viéndome igualado con el más célebre de los antiguos…/…Esta gloria pertenece de derecho a los creadores de las naciones…/…Vuestra munificencia, dedicándome una nación, se ha adelantado a todos mis servicios; y es infinitamente superior a cuantos bienes pueden hacernos los hombres”.(4)
Así como era optimista en su carácter cuando juró libertar a la América hispana (15/VIII/1805), así se mostró al finalizar la elaboración de las normas de una república libre que pudiera evitar el desorden, el caos político y la debilidad de sus ciudadanos. Se podía destruir desde adentro el sostén de la independencia, porque el medio era adverso por la carencia de códigos de justicia, y había predominio de gente ignara. La autonomía en su cruda realidad no podía hacerse efectiva porque las facultades individuales no eran suficientes.
Una nueva forma de dominio tomaría el sitio de la vieja colonización, si se siguiera con la formación de hombres libres abroquelados en una utopía civilizadora que originaría definitivamente la emancipación mental. Hombres técnicos capacitados para desempeñarse con mejores resultados en la agricultura, y en las urbes con obras apropiadas. Es un problema social, así percibía Bolívar, porque no bastan las imágenes que muestra la geografía, no debe haber fronteras personales ni regionales; se debe entender que la unión de las colectividades debe expandirse a la unión de los países para que desaparezcan los problemas.
REFERENCIAS
Cartas de Bolívar: 1. Al general Antonio Gutiérrez de la Fuente del 12 de mayo de 1826, desde Magdalena cerca de Lima. 2. Al general F. de Paula Santander del 7 de mayo de 1826. 3. Al general José Antonio Páez. Lima, 4 de agosto de 1826.
4. Mensaje de Bolívar al Congreso de Bolivia (25/V/1826 desde Lima).
Fuente: LA PATRIA
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