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Domingo 22 de julio de 2012

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Cultural El Duende

Desde mi rincón

Un Duende que camina

22 jul 2012

Fuente: LA PATRIA

TAMBOR VARGAS

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Es el caso, por lo menos, de “El Duende” de Oruro. Lo lleva haciendo desde hace 500 números, lo que equivale a unos 250 meses; es decir: cerca de 21 años (será el 1991, supongo).

Empezó con cuatro páginas; hasta que, salvo error, las dobló a partir del nº 137, correspondiente al 16 de agosto de 1998; y desde entonces, si no me equivoco, ha mantenido este ritmo y este formato.

El tiempo y la experiencia también han dado lugar a otra evolución, cualitativa ésta: toda la que va y quedó documentada y reflejada entre un “suplemento de la cultura orureña” y un “suplemento orureño de cultura” (donde el orden de los factores sí altera el producto). La primera fórmula duró hasta el nº 180 (9 de abril de 2000); el segundo comenzó con el nº 181 (23 de abril de 2000). Toda una revolución: lo orureño pasó de ser la materia tratada a la simple sede de una mirada hipotéticamente universal.

Pero no me toca a mí relatar la vida y milagros, por dentro, de este duende andariego. En realidad mi participación pueda, en verdad, calificarse de última hora; y hay en él muchísimas cosas que desconozco. Que otros, pues, escriban y nos cuenten su historia. Yo prefiero más bien destacar la proeza de su existencia. De orígenes modestos, como corresponde a lo que quiere ser auténtico; con el tiempo ha ido sacando ramas y ramillas, con sus hojas y frutos. Y lo ha hecho sobre la base de una terca persistencia, que suele ser la primera condición para que algo pueda alcanzar desarrollo.

Emprendió la marcha cuando en el país iban desapareciendo, uno tras otro, casi todos los suplementos literarios de la prensa nacional. A veces, desaparecían juntamente con el mismo órgano periodístico que le daba cobijo (pensemos, por ejemplo, en “Última Hora”, “Presencia”, “Prensa Libre”, “Hoy”…). En otros casos, tales suplementos han subsistido, pero –de hecho– transformados en su contenido: alimentados por material extraño y lejano, ‘bajado’ del éter informático; o puestos al servicio prácticamente exclusivo de lo que algunos siguen empeñándose en denominar las ‘industrias culturales’, es decir: el espectáculo, el ruido pseudomusical, el comercio bibliográfico, etc.

Curiosamente, en aquella coyuntura, aparecieron y persisten dos verdaderos suplementos literarios / culturales: “El Duende” orureño y “El Cántaro” tarijeño. Cuando digo ‘verdaderos suplementos’, me refiero a que se proponen prolongar la larga tradición boliviana, sin desdecirla. Y el que este fenómeno se produzca en dos ciudades tan alejadas del ‘eje’ del país, invita a preguntarse si es una pura casualidad o más bien expresa cierta lógica.

Vistas las cosas desde esta perspectiva, estamos ante un momento poco glorioso de esta parcela de la vida literaria boliviana que se cobija bajo el periodismo, que la encauza. Las ‘razones’ deben ser múltiples y quien quiera las puede encontrar enumeradas repetidamente: el descenso puro y simple de la lectura; el ascenso de lo que viene vehiculado por internet; los cambios de gustos, mitos, fidelidades y prejuicios. El Duende ha venido a llenar un hueco en el mismo momento en que se empezaba a producir.

Para evaluar el impacto que puede tener El Duende en el país, no podemos olvidar que se mueve de la mano del diario “La Patria” (fuera de la cantidad –pequeña, supongo– que moviliza por su cuenta la entidad patrocinadora, la Fundación ZOFRO). Las cosas son como son y nadie puede reemplazarlas por imaginaciones o buenos deseos. A pesar de ello, los tiempos que vivimos han llegado a tales grados de decadencia, olvido, traición y banalidad, que se equivoca quien quiera calibrar el servicio que presta nuestro Duende recurriendo a demasiado conocidas fórmulas de evaluación de impacto y otras hierbas.

Pienso, en cambio, que el metro del caso es el que emana de la simple constancia de una batalla quincenal, dada a pecho descubierto, sin aplausos de un público casi seguro filisteo; o peor aún, que se alimentara de un financiamiento espúreo o de muy dudosa procedencia.

Como siempre, este tipo de combates tiene su Quijote. En este caso, el Ing. Luis Urquieta, tan discreto como eficaz. Y hablando de eficacia, tampoco podría callar la ayuda sistemática que él y El Duende reciben de Julia Guadalupe García, cuyos casi ilimitados recursos más de una vez me han dejado estupefacto.

Congratulémonos, pues, quienes estamos en el baile: es un honor que nuestra presente vinculación con El Duende coincida con su salida semimilenaria. Deseémosle también una vida todavía larga, lo más larga posible. Y si las fuerzas incomparables de los cambios históricos un día le rompen su cuello erguido, que muera en el mismo campo de sus batallas, sin claudicar, sin renunciar a las convicciones, sin dejarse trasmutar con juegos de artificio.

En lo que le concierne personalmente, el Tambor Vargas se siente honrado de haber entrado a formar parte de quienes se incorporaron a tamaña aventura. Sabe muy bien que nadie es eterno: también él un día publicará la que resulte su postrera colaboración; y seguramente otros vendrán a llenar el vacío que habrá dejado. Pero nadie ni nada le podrán quitar lo ya bailado.

Gracias, Ing. Luis Urquieta Molleda. Gracias

Fuente: LA PATRIA
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