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Domingo 08 de julio de 2012

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Revista Dominical

De una conspiración a un Manifiesto de Agravios

08 jul 2012

Fuente: LA PATRIA

“Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia…” (Mateo, V-6) • Por: Javier Cárdenas Medina

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Un preconcepto bastante generalizado en el estudio de la historia americana es que la vida colonial, se desarrolló en el siglo XVIII quieta y apaciblemente de toda aptitud política, considerándose a la rebelión de Túpac Amaru II como el antecedente más sobresaliente entre los movimientos que buscaron la libertad, dando paso inclusive a llamarle especialmente a la primera mitad de esta centuria como “siesta colonial”. Es quizás por ello explicable que la revolución de 1810 adquirió dimensiones tan magníficas y de tal extensión que su estudio encandiló los espíritus e hizo palidecer todos los demás movimientos revolucionarios de Hispanoamérica y hasta desvaneció el recuerdo de ellos. Entonces es importante la necesidad de restaurar en su punto de estudio y valoración la precedente conspiración de 1739 y la redacción del Manifiesto de Agravios de Oruro, es por lo menos una exteriorización inequívoca de recuperar aquel espíritu de libertad o autodeterminación para la resistencia revolucionaria o la acción vindicativa; aptitud y espíritu que formaron el substratum psicológico de los héroes de la Independencia, y sin los cuales esta no se hubiera consumado.

Si bien desde los primeros días de la conquista se van encontrando rebeliones y desobediencias, aquellas no tienen ninguna intención separatista ni plan de organización política automática.

Mayormente son alzamientos flagrantes contra la autoridad que funcionaba regularmente, ya sean estos corregidores o diezmeros.

La villa minera de San Felipe de Austria de Oruro antes de 1739 ya se constituía en un importante centro articulador de un amplio circuito comercial andino del Virreinato del Perú. Las grandes caravanas de comerciantes, trajinantes y arrieros llegaban durante todo el año a la villa fundada por Castro y Padilla o a la villa Imperial de Potosí. De retorno cargaban minerales y otros alimentos hacia la costa y el puerto de San Marcos de Arica. Por aquellos años la sumisión y la fidelidad al Rey de España era inmensa, prueba de ello son las manifestaciones de obediencia que se observa en las diferentes villas y ciudades cada vez que se realizaba la renovación del juramento de fidelidad.

Sin embargo, persistía la explotación de los indígenas en las mitas de Potosí y Huancavelica, los abusos de los corregidores con el sistema de reparto, una deficiente administración de justicia, los que sumados a las constantes alzas de tazas de impuestos fruto de la política borbónica, van originando un ambiente de insatisfacción entre los indígenas, mestizos y criollos.

Juan Vélez de Córdova, criollo y catalogado por el Oidor de la Audiencia de Charcas Manuel Isidoro de Mirones como hacendado y arriero- propietario, vecino de la villa de Oruro es el ideólogo de una conspiración en contra del orden colonial establecido, para ello busca contactos y amistad con el platero orureño Miguel de Castro, mestizo de 56 años y casado con María Encinas, el recaudador de impuestos y gobernador de naturales cacique Eugenio Antonio Pachacnina, orureño, de 31 años soltero quienes conforman su Estado Mayor, a ellos se agregan Ramón de Castro, Nicolás de la Cruz Encinas, Carlos Pérez, Tomás Agudo, Bernardo de Ojeda, Juan Lorenzo Yáñez cuñado de Vélez. Algunos historiadores incluyen a Ambrocio Arce y a Lorenzo Parceros.

Los conspiradores se reúnen en casa y tiendas de las calles de la Viñatería y de La Misericordia, redactan un documento de alto contenido político para aquellos años en el que denuncian que: “Siendo legítimos señores de la tierra se ven oprimidos de la tiranía, viviendo con sobresalto y tratados poco menos que como esclavos…” El autor de este escrito anticolonial es Juan Vélez de Córdova, quien apoyado en su condición de criollo de pasado ilustre y de sólida formación teológica y filosófica por haber recibido educación de los jesuitas, acude al discurso político escrito para denunciar la explotación y la injusticia imperantes en estas tierras, ofreciendo un proyecto multirracial de restauración del Inca y de defensa del gremio de la Santa Iglesia.

Es importante señalar que la conspiración no era simplemente local. Scarlett O’Phelan señala: “Una rebelión será aquella que alcanza una mayor permanencia temporal, teniendo connotaciones regionales, estando en condiciones de propagarse a varias doctrinas, corregimientos e inclusive provincias. Las rebeliones responden a un plan mínimo de organización y coordinación que en muchas ocasiones están materialmente sustentados por comunicados, edictos e inclusive programas políticos. No son, por lo tanto, provocadas por un estímulo aislado, sino por una coyuntura rebelde, donde convergen y se articulan más de una variable. El ataque no involucra a una autoridad concreta, sino más bien dirigida contra las instituciones y autoridades oficiales en su totalidad”. La conspiración de Oruro incluía a los indígenas de Toledo, Huanuni, Sorasora, Taiaquira (Sepulturas), las villas de Cochabamba, Mizque, Potosí, La Plata y la ciudad imperial del Cusco.

El plan consistía en atacar al corregidor de Oruro, Martín de Ezpeleta y Villanueva, además de las autoridades y españoles, en su confesión Tomás Agudo nos relata: “Se habían de unir las fuerzas de Cochabamba y de Oruro y que lograda la unión de una y otra provincia, pasarían a esta ciudad de la Plata y en ella destruirían la Real Audiencia, para que no hubiesen papelitos y a cuantos sujetos se les opusieren… que en esta ciudad pasarían a la del Cusco donde se coronaría y fabricaría una fortaleza… que guarnecería con artillería para defenderse… que crearía doce grandes y dos órdenes militares con el título de Nuestra Señora de la Concepción y Señor San José y que se habría de borrar el nombre de Corregidor porque estos eran unos ladrones, robadores que no atendían la administración de justicia sino solo a sus intereses y repartimiento vendiendo lo que vale dos o cuatro por ocho o veinte y que destruido el nombre de corregidores… había de haber gobernadores de españoles e indios…” (AGI).

A fines de junio deciden enviar como embajadores llevando el Manifiesto de Agravios a Cochabamba y Vallegrande al arriero mestizo Tomás Agudo diestro espadachín según dicen y a Ramón de Castro, hijo de Miguel. Previamente todo el grupo realiza un juramento ante Juan Vélez de Córdova quién espada en mano y mostrando la cruz consagran su decisión y compromiso. Los días 4 y 5 de julio de 1739 se ensombrecen los sueños y brota la aciaga delación de quien no está preparado para la gloria, el maestro de esgrima Bernardo de Ojeda, anoticia de los sucesos al Corregidor Ezpeleta quien acompañado por el Alcalde Provincial Melchor de Herrera y el Regidor Perpetuo Manuel García de Ayllón detienen al cabecilla y sus cómplices de aquella osadía de emprender empeños contrarios a la lealtad y a la sumisión de los Príncipes. El corregidor avisa prontamente al Presidente de la Real Audiencia sobre los sucesos, de la misma forma envía mensajeros a todo galope a Cochabamba y los asientos aledaños para capturar a quienes llevan el Manifiesto de Agravios. Temeroso, apresura la sentencia declarándolos a Juan Vélez de Córdova, Miguel de Castro y Eugenio Pachacnina traidores al Rey condenándoles a morir con la pena del garrote para luego ser colgados en los balcones del cabildo en la Plaza del Rey durante 48 horas y servir de escarmiento a los pobladores de la villa de Oruro que apoyasen la rebelión. Días después siguen el siniestro camino Nicolás de la Cruz Encinas y Carlos Pérez. En cuanto a los que fueron a las provincias fueron capturados en Vallegrande, conducidos a Chuquisaca donde soportaron crueles torturas y ser posteriormente ejecutados. El último en morir, el joven platero orureño de 23 años, expresó en voz alta: “Señores de la Europa, perdónenme por amor de Dios por la mala intención con que he vivido, que yo solo he quedado y fui sabedor de todo y muero justamente y pido a todos perdón por que Dios me perdone…”, fue sentado y arrimado al palo que estaba de pie de dicha hora en la cual se le dio garrote hasta que murió naturalmente y fue colgado en dicha horca y quedó pendiente.

Es revelador que el cabecilla sea un criollo americano y que tardasen algún tiempo en descubrir una conspiración que data de años atrás. Reúne por primera vez a criollos, mestizos e indígenas inclusive de los alrededores de la villa de Oruro. En cuanto al documento revolucionario que redactó hacen 273 años Juan Vélez de Córdova es considerado por investigadores de renombre como el Primer Programa Político de América y se encuentra en el Archivo de Sevilla, España. En él se incitaba a sacudir el yugo de España y recobrar la libertad de que se les había despojado. Las razones eran estas: Primero, el haber recibido las Indias los españoles en virtud de una Bula de Alejandro VI a fin de que las convirtiesen a la fe de Cristo, pero los conquistadores arrastrados por la codicia no habían hecho más que dar muerte a los Incas y usurpado los bienes; Segundo, los tributos con que gravaban a los indios y la pesada carga de la mita les hacía intolerable la vida; Tercera, para los indios no había protección y era inútil que presentasen sus reclamos; Cuarto, se pretendía empadronar a los criollos y mestizos como se había visto en Cochabamba para extorsionarles y exigirles dinero. Incita por lo mismo a rebelarse a criollos y naturales y les dice que un vástago de los Incas está pronto a ponerse a su cabeza; les promete distribuir entre ellos los empleos y cargos del estado, agregando que la ocasión es propicia por hallarse España en lucha con Portugal e Inglaterra y finalmente que no es un intento apartarse de la ley de Cristo sino tan solo restaurar el Gran Imperio de los Incas.

Todo ello nos permite considerar a Juan Vélez de Córdova como precursor de Túpac Amaru II. El Manifiesto de Agravios de Oruro sintetiza la rebeldía multirracial, recoge los viejos anhelos y las nobles angustias, proclama el amor a la tierra americana y a la libertad.

En 1750, el Manifiesto de Agravios cumple su rol histórico al trascender en el levantamiento de Huarochirí, cercana al palacio del Virrey Manso de Velasco. Su cabecilla al ser apresado confiesa haber copiado del documento orureño para redactar uno similar dirigido a mestizos e indios. El manuscrito de esta declaración se encuentra en el Museo Británico de Londres.

Finalmente queda mencionar la inmensa deuda que tenemos con estos protagonistas del primer suceso heroico de la villa de Oruro de 1739, ellos no lograron su caro sueño pero sí nos legaron un histórico documento que es nuestro certificado de bautismo camino a la libertad.

Fuente: LA PATRIA
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