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Domingo 29 de julio de 2012

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Revista Dominical

Contrapunto

En memoria de Jorge Ruíz

29 jul 2012

Fuente: LA PATRIA

Por Juan Manuel Fajardo - Abogado, Ensayista, Crítico de Cine

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JORGE RUIZ es uno de nuestros cineastas, quizá el principal, que ha colocado a Bolivia a través de sus filmes en las marquesinas de los cines y teatros, en los festivales internacionales, identificando nuestra actividad cinematográfica, aportando, relievando la función del cine, con argumentos que van desde lo político social, pasando por el drama, y expresiones artísticas puras, como el documental.

Estas líneas van en homenaje a Jorge Ruiz, al maestro que partió como diría en un poema Truman Capote, “a las praderas del cielo”; a ese maestro, artífice de la rosa colectiva de pétalos humanos, la bolivianidad, puesta por él en la imagen en movimiento; rosa secular que renace siempre. En memoria del venerable anciano, nunca derrotado, ni vencido, sino por la muerte, que luchó lleno de fe y que alentando siempre una esperanza sin límites, irradió luz, mucha luz sobre los que tuvimos el privilegio de ser sus discípulos, y compartimos con el algunas horas de su vida, conversando de aquello que era su pasión, el Séptimo Arte, el cine; la forma de verlo, de realizarlo, excelsa herencia que nos deja.

Por ello me permito reproducir tres trabajos sobre su obra fílmica, escribí hace algún tiempo; reevaluarlos fue redescubrir a Jorge, no sólo como el realizador que hizo más de un centenar de películas, con las características especiales de su estilo, sino por lo social en los temas que aborda; la actualidad que cobran, y el valor que tiene el haber registrado hechos que ahora son históricos y de valor incalculable; importantes para nuestra cultura; pero sobre todo por ser el cineasta que expuso, mostró, visualizó ante los ojos del mundo, la existencia de “otros” bolivianos, campesinos o indígenas, que durante décadas habían permanecido sumergidos, deliberadamente ignorados dentro nuestro propio país. “Los Urus”, “Revolución”, son una muestra. La aldea vernácula chipaya que aparece en “Vuelve Sebastiana”, ahora es un recuerdo del pasado, existe sí, pero en el filme homónimo de Ruiz y en láminas de libros o fotografías, como “La Vertiente”, el primer largometraje en el que participan más de dos mil personas, sin otra escenificación, que el pueblo de Rurrenabaque, o “Los primeros”, sobre la gesta del petróleo boliviano. Estos se dirá, son filmes del pasado, sí, pero también son películas germinales del cine boliviano y de las que todavía se puede aprender mucho. Jorge Ruiz falleció en la ciudad de Cochabamba, a las 00:03 a.m. del 24 de julio del presente año, fue declarado por la Gobernación del Departamento, Ciudadano Ilustre; sus restos fueron inhumados en el Cementerio General. Paz en la tumba del maestro.

“VUELVE SEBASTIANA…”

Jorge Ruiz, tiene en su haber más de 100 filmes entre corto y largo metrajes, está considerado internacionalmente como el “Padre del Cine Indigenista Andino” y del documental de la época sonora del Cine Boliviano. Resultado de varias sesiones de tertulia cinematográfica con él, son estos trabajos, que reflejan lo social en su producción fílmica realizada, cuando lo trepidante de un cambio revolucionario en nuestro país aún estaba caliente. De sus más de 80 años de vida 50 los ha dedicado al cine, la mayoría de los filmes realizados en nuestro país como “Los Primeros” (1956) Y “La Vertiente” (1958) van por la vena integradora Occidente con Oriente, Oriente con Occidente, historias de uno y otro lado de la cordillera.

“Vuelve Sebastiana - Los Chipayas” (1.953) nos introduce a un mundo Chipaya ya desaparecido, es, el único documento fílmico infinitamente precioso, un raro legado, quizá el único y el último del llamado “culto a la naturaleza” que comenzara Robert Flagerty con “Nanook el esquimal” en 1.922; para el año en que se realizó Sebastiana, Flagerty ya había muerto.

En el mundo millones de personas han visto a Sebastiana Kespi. A través de la historia simple y sencilla de una niña chipaya, Jorge Ruiz ha jerarquizado en una apretada síntesis, la rica multiplicidad de los elementos constitutivos de las tendencias sociales, culturales y autóctonas; en esas imágenes formuladas con veracidad, honestidad y precisión está toda el alma de un pueblo, un gran fresco palpitante y dinámico de auténticos campesinos pobres que alcanza un sentido universal. En este filme excepcional, Jorge Ruiz no espía a Sebastiana, no la atisba; sin recurrir a artificios su cámara se torna fluida y expresiva, se concentra en detalles dentro la escena y continúa sirviéndose de ellos, como efecto de todo lo que cae en el campo de su visor; así hace casi palpable el viento, el calor, el polvo, el cielo sin nubes, y el espacio indómito de una región de clima y costumbres ásperas, proporcionándonos pruebas ineludibles de intereses humanos compartidos, en un espacio territorial puro, lugar donde hasta mediados del siglo pasado, se hallaba asentada una de las más antiguas culturas del mundo.

“Vuelve Sebastiana”, fue filmada en su hábitat de casas cupuladas, en una aldea vernácula nativa, construida en el curso de cientos, cuando no de miles de años, en la planicie orureña, prototipo de las viviendas de adobe. Este filme también es importante no sólo por lo que revela acerca de las costumbres de una etnia, sino también por la importancia de la construcción de sus viviendas; el antiquísimo método nativo de la construcción con terrones, el agrupamiento no tradicional, la bóveda, el arco y la cúpula como las formas lógicas de construcción rural, arquitectura que parece adaptarse al clima, a la economía, a los materiales indispensables, a los usos y costumbres, en un medio humano donde se respeta la identidad del individuo que participa en la construcción de su medio; arquitectura del pobre, realizada por los pobres, para ellos mismos. Hoy con seguridad los métodos de construcción que muestra “Vuelve Sebastiana” han cambiado, se usará la calamina, el concreto vaciado en el lugar de la obra, construcciones con madera y plástico, adaptada a las realidades de un mundo cada día más tecnológico. No hay más la aldea vernácula, que era la más cercana a la arquitectura del humanismo.

Han participado en la realización de la cinta como narradores, voz en off, Lalo Lafaye y Armando Silva, egregias figuras de la radiofonía nacional, ambos ya fallecidos, eran orureños, como orureño también es Luis Ramiro Beltrán Salmón autor del guión literario, texto con un poder de evocación único, un poema sobre la tierra de los humildes que la trabajan, sufren, sudan, duermen y procrean sobre ella, para los que la muerte es una mayor y profunda intimidad con esa madre, convertida en un hondo aliento poético. La narración permeada por un acendrado sentido cósmico y telúrico hace estallar dramáticamente el paisaje; la tierra que dá y quita la vida a ésta o aquella generación, pero que es en definitiva la gran madre del hombre.

“Vuelve Sebastiana” es un documento que ha preservado para las generaciones futuras una realidad, hoy distinta, deformada, extinguida por el avance de la civilización. Por los preclaros valores fílmicos, por el riguroso enfoque y la interpretación dialéctica del asunto, la migración, el desarraigo, la segregación, éste formidable alegato por la supervivencia de una etnia milenaria, fue premiado en 1956 en el Festival Sodre Montevideo Uruguay, en 1958 en el Festival Santa Margaritha (Italia), en el Festival del Cine Documental Bilbao España (1960), fue exhibida en el 29 Festival de Cine Iberoamericano Huelva - España 2003, en el que se otorgó a Jorge Ruiz el Premio Ciudad de Huelva, galardón que recibieron en el pasado también otras personalidades del Séptimo Arte. El Instituto Cervantes de España, promueve la difusión del filme en 35 milímetros completamente restaurado. También fue distinguido con la medalla del Bicentenario por el Smithsonian Institute el 2006, y el 2011 fue declarado Doctor Honoris Causa por la Universidad Mayor de San Simón.

LA VERTIENTE…

“La Vertiente” es el primer largometraje sonoro en la historia del cine boliviano, realizado en 1958 por Jorge Ruiz, quién filmó todo el proceso y desarrollo, de un proyecto local-rural para la captación de agua de una vertiente, habiendo participado en el filme más de dos mil habitantes del pueblo de Rurrenabaque ubicado a orillas del río Beni; todo un movimiento de masas espontáneo, que a las ordenes del director adquiere el suficiente poder dramático para conmover al espectador; poder que reside en los sentimientos de hombres y mujeres, incluso niños que aparecen en la pantalla en una escénicamente sencilla, manifestación artística.

La falta de liderazgo, la indiferencia, la abulia colectiva ciudadana que está a la espera de que la solución a sus problemas básicos como el agua potable, vengan del gobierno central o de las autoridades departamentales, locales, etc., ha existido y existe en muchas comunidades; esto motivó a Oscar Soria Gamarra, escribir un guión que paralelamente a la filmación de la construcción del acueducto, narre una historia no tan de ficción, la de una profesora de escuela que habiendo vivido la tragedia de la muerte de uno de sus alumnos, asume el reto de organizarlos para llevar adelante los trabajos de una captación de agua, contando con solo su voluntad y la indiferencia de los vecinos del pueblo. Sus esfuerzos se truncan cuando accidentalmente se rompe una pierna, hecho que despierta la conciencia ciudadana y sirve para movilizar, organizar y llevar adelante la obra. Argumento sencillo y humano inspirado en la maestra Sra. Arminda Antelo que en la vida real promovió en Rurrenabaque la captación de agua potable que muestra el filme, realizado con recursos mínimos. El equilibrado agregado del elemento sentimental entre la maestra (Rosario del Río) y el cazador (Raúl Vacapereira) muestra que el director ha marcado sutilmente las motivaciones de los personajes y su conflicto interno, sin exagerar en la dimensión exacta del efecto de su misión dentro de cada episodio, sin que la sobre actuación destruya el objetivo central del filme, ni desfavorezca la total oportunidad con que el realizador captó el comportamiento de individuos sencillos durante el rodaje, ceñido a la intención general que deja paso a la elocuencia misma de los hechos.

La magnitud del esfuerzo desplegado, por el pueblo de Rurrenabaque en la construcción del acueducto que registra “La Vertiente” fue real, formidable esfuerzo logrado con el móvil de una voluntad colectiva poderosa. El elemento común fue, en gran parte su sentido de humanidad, el placer experimentado por la presencia mutua al percibir el placer en el trabajo de la otra persona, un tipo de comunidad que cada vez se hace más difícil encontrar, porque ahora como antes los ciudadanos tratan de disfrutar la comunidad de manera individual. Sin embargo, de estas digresiones, este filme fue un aporte significativo al género del documental, mostrando que cada sociedad necesita desarrollar sus propias técnicas de organización social para lograr sus objetivos.

“La Vertiente”, es un importante documento histórico, en el que un equipo diestro y decidido consigue enfoques, encuadres, planos de gran originalidad. Otro elemento importante es la banda sonora del filme, el Himno al trabajo escrito especialmente para la película por Tito Ribero compositor argentino, score musical que brillantemente sostiene la acción hasta el final. El éxito obtenido, tanto en Bolivia como a nivel internacional se atribuye indistintamente al interés universal que encierra el tema central: el comunalismo, como forma de desarrollo social, y a la calidad del drama mismo; las condiciones de vida de comunidades alejadas de los grandes centros urbanos que Jorge Ruiz en su momento supo asimilar con imaginación y honestidad moral. La vertiente película educacional fue difundida en muchos países del Asia, África y América Latina, hecha en 35 mm., dura 60 minutos.

LOS PRIMEROS

Alvaro Alonso Barba cura de Potosí, allá por el año 1637 publicó un libro titulado “El arte de los metales”, y en el capítulo IX se refiere a los jugos llamados betunes, asphalto, napta, el oleo petróleo, grasas de la tierra que en el incario y en la colonia se las conocía por sus propiedades curativas y también como iluminantes. Quizá un referente más antiguo del descubrimiento de petróleo en el Nuevo Mundo, se remonte a la Cédula Real del Consejo de Indias de 3 de septiembre de 1536 dirigida por la Emperatriz Isabel esposa de Carlos V a los Oficiales Reales de Cubagua, Francisco de Castellanos, Jerónimo de Ortal y Francisco de Lerma, que dice: “…algunas personas han traído a estos Reinos del aceite petrólio, de que hay una fuente en esa dicha isla”. “Y porque acá ha parecido que es provechoso, yo vos mando en todos los navios que partieren desa isla, me enviéis dello lo más que pudieredes”. Los Oficiales Reales contestaron en 1538 señalando: “Y porque saca muy poca cantidad, porque se destila de una peña, no se ha podido coger hasta ahora media arroba”. Se deduce que la fuente no era tal que saliera a borbotones el petróleo, sino que consistía en una filtración de poca utilidad comercial. Volviendo a Bolivia tenemos el libro del orureño Rafael Ulises Peláez, “Los betunes del Padre Barba”, publicado en 1958 con el subtítulo, “Historia del Petróleo Boliviano” conteniendo datos importantes sobre la materia.

En el mundo entero en la década de los años 50s, las compañías privadas se interesaban en encargar documentales para darse a conocer y publicitar sus productos, llegando incluso a formar sus propias unidades de promoción fílmicas, permitiendo que se le reconociera al cine, como un medio importante de propaganda; documentales de 5 o 15 minutos por muchos años acompañaron las exhibiciones de largometrajes, práctica abandonada en la actualidad. En nuestro país, a falta de cine argumental, por aquel tiempo, el interés por la cinematografía se mantuvo vivo a través del documental, como una forma de penetración e investigación del mundo circundante, un ejemplo de este tipo de trabajo lo encontramos en el filme “Los Primeros” realizado por Jorge Ruiz en 1956, sobre las actividades de Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos, siendo ya una realidad la existencia de grandes zonas, ubicadas en regiones meridionales Oriente, Sud y Norte de la República, saturadas de petróleo. Con la exploración de nuevos campos, la perforación de pozos y el tendido de 1.850 km. oleoductos, cinco en total incluyendo el de Sica Sica al Puerto de Arica, YPFB transformó al país en exportador de crudo, con la esperanza de mejores días, la diversificación y la independencia económica.

En “Los Primeros”, a la par de destacar la importancia del tema, como hilo conductor que atrape la atención del público, introduce una historia completamente verídica, humana como muchas que han de ocurrir alrededor de un complejo industrial, la de Doña Ramona, una anciana y su batalla por sobrevivir en el negocio de los hidrocarburos. Ella como lo hicieron los antepasados, recoge de una fuente natural ese jugo de la tierra y lo comercializa, rutina que no habrá de cambiar aún cuando YPFB llegue a la zona, su hijo sea absorbido por la empresa y sus condiciones de vida mejoren; historia con personajes auténticos, actores naturales, vecinos del pueblo de Camiri donde le cupo rodar parte del filme de 30 minutos de duración, en blanco y negro. Acentúan el valor documental de la película, imágenes captadas con amenidad y originalidad en un tema que podría parecer árido. Se explica, como se han formado en las remotas edades geológicas los yacimientos de petróleo, y entonces en sucesión, las complejas instalaciones, las torres, las primeras operaciones físicas y mecánicas de la explotación, aerofotogrametría, diagramas de sacudimientos terrestres provocados por medio de explosiones, fundamentales para localizar depósitos de petróleo, y el transporte de hidrocarburos, imágenes artísticamente combinadas, hasta lograr que el espectador se olvide de que está contemplando una película descriptiva, se abstraiga y asimile la lección de que es el director, quién hace belleza dinámica de la labor petrolera.

Cincuenta años más tarde, “Los Primeros”, con los aditamentos de buen gusto y habilidad técnica es un documento fílmico de valor inapreciable, que fue realizado seguramente sin pretensión de crear una obra de arte, que lo es, y constituye un testimonio único y un espejo donde mirar el pasado que hoy vuelve a ser presente, con la refundación de la empresa petrolera nacional.

Fuente: LA PATRIA
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