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Domingo 22 de julio de 2012

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Cultural El Duende

Sor Juana Inés de la Cruz

22 jul 2012

Fuente: LA PATRIA

Sor Juana Inés de la Cruz (Juana Inés de Asbaje y Ramírez de Santillana). Escritora y religiosa (San Miguel Nepantla 1651 - Ciudad de México, 1695). Su extensa obra lírica, de la que aquí reproducimos cuatro poemas, constituye la mitad de su producción literaria, tan importante en el contexto del barroco tardío español

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Amor empieza por desasosiego...

Amor empieza por desasosiego,

solicitud, ardores y desvelos;

crece con riesgos, lances y recelos;

susténtase de llantos y de ruego.

Doctrínanle tibiezas y despego,

conserva el ser entre engañosos velos,

hasta que con agravios o con celos

apaga con sus lágrimas su fuego.

Su principio, su medio y fin es éste:

¿pues por qué, Alcino, sientes el desvío

de Celia, que otro tiempo bien te quiso?

¿Qué razón hay de que dolor te cueste?

Pues no te engañó amor, Alcino mío,

sino que llegó el término preciso.

Detente, sombra de mi bien esquivo...

Detente, sombra de mi bien esquivo,

imagen del hechizo que más quiero,

bella ilusión por quien alegre muero,

dulce ficción por quien penosa vivo.

Si al imán de tus gracias atractivo

sirve mi pecho de obediente acero,

¿para qué me enamoras lisonjero,

si has de burlarme luego fugitivo?

Mas blasonar no puedes satisfecho

de que triunfa de mí tu tiranía;

que aunque dejas burlado el lazo estrecho

que tu forma fantástica ceñía,

poco importa burlar brazos y pecho

si te labra prisión mi fantasía.

Al que ingrato me deja, busco amante...

Al que ingrato me deja, busco amante;

al que amante me sigue, dejo ingrata;

constante adoro a quien mi amor maltrata;

maltrato a quien mi amor busca constante.

Al que trato de amor, hallo diamante,

y soy diamante al que de amor me trata;

triunfante quiero ver al que me mata,

y mato al que me quiere ver triunfante.

Si a éste pago, padece mi deseo;

si ruego a aquél, mi pundonor enojo:

de entrambos modos infeliz me veo.

Pero yo, por mejor partido, escojo

de quien no quiero, ser violento empleo,

que, de quien no me quiere, vil despojo.

Cuando mi error y tu vileza veo...

Cuando mi error y tu vileza veo,

contemplo, Silvio, de mi amor errado,

cuán grave es la malicia del pecado,

cuán violenta la fuerza de un deseo.

A mi misma memoria apenas creo

que pudiese caber en mi cuidado

la última línea de lo despreciado,

el término final de un mal empleo.

Yo bien quisiera, cuando llego a verte,

viendo mi infame amor poder negarlo;

mas luego la razón justa me advierte

que sólo me remedia en publicarlo;

porque del gran delito de quererte

sólo es bastante pena confesarlo.

Fuente: LA PATRIA
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