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Domingo 22 de julio de 2012

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Revista Dominical

Un abordaje de la actualidad desde los conceptos de Herbert Marcuse

Consumismo y opresión tecnológica en un mundo unidimensionalizado

22 jul 2012

Fuente: LA PATRIA

Por: Juan Carlos Treviño Meneses - Periodista

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Un microscópico segmento de los prolíficos conceptos de la teoría crítica que tuvo mayor incidencia en su tercer periodo, centrado en la década del 60, originada en la primera mitad de los años 20, en Alemania bajo el rótulo de Escuela de Frankfurt, nos sirve en esta oportunidad para abordar de la misma manera un retazo de la problemática relacionada al comportamiento de la sociedad en la actualidad, tan unidimensionalizada y superflua, acciones que se demuestran en un permanente proceso de deshumanización que debilita su estructura.

Para nuestro cometido, es fundamental atrapar específicamente los pensamientos del filósofo y sociólogo alemán Herbert Marcuse, al margen de recoger elementos de los demás integrantes de la Escuela de Frankfurt, tanto de la primera, segunda y tercera generación como Max Horkheimer, Theodor W. Adorno, Jürgen Habermas o Walter Benjamin.

La unidimensionalización, conceptualizada por Marcuse, tiene sin duda basamentos de crítica al capitalismo, que por ende implica consumismo, pero sobre todo al denominado “sistema” en el que vivimos o supervivimos, que obedece explícitamente a un método de dominación y opresión de los que ostentan el poder, que por cierto es analizado como circunstancia transferible, sujeto además a una permanente mutación.

Estos conceptos son fortalecidos con la publicación “El Hombre Unidimensional”, texto que identifica al sujeto unidimensional, producto en realidad de una sociedad consumista y altamente tecnologizada, que circula en esta época en la que la realidad virtual confunde lo real de lo imaginario, y sobrepone necesidades superfluas a temas de verdadera importancia, relacionados al bienestar de la estructura social en general y no de forma contraria, es decir reducir esta panorámica a lo personal.

Por tanto el hombre, o sujeto unidimensional es víctima de su propia impotencia y a su vez de las cadenas opresoras, ya desde el catalogado capitalismo temprano en el que el movimiento proletario era una fuerza con el potencial efectivo de derribar al régimen. El capitalismo avanzado que describe Marcuse, en cambio, ha generado a través de los estados de bienestar una mejora en el nivel de vida de los obreros, que es intrascendente a nivel real, pero categórico en sus efectos. Sin embargo, el movimiento proletario ha desaparecido, y aún los movimientos antisistémicos más emblemáticos han sido asimilados por la sociedad y orientados a operar para los fines que la sociedad apremiante reconoce como legítimos.

El pensamiento crítico y reflexivo de la Escuela de Frankfurt identifica y proyecta situaciones que seguramente en el siglo XX, no resultaron tan evidentes como en la actualidad en la que el consumismo, principalmente de aparatos tecnológicos se hace cuasi “vital”, por muchos factores que pueden ser analizados desde las ciencias sociales, que varían desde el estatus hasta una simulación demasiada alejada de la realidad o la simple uniformización, pues por ejemplo si este individuo no cuenta con el móvil de “moda” no forma parte del sistema, de hecho este prácticamente lo elimina, así como si se tratase de un virus, claro haciendo referencia a producciones cinematográficas como la Naranja Mecánica (1971), de Stanley Kubrick, o la primera parte de Matrix (1999) de los hermanos Wachowski

La opulencia tecnológica que se refleja por ejemplo en equipos de comunicación, genera a su vez un escenario de incertidumbre, donde la confusión de lo real y lo imaginario perpetran la conciencia humana.

Estos elementos se pueden percibir también en una sociedad boliviana y orureña que en su mayoría presentan dificultades económicas, pero estas no pueden convertirse en un óbice para adquirir tecnología que en algunos casos produce una saturación comunicativa, hecho que resulta paradójico pues en realidad la comunicación es uno de los principales factores para el desarrollo equitativo de cualquier asentamiento humano.

Hace algún tiempo se realizó una interesante tesis de grado en comunicación social en una institución académica del país, proceso en el que se contrató a un joven de extracción humilde para que durante un mes entero permanezca encerrado en una habitación, repleta de tecnología, con equipos de última generación, comida chatarra y todas las comodidades de la modernidad.

A la conclusión de este experimento, el joven presentó una serie de rotundos cambios, que se percibieron cuando salió de ese espacio que fue su imperio por 30 días, adaptado y construido en una zona periférica de una ciudad de Bolivia. Se comprobó así que la unidimensionalización actúa envolviendo al sujeto como en una especie de burbuja, que lo aleja de su realidad, de su contexto, de sus tradiciones, en síntesis de su “yo interior”.

Marcuse, a pesar del duro análisis crítico a estos procesos de cambio, reconoce la probabilidad de encontrar salidas para que la humanidad, considerada como un sistema del cual somos parte todos los que habitamos el planeta tierra, podamos salir de este túnel, que al momento se presenta sin una salida claramente definida; el intentar cambiar personalmente y reflejar ese cambio, podría ser el inicio para dejar esta dimensión unidimensionalizante, uniformizante y deshumanizante, descosificarnos, liberarnos de este sistema opresor, sobre todo los que moramos en los mal denominados países tercermundistas.

Como dice Herbert Marcuse en su libro “El Hombre Unidimensional”, página 101, nota 14: “Todavía existe el legendario héroe revolucionario que puede derrotar incluso a la televisión y a la prensa: su mundo es el de los países subdesarrollados”.

Una de las formas para pretender distanciarse de ese mundo de opresión es el arte, expresión fundamentalmente humana, que permite sacarnos de la cotidianeidad, permite percibir la realidad de otra forma, pues nos coloca en otra posición, sin embargo filosóficamente el arte está distanciado, pero no separado de la realidad porque está mercantilizado, por lo tanto, no se puede utilizar como medio de evasión porque está bajo el control de la clase dominante, como el resto de los ámbitos de la sociedad.

Por tanto el momento en el que estos pensamientos surgían en medio de una ebullición de protestas durante el movimiento izquierdista juvenil a nivel mundial en la década del 60, por ejemplo con el Mayo Francés o la pacifista revolución hippie, debe ser considerado como elemental para el análisis de la debacle social en la que desafortunadamente coexistimos junto al denominado “sistema”, del que utópicamente pretendamos independizarnos y destrozarlo algún día, aun dependemos.

Fuente: LA PATRIA
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