Martes 03 de julio de 2012
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La flota Copacabana me dejó parado en la acera norte de la Plaza 10 de Febrero. Meses antes había salido bachiller del Colegio Bolívar de Cochabamba. Con mi título bajo el brazo fui a la Facultad Nacional de Ingeniería y allí sellé mi permanencia por 12 largos años en la tierra de los diablos y los morenos.
Ingeniero no soy, pero periodista sí y de paso abogado. Oruro me dio amigos, amores, pasiones, esposa e hijos.
Antes de llegar a Oruro había leído el libro de un amigo de mi padre, titulado: “Cuentos de la Bohemia Insomne”, el autor era Jorge E. Meza. Fue la guía literaria que me llevó a la vorágine de la bohemia orureña y quedé atrapado para siempre en esta “alta tierra de Oruro… la enamorada del gringo y del gitano”.
Evoco con mucho cariño mi época de libretista de radioteatros. Adaptaciones de novelas nacionales y extranjeras, pero también algunas “invenciones”. Todavía “escucho” la voz de Johnny Villena en el rol de Arsenio Lupin. Recuerdo con nitidez la preocupación de la camarera de la pensión donde almorzaba por la suerte de la Chasca Ñahui, interpretada por Asunción de Quezada. No olvido mi reportaje diario en Radio El Cóndor, que duró un par de semanas, sobre el éxito de Zulma Yugar en el Festival Latinoamericano de Folklore en la ciudad argentina de Salta donde grité a los cuatro vientos: “Aquí Canta Bolivia”. Y, relaté a los argentinos los pases y figuras de la Diablada Ferroviaria.