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Domingo 15 de julio de 2012

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Revista Dominical

Un motivo de escándalo

15 jul 2012

Fuente: LA PATRIA

Por: Bernardino Zanella - Siervo de María

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Uno de los fenómenos más evidentes de nuestra sociedad es la fragilidad y a menudo la inconsistencia de la familia. Es cuestionado también el concepto mismo de familia, por sus características sociales y culturales que van evolucionando con el tiempo. También el mensaje religioso sobre la familia vive hoy un proceso de reflexión muy importante.

Encontramos un aporte original en el evangelio de san Marcos 6, 1-6:

«Jesús se dirigió a su pueblo, seguido de sus discípulos. Cuando llegó el sábado, comenzó a enseñar en la sinagoga, y la multitud que lo escuchaba estaba asombrada y decía: “¿De dónde saca todo esto? ¿Qué sabiduría es ésa que le ha sido dada y esos grandes milagros que se realizan por sus manos? ¿No es acaso el carpintero, el hijo de María, hermano de Santiago, de José, de Judas y de Simón? ¿Y sus hermanas no viven aquí entre nosotros?”. Y Jesús era para ellos un motivo de escándalo. Por eso les dijo: “Un profeta es despreciado solamente en su pueblo, en su familia y en su casa”. Y no pudo hacer allí ningún milagro, fuera de sanar a unos pocos enfermos, imponiéndoles las manos. Y Él se asombraba de su falta de fe».

Jesús regresa a su tierra, con el grupo de sus discípulos. Está creando con ellos y con otros marginados y excluidos por la sociedad, una nueva familia, no fundada en los lazos de la sangre, sino en la escucha común de la palabra de Dios: “Mi madre y mis hermanos son los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen”; una familia abierta a cada persona, sin discriminación de raza o cultura, que acoge la palabra para renacer a una vida nueva. La familia que propone Jesús no depende de la generación biológica, de un derecho que viene del nacimiento. Es una familia que se va haciendo, caminando con Jesús y encarnando su mensaje.

Este camino Jesús quiere ofrecer también a la gente de su pueblo, personas que él conoce bien, y que desearía integrar a esta nueva familia. No es cosa fácil, porque son los cumplidores de la Ley, que se reúnen en día sábado en la sinagoga. De hecho, Jesús encuentra en sus compatriotas una reacción de fuerte rechazo, que le sorprende a él mismo. Ellos se dan cuenta que Jesús tiene una sabiduría extraordinaria, y que “grandes milagros se realizan por sus manos”. Y se preguntan “de dónde saca todo esto”. No pueden aceptar que Jesús cuestione, con su enseñanza y sus obras, el mundo de certezas que ellos tienen, fundado en una organización familiar, social y religiosa bien definida. Son hijos de Abraham. Son descendientes de los patriarcas y de los profetas. La pertenencia al río de las generaciones es fundamental, porque de la descendencia llega todo el patrimonio de las promesas y bendiciones. Jesús mismo tendría que ser fiel a la identidad de su familia, que por otro lado no tiene nada de extraordinario. Todos la conocen. Conocen a su madre, a sus hermanos y hermanas, gente del lugar muy sencilla. Él mismo no es más que un simple carpintero. A esa familia Jesús tendría que estar anclado. De allí le vienen todos los elementos para ser un hombre digno y respetado, cumplidor de la ley, un verdadero hijo de Israel.

Por eso los compatriotas de Jesús piensan que su propuesta, de constituir una nueva familia fundada en la palabra de Dios, no puede venir de Dios. Su sabiduría y sus milagros, que nadie puede negar, tienen que tener otro origen: sin duda vienen del maligno, como habían explicado claramente los escribas: “Expulsa a los demonios con el poder del jefe de los demonios”. Consideran a Jesús endemoniado, porque pretende perturbar la sagrada organización patriarcal de su pueblo. Los parientes mismos lo consideran “loco”.

Las palabras de Jesús manifiestan su infinita tristeza: “Un profeta es despreciado solamente en su pueblo, en su familia y en su casa”. El evangelio de san Juan recuerda con otras palabras esa misma resistencia de los compatriotas de Jesús: “Vino a los suyos, y los suyos no lo acogieron”.

“No pudo hacer allí ningún milagro”: la impotencia y el asombro de Jesús frente a la “falta de fe”. Sin fe no hay milagros. No son los milagros que producen la fe, sino al contrario. Jairo y la mujer que sufría de hemorragias tuvieron fe: “Tu fe te ha salvado”; “no temas, basta que creas”.

Por ahora Jesús es sólo “un motivo de escándalo”. Pero llegará el momento en que ese sentimiento de escándalo, bien manipulado por las autoridades religiosas, lo llevará a la cruz.

Fuente: LA PATRIA
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