Desde que el MAS es gobierno, a todas las movilizaciones de diferentes sectores, clamando diferentes reivindicaciones, siempre se les colgó el sambenito de "políticas", en el afán de minimizar la protesta y el reclamo y siempre los voceros de Gobierno hicieron planear sobre la población la idea de que detrás de aquellos reclamos y pedidos estaba algo más; o sea un interés desestabilizador, antidemocrático, contario al cambio, la derecha, la embajada y un largo etcétera.
Pero esta vez el Gobierno se pasó de revoluciones, pues no dudó en acusar de intento de “golpe de Estado” a la movilización reivindicativa de los policías de bajo rango. ¿Será posible pensar en un golpe de Estado a estas alturas del tercer milenio? No imposible, pero sí muy difícil. Muy difícil dada la madurez del pueblo boliviano que, en todo caso preferirá el lenguaje de las urnas al de las armas.
¿GOLPE?
Veamos: los golpes clásicos del pasado estaban a cargo del Ejército, por ende a cargo de una oficialidad élite (Generales y Coroneles) que gracias a su poder de mando podía movilizar regimientos enteros. Ahora la oficialidad de la Policía no estaba en conflicto sino se mantuvo al margen, luego cabe preguntarse si los policías de tropa podrían encabezar un supuesto golpe.
Más allá de las grabaciones que pudiera tener o haber escuchado el ministro Romero respecto a la confabulación de diferentes sectores buscando la desestabilización del Gobierno, se notan contradicciones evidentes. ¿Existió o existe un Plan Tipnis? ¿En qué consiste? Aguardemos la explicación.
Voceros gubernamentales insistieron en demostrar una ligazón entre la Novena Marcha y el motín policial; nada más absurdo pues recordemos la golpiza de la Policía a la marcha en Chaparina. Notemos también que apenas solucionado el motín, la Policía siguió cumpliendo su deber evitando el ingreso de la marcha del Tipnis a Plaza Murillo. ¿Dónde estaba la ligazón?
Y para demostrar que no hay golpe, la Novena Marcha, en un acto de serenidad y madurez prefirió suspender su ingreso a La Paz por dos días, pues si hubiesen ingresado a Plaza Murillo en pleno motín quizás algo distinto hubiese pasado.
LA VIGA EN EL OJO
Fácilmente los ministros masistas acusan de golpistas a policías y marchistas, y con seguridad que las futuras movilizaciones reivindicativas a partir de la fecha, aparte de “políticas”, serán tildadas de “golpistas”, buscando justificar represiones más duras, falta de voluntad de diálogo e indiferencia.
No obstante lo más censurable es la búsqueda de preparar ambientes de hostilidad entre sectores afines al oficialismo, que “orientados” por la propaganda mediática gubernamental creerán inocentemente que el golpe es evidente y que hay que ahogarlo a toda costa.
Lo llamativo de esto es que no existe un autocuestionamiento respecto a la defenestración y destitución de gobernadores y alcaldes democráticamente elegidos. Hay un exgobernador encarcelado sin juicio, otro que fue sacado del cargo por un “quítame allá esas pajas”, dos ex gobernadores que huyeron a la cacería de brujas y varios exalcaldes que cayeron en desgracia. Todos estos casos acaso se encuadren en la categoría de “golpes no sangrientos”, pues en todos aquellos cargos ahora fungen funcionarios del partido de gobierno.
Por cierto el Gobierno siempre dirá que no se trata de golpes, sino de acciones legales de la justicia. Una justicia, cabe decirlo, no tan imparcial dada las características de elección de los jueces y magistrados.
Habrá que hace caer en cuenta a los voceros gubernamentales que existen golpes jurídicos o constitucionales. Veamos el caso paraguayo en que se destituyó al presidente Lugo por inepto y todos los países de la región no dudan en calificar a esto como golpe de Estado, incluido el gobierno del MAS.
(*) Comunicador Social
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