Sábado 21 de julio de 2012
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Más que tolerancia, lo que se precisa para ejercer el voluntariado en ambientes de marginalidad es un gran respeto por la vida, las opciones, las ideas o las actitudes de las personas. El respeto, más allá de la tolerancia, aprecia en las diferencias de los otros una gran riqueza.
El respeto se manifiesta, en primer lugar, hacia los compañeros voluntarios. Hay que asumir que el compañero que tengo al lado puede moverse por razones diferentes a las mías y saber que esta diferencia jamás será un obstáculo para llevar a buen término un programa de voluntariado. Normalmente, el voluntariado no pone sus energías en la consecución de unas metas cuantitativas. De hecho, el voluntariado se convierte en una manera de hacer las cosas, una manera de construir una sociedad democrática y una escuela de valores éticos. Para el cumplimiento de estos objetivos es imprescindible el diálogo entre personas que no tienen miedo a sus diferencias y sí una gran convicción en su igualdad como seres humanos dignos.
Si el respeto es importante hacia los compañeros voluntarios, más importante aún es el que se ha de mostrar hacia las personas marginadas. No es raro encontrarse situaciones jurídicas de ilegalidad, opciones sexuales diferentes a las mayoritarias, situaciones marginales, diferencias de cultura y de costumbres, etc. Es muy poco sano y menos eficaz para el servicio de voluntariado escandalizarse por todo esto.