Debe quedar claramente establecido que en nuestra ciudad se confrontan problemas propios de tiempos coyunturales cuando no es posible superar algunas deficiencias que tienen que ver por ejemplo con el funcionamiento del sistema de alcantarillado o lo que pasa durante dos o tres días del carnaval, con una presencia masiva de gente que hace estragos con las previsiones que se adoptan para poder atender a ese contingente extraordinario que visita la Capital del Folklore de Bolivia.
Hay que asumir la realidad de lo que sucede en nuestra ciudad a raíz de un creciente interés anual de miles de visitantes que llegan para ser parte del mayor espectáculo tradicional y altamente devocional, pero también una muestra incomparable de coreografía, que supera la expectativa de propios y extraños, sometidos por supuesto a limitaciones propias de una infraestructura que indudablemente va mejorando año tras año, aunque algunas personas no quieran reconocerlo o aprovechen ciertas instancias para presentarse como “descubridoras” de factores adversos, que son propios y en circunstancias parecidas en la festividad del Gran Poder en La Paz, el Corso de Corsos y la celebración de Urkupiña en Cochabamba o en Santa Cruz, lugares en los que se siente el efecto de la carencia de servicios públicos, pese a los esfuerzos de autoridades por eliminar tales deficiencias.
En el caso de nuestra ciudad en particular, objeto de un mal intencionado agravio propalado posiblemente por desconocimiento de lo que significa preparar un evento de la magnitud que tiene la Obra Maestra del Patrimonio Oral e Intangible de la Humanidad y que no es cuestión de baños más u olores menos, sino de circunstancias inclusive ajenas a la mayor buena voluntad de autoridades y de los propios habitantes de la ciudad que hacen esfuerzos por brindar calidad y seguridad a miles de visitantes, no se justifican inapropiadas aseveraciones que están fuera de lugar.
Lo importante es que se reconozcan las fortalezas y las debilidades que son parte de la cotidianidad, pero que obligan a una serie de previsiones cuando se acerca y se desarrolla el importante e inigualable carnaval orureño, que por su importancia ha permitido por ejemplo el establecimiento de nuevos servicios de hospedería, cubriendo propiamente la demanda de una breve temporada en que la ciudad cuadruplica su regular número de habitantes.
Quien comenta respondiendo a su olfato, cerrando los ojos y oídos no está en condiciones de lanzar agravios sin conocer objetivamente los esfuerzos que se hacen para eliminar de manera permanente los defectos organizativos, las deficiencias de servicios y las limitaciones emergentes de una inusitada avalancha de visitantes que escuchan y ven la maravilla del espectáculo, y por supuesto sintiendo también una indescriptible variedad de aromas, que son parte de la incontrolable euforia que se produce en cuestión de 24 a 72 horas.
Con el mismo brío, con la misma espontaneidad que reaccionamos ante una declaración que creció por efecto mediático y nada más, deberíamos defender los intereses regionales de modo tal que nos escuchen y nos atiendan en los niveles superiores para mejorar nuestros planes de desarrollo, por lo demás, es sabido que cuando la brújula falla, se pierde el norte de los objetivos y el extravío conduce a cometer errores.
Fuente: LA PATRIA
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