¿Alguien sabe qué está haciendo la reforma educativa? Si se preguntara al azar a diez personas, es probable que la respuesta sea negativa, incluso si se tratara de profesores. Hace falta difundir un perfil que condense en lo sustantivo la orientación y la consistencia de ella. Necesitamos involucrar en esa difícil empresa a la población, y obviamente nadie se involucra en lo que no conoce. Tampoco habrá apoyo sin una información clara y precisa.
Además del contexto social, hay un elemento clave para el éxito o fracaso de una reforma, y es la participación profesional del docente en el aula. A ese propósito, sigue siendo verdad hoy - como hace tiempo - lo que un distinguido pedagogo dijo: “Sin los maestros, la reforma no irá adelante. Con los maestros tal como son ahora, tampoco”. (G. Codina, 1994). Y de entonces no ha cambiado nada: los mismos discursos, frente a la misma realidad.
Los recursos humanos se distribuyen en una gradación de niveles que va de la cúpula ejecutiva a los maestros de aula, pasando por la planta de técnicos y administradores. En las diferentes instancias la responsabilidad es necesariamente compartida. Ninguna puede ser deficiente. Cada parte hace al todo como lo global a las partes. ¿Pero cómo hacer que todo funcione al mismo nivel de calidad? Este es el gran desafío.
Por lo menos en apariencia, todos entienden y creen que la educación es la más grande empresa de servicio público; una actividad realmente decisiva. Lo difícil es llevar a la práctica el enunciado teórico. Desde hace tiempo se viene afirmando, por ejemplo, lo importante que es la calidad de desempeño profesional del maestro en el aula. Pero a la hora de las decisiones no hay conciencia social ni política que lo respalde.
Esta es, sin embargo, la antigua piedra en la que se tropieza. Se cubre con apariencias burocráticas el desafío por no saber cómo enfrentarlo. Si se estudiara detenidamente, sin prejuicios políticos, las experiencias pasadas, varias lecciones de peso serían muy útiles para no reincidir en los viejos errores. Pero es esto lo que justamente no sucede. “Todo lo de ayer es malo; sólo es bueno lo de hoy”.
Muchas cosas son controvertidas, pero hay algo que no lo es, y es que si no se encara el problema de capacitación masiva de los maestros en servicio con seriedad, demos por fracasada cualquier reforma, por más que en todo lo demás sea un gran proyecto. La de 1994 acusó serias fallas justamente en la etapa operativa. Directores, asesores y maestros no pudieron conformar un equipo eficiente. Hubo improvisaciones, y el desconocimiento de la realidad íntima institucional de las escuelas hizo cometer gruesos errores.
El proyecto plurinacional no es distinto. Se anunciaba la aplicación de la reforma y “los maestros estaban en la luna”. (Lo dijo un dirigente nacional del magisterio). Hubo contradicciones y retrocesos. La perspectiva ahora es borrosa, sin políticas ni líneas de acción claramente definidas. Rodeada de un gran silencio, lo único que hace ruido es la propaganda que habla de una tal “revolución educativa que avanza”.
(*) El autor es pedagogo
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