Sábado 30 de junio de 2012
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En ocasiones, el concepto de bondad es confundido con el de debilidad. A nadie le gusta ser el “buenito” del salón o la oficina, de quien todo el mundo se aprovecha.
Bondad es exactamente lo contrario, es la fortaleza que tiene quien sabe controlar su carácter, sus pasiones y sus arranques para convertirlos en mansedumbre.
La bondad es una inclinación natural a hacer el bien, con una profunda comprensión de las personas y sus necesidades, siempre paciente y con ánimo equilibrado. La bondad tiene tendencia a ver lo bueno de los demás, no por haberlo comprobado, sino porque evita enjuiciar las actitudes de los demás bajo su punto de vista, además de ser capaz de “sentir” de alguna manera lo que otros sienten, haciéndose solidario al ofrecer soluciones.
Ser bondadoso tampoco equivale a ser blando, condescendiente con la injusticia, o indiferente ante lo que está bien o mal en las actitudes y palabra de quienes nos rodean. Por el contrario, el bondadoso sigue siendo enérgico y exigente, sin dejar de ser comprensivo y amable. Del mismo modo, jamás responde con insulto y desprecio ante quienes así lo tratan, por el dominio que tiene sobre su persona, procura comportarse educadamente a pesar del ambiente adverso.