Sábado 28 de julio de 2012

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Los acontecimientos en Siria tienen una enorme influencia internacional. Este país fue hasta la I guerra mundial una provincia turca y hasta la II guerra mundial una colonia francesa. Hoy ambos países quieren deponer al régimen del Partido Socialista del Renacimiento Árabe (Baath), el mismo que gobierna Damasco desde hace medio siglo, y que ha sido un tradicional aliado de Rusia, la mayor potencia europea cercana geográficamente al Medio Oriente.
Hasta el 2011 Bahir Assad se había librado de estar en la lista negra de EE.UU. y Europa, habiendo dejado que sus camaradas del Baath iraquí fuesen bombardeados e invadidos, en tanto que el aparecía ante Occidente como un reformador pro-liberal.
Israel, pese a que Siria es su vecino inmediato más hostil, prefería mantener a los Assad en el poder por que temía que su reemplazo pudiese ser un remedio peor que la enfermedad y que diera paso a que este país adoptase un sistema nacionalista sunita más ligado al Hamas palestino y que pudiese trabajar con la Hermandad Musulmana (que este mes ha arribado a la presidencia en Egipto) o que se transformase en un caos armado donde se refugiasen grupos árabes que lanzasen misiles u operativos contra Israel como los que hoy florecen en Líbano o el Sinaí.