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Domingo 08 de julio de 2012

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Cultural El Duende

Desde mi rincón

E T A

08 jul 2012

Fuente: LA PATRIA

TAMBOR VARGAS

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Tema peliagudo, que no pocos rehuyen, considerándolo terreno minado. Según dónde, te puede acarrear consecuencias indeseables, aunque de diferente naturaleza: en cierta época y en determinados ambientes, la de ser inscrito en el censo de los ‘enemigos’ (para unos) [de Euskadi] o en el de los ‘traidores’ (para otros) [a España]. Siempre dependiendo, claro, de las opiniones expresadas.

Los que tenemos suficiente edad, podemos recordar cómo en tiempos franquistas la simpatía más o menos explícita y sonora por ETA (nacida en 1958) era equivalente necesario para que uno quedara acreditado como opositor ‘demócrata’ a la dictadura. Bastaría recordar aquel ‘juicio de Burgos’ (del 3 al 30 de diciembre de 1970) contra 16 miembros o simpatizantes de ETA, en el que incluso el Papa Pablo VI pidió clemencia para los seis condenados a muerte. Y en efecto, Franco decidió indultarlos, quedando sentenciados a la pena inmediata inferior.

Después vino la ‘transición’ postfranquista y aquí llegó la primera pirueta: progresivamente se fue imponiendo la tesis de que, en democracia, no podía tolerarse ninguna causa armada (como si alguno de los estados existentes hubiese alcanzado o recuperado la independencia sin lucha armada). Así se pudo contemplar la segunda pirueta: a partir de cierta fecha que alguien debe conocer y que los futuros historiadores quizás encuentren la debida consigna en los archivos públicos, se fue imponiendo el calificativo de “banda terrorista” para ETA, hasta el punto de que ningún periódico español se atreviera a apartarse de la ‘norma’ (pero no así en el extranjero, hasta hoy). Y a caballo de este cambio terminológico, llegó la tercera pirueta: una movida parlamentaria que logró poner fuera de la ley a cuantas organizaciones políticas defendieran la causa nacional de la independencia vasca. ¿Cómo? De una u otra forma, solían acabar aplicando un silogismo que diría: ETA es independentista; como ‘x’ es independentista; ‘x’ es instrumento o partidario de ETA. Y como ETA es terrorista, también ‘x’ lo es; y por tanto, debe ilegalizarse como la ilegalizada ETA, que a eso se quería llegar. Y por esta regla de tres, toda organización independentista quedó fuera de la ley española... porque ‘colaboraba’ con ETA. Y durante años los ciudadanos vascos independentistas se han visto privados de votar candidatos de organizaciones políticas independentistas (abertzaleak).

Vamos a la madre del cordero: ¿es verdad que en una democracia no caben las luchas armadas (como la de ETA) porque existen las vías políticas para resolver los conflictos? En teoría, puede ser verdad; pero, en concreto, sólo si los partidarios de esa teoría (como los ‘demócratas’ españoles) demuestran que el conflicto nacional vasco tiene formas de solución ‘democráticamente’ aceptables. Y estas formas no podrían ser otras que las que ofrece el derecho a la autodeterminación, expresado mediante una consulta realizada bajo control y vigilancia de poderes neutrales garantes de la libertad y la honestidad de la consulta. Pero basta leer la vigente Constitución española de 1978 para comprobar que no figura nada de esto; y quedó demostrado, en concreto, con el bloqueo del ‘plan Ibarretxe’, aprobado en 2004 por el Parlamento Vasco (contra los votos socialistas y populares), pero rechazado a las pocas semanas por las Cortes españolas): ¿puede haber alguien tan ingenuo que las instituciones españolas ‘concederán’ o ‘aprobarán’ las iniciativas vascas soberanistas? Por tanto, es falso que hasta hoy la ‘democracia’ española haya ofrecido una ‘vía pacífica y democrática’ para que los independentistas vascos (o no vascos) puedan defender y promover su propia causa nacional. Basta esto para mostrar la cola de paja de todas las subsiguientes piruetas de los sucesivos gobiernos ‘democráticos’ españoles y de los partidos políticos que las han avalado: de las ilegalizaciones a las negociaciones, de acuerdo a los aprietos e intereses de cada momento dado (una de las más chistosas fue, por ejemplo, la coalición de socialistas y populares –españolistas a la par– para desbancar a los nacionalistas vascos del gobierno de Euskadi).

Junto y por debajo de la cabriola que rebautizó a los ‘patriotas’ o ‘nacionalistas’ vascos de ayer como ‘banda terrorista’ ETA de hoy (cabriola finalmente obligatoria para quien quisieran sacar carnet de ‘demócrata’, bajo pena de quedar satanizado como ‘colaborador’ de los terroristas), la estrategia ‘democrática’ española de largo plazo ha consistido en ir destilando por todos los medios de comunicación gubernamentales la tesis encaminada a convencer que para Euskadi el problema era ETA; es decir, que una vez aniquilada la ‘banda’, todos los demás problemas quedarán automáticamente encaminados hacia su solución. Y que una vez destruida ETA desaparecería por arte de magia el problema del independentismo vasco. Es la aplicación concreta de aquel dogma teórico que afirma, en el vacío abstracto, que en democracia todos los conflictos pueden encontrar solución pacífica (sólo verdad añadiendo: cuando ambos bandos pueden y quieren encontrarla). El sofisma consiste en olvidar a los vascos independentistas que nunca han tenido otra coincidencia con ETA que la reivindicación de un estado vasco.

Recientemente, ETA ha dado algunos pasos que han sido interpretados como voluntad de poner fin a su lucha. Y han seguido naciendo organizaciones independentistas que, ¡oh sorpresa!, por fin han podido concurrir a las elecciones municipales vascas y a las parlamentarias españolas, logrando en ambas resultados inesperadamente favorables. ¿Se está abriendo aquella ‘vía pacífica’? Los hechos lo dirán; por ahora, reservemos el diagnóstico.

Otra de las grandes maniobras (piruetas) españolistas ha consistido en manipular para sus intereses a las ‘víctimas’ de ETA. En este caso la manipulación ha consistido en capitalizar y enconar el dolor de uno solo de los bandos enfrentados. Porque ¿qué hay de las víctimas de la policía española y de los ‘batallones de la muerte’ (GAL y otros), no sólo tolerados, sino protegidos por los gobiernos españoles ‘democráticos’ (tanto del PSOE como del PP)? Para los políticos y partidos españolistas (o chantajeados por ellos) esas víctimas simplemente no existen. Porque, si se atrevieran a decir en voz alta la verdad, tendrían que decir que no existen porque la causa nacional vasca carece de la legitimidad necesaria para poder apelar a la humanidad de los españoles (la misma que la de los vencedores militares y políticos de 1939). A pesar y al margen de todo ello, desde hace algunos años ha habido alguna iniciativa de grupos de víctimas que no se han dejado manipular: por iniciativa propia y sin excluir a ninguno de los grupos, han tenido que ir hasta Irlanda para encontrar la ‘discreción’ y la ‘seguridad’ que les permitieran tratar de acercarse a algo parecido a un ‘camino de reconciliación’. Pero no se preocupe, que de todo ello nadie verá ni oirá usted nada a través de los medios de comunicación de un estado español ‘democrático’ y ‘europeo’. No aparece porque no interesa a los políticos que los han puesto a su servicio.

Visto lo anterior, si alguna conclusión cabe sacar del caso ETA, es que el nacionalismo hegemónico en estados (como el español) con varias naciones, aceptados como ‘democráticos’ por sistemas internacionales (como la Unión Europea), niega a las naciones sometidas (como Euskadi) el derecho de existir y de organizarse políticamente según su voluntad. ¿A quién podrá extrañar que esta inviabilidad en algún momento provoque el nacimiento de movimientos armados que buscan la independencia, aunque los verdaderos causantes los (des)califiquen por ‘terroristas’?

Otra conclusión es que mientras ETA fue útil a los antifranquistas (comunistas, socialistas, liberales), ETA gozó de su simpatía y apoyo; después se olvidaron de lo que decían tan ‘convencidamente’; y hoy son los ‘demócratas’ anti-nacionalistas, cortados por el molde jacobino quienes decretan, en nombre de su dogma ‘moderno’, la inviabilidad de los ‘particularismos’ (aunque a la hora de defender los ‘intereses’ de su estado frente a las instancias supraestatales, son los primeros que acuden a las barricadas patrioteras). Es su última pirueta… por ahora.

Fuente: LA PATRIA
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