Bajo la consigna de “Ayuda a salvar nuestra libertad religiosa”, este 4 de julio, Día de la Independencia de los Estados Unidos concluye la “Quincena por la Libertad”. Dos semanas por la libertad religiosa, que están verificando las 196 diócesis católicas estadounidenses. Cada uno de los obispos ha convocado a su propia diócesis a iniciarla el 21 de junio pasado, en defensa de la libertad religiosa, amenazada por la “Ley de sanidad asequible y protección al paciente” del gobierno de Barack Obama.
En febrero de este año, el Departamento de Salud y Servicios Humanos promulgó normas definitivas que en la práctica obligan “a todos los empleadores, incluyendo a muchas instituciones religiosas, a pagar por fármacos abortivos, esterilizaciones y anticoncepción”.
La Reforma Sanitaria que recientemente ha sido declarada constitucional por la Corte Suprema de los EE.UU., estipula un mandato individual que obliga a todos los ciudadanos a comprar planes de seguros de salud, aunque incluyan anticoncepción y aborto, ergo, el mandato obliga a los empleadores a incluir seguros de salud que cubran esterilizaciones, anticonceptivos y fármacos abortivos, aún si se viola la libertad de conciencia.
El Presidente de la Conferencia de Obispos de los Estados Unidos, el Arzobispo de Nueva York, Cardenal Timothy Dolan, declaró que la Reforma Sanitaria en cuestión “estrangula la libertad religiosa”. El mismo prelado el 22 de febrero en carta dirigida a los obispos norteamericanos señalaba que la libertad religiosa es la "libertad primera", y, que “no se refiere solamente a la anticoncepción, a los fármacos abortivos y a la esterilización, si bien todos deben reconocer las injusticias implicadas al incluirlas en un programa de atención a la salud obligatorio para todos”, ya que no se trata de formar parte de un colectivo político o social “se trata de las personas de fe. Es en primer lugar una cuestión de libertad religiosa para todos. Si el gobierno puede, por ejemplo, decir a los católicos que ellos no pueden actuar hoy en el campo de los seguros sin violar sus convicciones religiosas, ¿en dónde se termina? Esto viola los límites constitucionales puestos a nuestro gobierno y los derechos básicos sobre los que ha sido fundado nuestro país”.
La Academia Pontificia de Ciencias Sociales, que preside la estadounidense Mary Ann Glendon, profesora de la Universidad de Harvard y ex Embajadora de los EE.UU. ante la Santa Sede, en su sesión plenaria de mayo del 2011, ponía sobre el tapete “la cuestión de la libertad religiosa, las amenazas que pesan sobre ella en el mundo actual y los modos de defenderla”, concluyendo que “cerca del 70 % de la población mundial vive en países que imponen “fuertes restricciones” a la libertad religiosa, que en gran parte recaen sobre las minorías” de acuerdo a los resultados del profundo y extenso estudio llevado a cabo por el “Pew Forum on Religion and Public Life”.
La señora Glendon, identificó cuatro tipos de amenazas a la libertad religiosa: El primero es la amenaza típica de la coerción del Estado y la persecución de los creyentes. La segunda serían las restricciones estatales a la libertad religiosa de las minorías. La tercera, las presiones sociales sobre las minorías religiosas, que pueden estar sancionados o no por el Estado, pero que en cualquier caso restringen las libertades de esas minorías. Y la cuarta sería el crecimiento del fundamentalismo secular en los países de Occidente que consideran a los creyentes como una amenaza a la política secular y democrática.
Respecto de la Reforma Sanitaria en cuestión, Mary Ann Glendon afirma que “el objetivo del Gobierno no es la salud de las mujeres, sino encajar a las organizaciones religiosas en una agenda política, obligándolas a facilitar y financiar servicios que violan su credo”.
El Concilio Vaticano II declaró que “la persona humana tiene derecho a la libertad religiosa. Esta libertad consiste en que todos los hombres han de estar inmunes de coacción tanto por parte de personas particulares como de grupos sociales y de cualquier potestad humana; y esto de tal manera que en materia religiosa ni se obligue a nadie a obrar contra su conciencia, ni se le impida que actúe conforme a ella en privado y en público, sólo o asociado con otros, dentro de los límites debidos” (Dignitatis humanae, 2).
Massimo Introvigne, “Premio a la defensa de la libertad religiosa” de “Ayuda a la Iglesia necesitada”, hacía notar la diferencia entre libertad religiosa y libertad de culto. Libertad religiosa no es simplemente libertad de culto, “no es” libertad religiosa si no va acompañada de “la libertad de predicar fuera de las iglesias, de convertir, de convertirse sin temor a represalias, de publicar libros o revistas, de evangelizar por radio, televisión o internet, de abrir escuelas, de participar sin discriminaciones en conversaciones públicas y en política”.
La libertad religiosa constituye pues la base de todas las demás libertades. Para contrapesar las violaciones a la libertad religiosa provenientes tanto de estados fundamentalistas como de estados ateos, recientemente se ha creado un “Observatorio sobre Libertad Religiosa” con sede en Roma, fruto de un trabajo conjunto entre la Santa Sede e Italia.
Y aunque la Iglesia de Cristo hoy por hoy sigue siendo objeto de persecución, como hechos recientes lo demuestran -entre muchos ejemplos los maléficos atentados a templos católicos en Nigeria y Kenia- el Papa Benedicto XVI afirmó que “la peor persecución para la Iglesia es el pecado dentro de ella”. Claro, no se puede poner una vela a Dios y otra al diablo.
(*) Director Nacional Pioneros de Abstinencia Total
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