La guerra no declarada de la “Santa Alianza” contra Siria
03 jul 2012
Por: Adhemar Ávalos Ortiz
Siria, a diferencia de Libia, posee una complejidad mucho mayor. En primer lugar su población es significativamente más culta, pero perteneciente a diversas etnias musulmanas y cristianas, aunque parecidas en sus convicciones pero enfrentadas en sus posiciones religiosas y políticas, lo que crea una suerte de polvorín difícil de manejar equilibradamente. La supuesta defensa de la democracia está inmersa en un juego de poder peligrosísimo por sus connotaciones internas y, principalmente, externas. No se debe olvidar el papel de dos potencias tradicionales: Irán (heredera del poder persa y afín al marco religioso musulmán de Siria) y Turquía (mirando hacia el pasado para restaurar el brillo otomano anterior a la Primera Guerra Mundial). En este candente escenario Irak no juega ningún papel relevante, Egipto está inmerso en sus propios problemas y los palestinos siguen siendo la marioneta en contra de Israel, estado que peligrosamente apuesta al derrocamiento del régimen sirio sin comprender que los “yihadistas” (partidarios de la llamada Guerra Santa contra el Mundo) serían mucho peores enemigos.
Siria se está convirtiendo en un campo de batalla donde Occidente intenta evitar que viejas potencias como Rusia y potencias emergentes como China e Irán adquieran un papel más relevante en la esfera internacional. El mundo unipolar se resiste a dar paso a un mundo multipolar en el que las relaciones internacionales sean más equitativas.
Y así, los norteamericanos quieren aprovecharse de la situación sin arriesgar mucho azuzando fuerzas extremistas muy peligrosas como Al-Qaeda que ya le provocó serios problemas en septiembre de 2001. A pesar de las apariencias, su interés fundamental no pasa por la desestabilización de Irán que no representa un problema grave por ahora, a pesar de sus berrinches cotidianos, de su radicalismo más de nombre que otra cosa. Les importa muchísimo más dañar a Rusia y China, con una importante población musulmana en sus territorios, para evitar que amenacen el poder unipolar establecido a partir de la caída del Muro de Berlín y la disolución de la Unión Soviética. Y saben perfectamente que rusos y chinos no permitirán más extensiones del monstruo religioso y político musulmán que es anticristiano por naturaleza.
Por ello se ha formado la “Santa Alianza” entre Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia, Turquía, Arabia Saudita, Qatar, Israel, Líbano y otros países, todos caracterizados por ser parte de las 3 religiones monoteístas más poderosas del planeta. A pesar de sus grandes diferencias religiosas e ideológicas, se unen en aras de destruir a Siria, como ya lo hicieron con Libia, para imponer un nuevo orden internacional donde Rusia y China jueguen un papel secundario. Así, se ha conformado un comité político que cuenta, entre otros, con la secretaria de Estado de EE.UU. Hillary Clinton como supervisora y Jeffrey Feltman (también norteamericano) como coordinador, quien también controla un grupo cuyos miembros incluyen a ministros de relaciones exteriores de Arabia Saudita y de Qatar. Además, el complot busca romper la alianza Irán-Siria, haciendo que Damasco se ponga del lado de Washington en lugar del de Irán y Rusia, mediante la intensificación de la guerra psicológica y propagandística para poder “transferir la democracia al país” sin tener que arriesgar la seguridad nacional de Israel.
Mientras tanto, Estados Unidos, Arabia Saudita, Qatar y Turquía están creando pequeñas áreas protegidas en Irak y el Líbano, que utilizarán como campos de entrenamiento militar de Al-Qaeda y la oposición siria, a fin de provocar una guerra civil que ponga fin al régimen de Bashar Al Assad y garantice los intereses del imperialismo en decadencia y sus aliados de palo.
Ante el fracaso de la estrategia del choque frontal entre mercenarios y las fuerzas regulares, y el apoyo mayoritario del pueblo sirio a su Gobierno después de más de un año de conflicto, la nueva estrategia para desestabilizar a Siria y provocar el odio interreligioso se basa en tres tácticas. La primera y más importante son los grandes atentados con el objetivo de aterrorizar al pueblo, para que este pierda la confianza en un Gobierno que es incapaz de protegerles. La segunda es el secuestro selectivo de miembros de la burguesía para conseguir financiación a través del pago de rescates, que también hace crecer el clima de inseguridad. La tercera táctica es el asesinato selectivo de personalidades de las minorías alauita, cristiana y drusa con un mensaje que dice: “Ejecutado por el Ejército Libre Sirio” (el grupo armado terrorista de la oposición). Así se estructura la guerra no declarada contra el país sirio y su gente democrática.
(*) Politólogo
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