Estamos en el Tercer Centenario del año 1712, durante el cual San Luis María Grignión de Montfort, escribió en La Rochela (Francia) el libro de oro, cuyo título completo suena así: "Tratado de la verdadera devoción a la Santísima Virgen. Preparación al Reinado de Jesucristo". Muchos jamás han oído hablar del libro, y mucho menos lo han leído con la atención que merece.
A cualquiera podría parecer que el autor es muy pagado de sí, ya que solo él posee el secreto de la "verdadera devoción a María" como si todas las demás devociones fueran falsas. El Santo Luis María no pensaba en nada de eso; sabía bien que la verdadera devoción es una sola, y que si él la había descubierto para sí, otros antes que él y después de él, podrían también describirla y enseñarla.
El secreto de la verdadera devoción mariana está en que el alma, voluntariamente, se consagra a María, no con meras palabras ni circunstancialmente, sino en una entrega de alma y cuerpo.
¿Qué es concretamente, lo que hay que entregar a María en esta perfecta consagración?
La respuesta de Monfort es breve pero honda y nítida: 1º) El cuerpo con todos sus sentidos y miembros; 2º) el alma con todas sus facultades; 3°) los bienes exteriores -llamados de fortuna- presentes y futuros; 4º) los bienes interiores y espirituales, o sea, los méritos, virtudes y buenas obras pasadas, presentes y futuras.
Lo que supone un enamoramiento completo de la figura de María, un conocimiento cabal del papel que Ella desempeñó en la historia de la salvación, un aprecio singular por el poder que Dios concedió a su Madre, un reconocimiento de que María vive para sus hijos. Solo así se puede explicar que Grignion entregue a María no solo su alma, sino hasta sus bienes, sus méritos espirituales y todos sus sueños.
En el fondo de su entrega, se halla la voluntad de tomar a María por modelo de su propia vida; la humildad de la Esclava que se entrega sin reservas a la voluntad de Dios aunque no siempre resulte agradable; el deseo de imitar a la Virgen en su sencillez de vida, en su voluntaria pobreza, en su falta de ambición terrena; el calor de su confianza en María a la que ve a su lado, y en la que confía plenamente; la santa ambición de unir todos los actos de su existencia a los menesteres de la doncella de Nazaret; el querer viajar continuamente con María por los senderos del sacrificio por la salvación de las almas. Quien posea este talante es que se ha consagrado plenamente a María: no desea practicar algo que a Ella pudiera molestar, y sí quiere realizar lo que a Ella le gustaría.
Se ha consagrado a María, se ha entregado a su plan de salvación; solo anhela llevar al Corazón de María el gozo de una vida que late junto a la de Ella. Y procura que ningún momento de su existencia pueda producir dolor o desaliento en su Madre celestial.
Esta consagración a María la puede realizar el pobre como el rico, más fácilmente el pobre que tiene menos que abandonar. No se trata de bienes externos con los que comprar la cercanía de la Virgen Santísima; se trata solo de un sentimiento interior de vivir en Ella, con Ella, como Ella, por Ella. Lo que es posible hasta al mendigo, hasta la persona atada por un matrimonio, hasta al religioso, hasta al Obispo. La consagración es, sobre todo, un deseo, un proyecto, una acción permanente.
Puede existir una perfecta consagración a María en un tugurio como en un palacio, porque lo substancial es la actitud de la persona.
Y como hay personas que pueden echarle -sin razón- en cara que diviniza a María, Monfort tiene los pies bien en la tierra de la sana teología, y afirma: "La plenitud de nuestra perfección consiste en ser conformes, vivir unidos y consagrados a Jesucristo. Por consiguiente, la más perfecta de todas las devociones es, sin duda ninguna, la que nos conforme, une, y consagra más perfectamente a Jesucristo. Por consiguiente, María es la criatura más conforme a Jesucristo; luego la devoción que mejor nos consagra y conforma al Señor es la devoción a su Santísima Madre. Y cuanto más te consagras a María, tanto más te unirás a Jesucristo".
La verdadera devoción a María no consiste en ofrecerle velas, flores, sacrificios en peregrinaciones, novenarios y fórmulas, sino en aceptarla como modelo supremo de la vida y tratar de parecérsele lo más posible en sus pensamientos, deseos y obras.
Entre muchas congregaciones religiosas y asociaciones de apostoladonacidas al calor de la consagración a Jesús por las manos de María, según el Tratado de la verdadera devoción, está la Asociación Consecratio Mundi, fundada por el P. Luka Cirimotc (1929-2006), quien se había comprometido explícitamente a llevar adelante una maravillosa campaña, desde el día 24 de agosto de 1989, cuando le escribió al Papa:“Nuestro Movimiento tiene el propósito de llevar a cabo la traducción, la impresión y la divulgación gratuita, en grandes cantidades, del ‘Tratado de la Verdadera Devoción’ y de las otras obras de Montfort. Como la tierra ha sido inundada con los libros de Marx (que se ilusionaba de poner remedio a los problemas de la humanidad, pero, lejos de solucionarlos, los ha agravado), del mismo modo, nuestro Movimiento desea cubrir la tierra con el ‘Tratado’, para ofrecer, a los que lo acojan de corazón y pongan en práctica sus enseñanzas, una verdadera (tal vez la única) áncora de salvación”.
Director Nacional Pioneros de Abstinencia Total
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