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Domingo 08 de julio de 2012

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Cultural El Duende

Si aún hay llanto en tus ojos o la soledad heredada

08 jul 2012

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Debido a mi caro amigo Oscar Arze Quintanilla conocí y leí la novela de Miguel Castro Arze titulada Si aún queda llanto en tus ojos. Enhorabuena llegó el libro a mis manos, porque su lectura me conmovió con la misma intensidad con que siento que fue escrito.

Desde el título, tomado de unos versos de la hermosa cueca Infierno verde del compositor Alberto Ruiz, el lector queda absorbido por una atmósfera de tristeza y nostalgia que se traduce en una doliente y existencial soledad que no se disipará a lo largo de sus 118 páginas.

Muchas opiniones coinciden que la novela, para configurar con solidez su propio cuerpo literario, debe tener intrínsecos otros alicientes que bien pueden ser psicológicos, sociales, políticos, lo suficientemente definidos en su objetivo como para que el argumento, (por aquello tan dicho que todas las historias se repiten sin la creatividad que las distinga) tenga originalidad, sostenibilidad e interés en el lector. Gracias a esa variedad de enfoques existe la posibilidad de percibir otras dimensiones o sentir emociones distintas sobre una misma motivación.

El referente es histórico, marcado por la batalla de Boquerón donde el ejército paraguayo sitió a más de quinientos soldados comandados por Manuel Marzana. Durante veintitrés días, entre cruentos combates, privó a los cercados de todo refuerzo y aprovisionamiento del exterior. Sin embargo, es fundamental afirmar que al margen de los acontecimientos acaecidos en el pasaje histórico, tales como: los tratados sobre límites, las estrategias para los enfrentamientos, los aciertos o desatinos de quienes tomaban decisiones, o los padecimientos sico fisiológicos del hambre, la sed, la angustia, la desesperanza, el asecho constante de la muerte, para un resultado absurdo, en la novela Si hay llanto en tus ojos el marco referencial, engendra y gesta otras historias individuales con fisonomías propias, que bien estructuradas en la novela la hace diferente a otras, de ahí que permite una lectura distinta sobre los hechos de la guerra del Chaco. Se ha escrito mucho en todos los géneros literarios sobre esta infausta experiencia nacional. De suyo Si aún hay llanto en tus ojos, por su sencillez y profundidad humana tiene particularidades de fondo y forma que la hacen singular.

El marco anecdótico está formado por la epopeya íntima que viven Rómulo López Flores, sobreviviente del cerco de Boquerón, el protagonista-narrador que resulta ser hijo del combatiente y la madre de éste que tiene un diario de campaña, atesorado entre sus cosas personales, que es descubierto por el hijo cuando ella muere. La existencia del diario cobra un nivel protagónico esencial en el entramado novelesco.

El párrafo con que se inicia la novela: La vieja murió sola como había vivido casi toda su vida, abre la puerta que nos conduce, a lo largo de la narración, a un espacio preñado de desarraigo, abandono y silencio que se traduce en un estado de infinita soledad, soledad heredada que envuelve la vida de los protagonistas.

Los hechos que provocan las acciones de los protagonistas son engendrados por la incertidumbre y profunda tristeza, ya por la forma innata de ser de cada uno de ellos o por carencia de afecto, los convierte en seres sumidos en una profunda soledad. En conclusión, los protagonistas de la fábula son eslabones sueltos de alguna cadena extraviada en los avatares de la vida o el destino. Después el contenido revelador de un diario de campaña hará el milagro de armar los eslabones para reconstituir la cadena o, lo que es lo mismo, cada soledad irá al encuentro de la otra.

El encuentro de la soledad con la otra soledad

Por un lado, la madre que ha sido exiliada de su propia vida, de sus sueños, de su amor, de su maternidad, es víctima de las circunstancias que le arrancan del alma sus más caros sentimientos y la doblegan hacia el silencio, hacia la soledad. Su mundo está poblado de misterios que describen una triste humanidad donde no se percibe el deseo de vivir, de salvarse, de luchar. Le invade una especie de paralización espiritual. En este personaje quizá la única muestra de rebeldía, el único testimonio de su atrevimiento en contra de lo prohibido sea el diario que esconde, el diario que escribió el amor de su vida, el amor pecado y censurado y que ella decide conservar como testigo de la fatalidad de su vida, de una vida que no sería capaz de engendrar otra vida que no sea solitaria también.

Por otro, el hijo que tiene ella con el soldado que combate en la guerra ha heredado la tristeza y la soledad, él lo afirma: Es probable también que esa mi inclinación casi natural a la soledad y al silencio, tempranamente los haya lactado de ella. (p. 11)

El primer componente que influye en la experiencia de la soledad aparece en la infancia por la forma en que el individuo experimenta la necesidad de contacto. El protagonista fue tempranamente alejado de la madre, de su entorno familiar y del lugar donde nació. De ahí que él, con nostalgia y amargura, tiene la certeza de haber sido privado en la infancia de la ternura maternal.

La soledad está relacionada con el aislamiento, la noción de no formar parte de algo, la idea de no estar incluido en ningún proyecto y entender que a nadie le importa lo suficiente como para pertenecer a su mundo

Se dice que la patria verdadera de los hombres es la infancia, y al protagonista no se le permitió disfrutar de ese territorio, se le negó ese espacio, el ambiente y todo lo que conformaba el hogar maternal, en consecuencia se le privó de asimilar con calor familiar ese tiempo en aquel período de su vida: Yo fui prematuramente desterrado de ese país…es como si nunca en realidad me hubiera pertenecido” (p. 21), esto confirma que él tiene la experiencia de la soledad como consecuencia de las relaciones interpersonales perturbadoras en la infancia, así el conflicto psíquico surge entre el individuo y su ambiente.

Todos los hombres tenemos una historia ya sea dramática, triste o feliz, pero la tenemos. Un pasado que redima o condene, no importa, pero que ayude a vivir el presente y sustente el futuro, el protagonista narrador no la tiene o al menos la desconoce.

De ahí que él indague y quiera conocer su identidad porque está convencido que no tiene un referente que sea la base de su historia, por eso se interroga: ¿Quién soy? Aquí cobra vida substancial el diario del soldado Rómulo López Flores: viejo cuaderno que olía a monte chaqueño, a sangre derramada, a terrible soledad… es decir olía a la vida de un hombre (p. 41)

El mismo protagonista-narrador confiesa que ese diario será la brújula que habría de cambiar su vida… y descubrir los insondables misterios de la existencia humana… y que lo llevó a escribir estas líneas, cierto, a partir de la lectura del diario se irá clarificando lo oscuro de sus orígenes y sabrá de dónde viene y quién es y por qué es como es.

La soledad heredada muestra que hay un paralelismo entre el cerco de Boquerón con el cerco que se siente, que es la vida. Por eso el autor hace filosofar al protagonista: Sí, la mayoría de los hombres somos unos seres indefensos, emboscados por una vida sin sentimientos, sitiados por un mundo que jamás detendrá su marcha para preguntarnos cómo logramos remontar nuestros días (p.42)

La madre y el padre son seres predestinados, víctimas de un contexto social prejuicioso, condenados por las circunstancias, heredan al hijo la angustia existencial de saberse hechos para la nada. Éste, por la lectura del diario se entera que su madre tuvo su propia guerra: Reconstruir la triste historia de mi madre resultó algo muy doloroso, saber que ella había tenido su propia guerra….pero sobre todo lastimaba mi propia incapacidad….para entender que el silencio que yo tanto reprochaba, era un infinito dolor (p.112)

En esta convicción se produce la conversión de los sentimientos de culpabilidad hacia la comprensión y aceptación de la conducta y carácter de la madre. Hay en el heredero el deseo, la necesidad de saltar la barda y correr campo abierto en pos de lo que se llama tener fe en la vida: Quiero sentir aunque sea una sola vez en mi vida que no estoy solo. Entonces se produce lo gratificante y purificador que es el llanto: Lloro sin reparos, lloro de dolor por el llanto de mi madre, pero lloro por mí mismo (p.80)

¿Cómo hacer para que lo vivido no se pierda con mi muerte, y que la muerte de mi padre y mi madre recuperen de la nada su paso por la vida?, se cuestiona el protagonista narrador y decide que sólo invirtiendo la parte noble de su vida podrá reivindicarlos e inmortalizar su historia que también es la suya.

Y sólo por la palabra será posible compartir esta extrañas circunstancias que fisonomizan su vida, escuchemos lo que él dice: …el redibujar en un papel las mismas palabras que un día lejano un soldado escribió en medio del fragor del combate, me acerca aún más a él… para luego comprobar maravillado el milagro de la palabra escrita (p.82)

En poco tiempo casi nadie sabrá que en el Chaco, ese recóndito lugar del mundo, hubo una guerra cruel, pero yo ya nunca seré el mismo y asumiré estoicamente mi condición de hombre cercado por la vida y los recuerdos, ése será mi propio Boquerón. (p.115)

La tristeza es obsesiva en el narrador, no así la soledad, desde que opta por recrear su experiencia en la palabra escrita, él ya no estará solo y su historia será inmortal.

Rosario Quiroga de Urquieta. Miembro de la Unión de Poetas y Escritores, Cochabamba

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