Conforme hasta ahora se presenta (si cabe el término) el panorama, aún lejano, de las elecciones del año 2014, todo estaría sembrado de dudas. Primero, porque hay la intención presidencial de una reelección inconstitucional que sería atentatoria e inclusive iría contra lo que él mismo, el Presidente, su partido y su entorno aprobaron e impusieron. Segundo, porque las “corrientes político-partidistas” (si aún tienen esperanzas de subsistir) no se sienten, no muestran nada nuevo y menos a una posible militancia que más o menos, pueda inspirar confianza en la colectividad.
En líneas generales, el país, visto en lo democrático, estaría huérfano de posibles posturas eleccionarias porque son los mismos actores los que determinan dudas, contrasentidos y hasta indiferencia, puesto que la anunciada reelección, tácitamente no se podría tomar en cuenta porque obedecen los anuncios a posturas ambiciosas que no vienen al caso y que, de concretarse en un proceso de elecciones, con intervención de las autoridades electorales, sería la imposición de un golpe de Estado que no tendría nada de diferente a los cuartelazos u otros “sistemas revolucionarios” que han entronizado presidentes o dictadores tan sólo para “imponer nuevas reglas de juego” o, peor, dar paso a grupos que creen tener “derechos de disfrute del poder por haberles llegado el turno”.
Al margen de lo que el Presidente haya pensado sobre su posible reelección, aunque contraria a la Carta Magna y a las leyes, hay que convenir en que, los partidos políticos existentes y que son minúsculos en principios y cantidad de militantes, no muestran nada más que ambiciones porque uno u otro posible candidato ya se cree único, irremplazable, elegido por los dioses de algún Olimpo que ellos hayan creado en su imaginación. No muestran nada más que críticas al actual Gobierno y, ni por casualidad, señalan qué es lo que debería hacer el régimen para corregir sus políticas; qué esperaría el país para los cambios que habría que aplicar en el manejo de la administración o, por lo menos, consejos e ideas para administrar el Estado que hoy, lamentablemente, está a la deriva.
Los posibles “pensadores y definidores” de la política nacional, seguramente creen que las soluciones o remedios que el país requiere para su vida, las aplicarán ellos, aunque el país, antes de ellos, periclite totalmente. Ese egoísmo y falta de sentimientos, sentido y vocación por el bien común es desastroso y no puede llevar a meta positiva alguna al país porque no muestra caminos con los que concuerde el pueblo y que lo que vaya a hacerse o tenga que hacerse debería estar en concomitancia con lo que el pueblo espera del actual Gobierno y de quienes, en el futuro, lo administren.
Quienes piensan en remedios para los males del país y que sólo ellos pueden aplicarlos, sólo ven la satisfacción de su soberbia y vanidad: la verdad es que, desde el llano, deberían mostrar las recetas para que el actual régimen las aplique, de otro modo, el mal puede crecer y, cuando ellos sean gobierno, sea crónico e imposible de remediar porque las recetas habrían servido sólo cuando las anunciaron y deberían usarse entonces. Es mucho lo que se debe caminar hasta el 2014 y no serán pasos positivos si no se los da en interés general porque lo bueno que nos espera o lo malo que haya que soportar en el futuro no puede encontrar soluciones en el momento actual. Las heridas se curan al instante de producirse, no sólo cuando la naturaleza las haya cerrado.
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