Tareas escolares ¿para fines de semana? y el ¿“descanso pedagógico?
28 jun 2012
Por: Javier Ángel Soliz Valdez
Habiendo ingresado a una revolución educativa, de transformación curricular y sin mencionar lo que antecedió a esta revolución, la educación ha tenido un desarrollo evolutivo histórico significativamente teórico pero de apariencia práctica no olvidemos que la principal labor del maestro reside en las experiencias de aprendizaje que los estudiantes tienen en su clase.
En materia de educación dicen los entendidos que el término “experiencia” a menudo tiene dos acepciones. Uno de sus significados se refiere a lo que el alumno/a pasa y a la forma en que siente o reacciona. Una experiencia de este tipo no puede ser elegida por el alumno ni por el maestro y, sin embargo, determina lo que aprenderá el primero. Existe una confusión cuando el término “experiencia” se utiliza como sinónimo de “actividad” y más aún de “tarea”. Esta aplicación surgió probablemente de los intentos de los educadores por dar al estudiante las experiencias que conducirían a los cambios deseados en la conducta, a través de determinados tipos de actividades y “tareas” que cumplir fuera del ambiente educativo.
El maestro puede manejar las actividades y tareas, pero su manipulación no garantiza necesariamente que el educando tenga una experiencia particular. Las actividades generan aprendizaje; el ser humano es un ser que ininterrumpidamente aprende a través de muchas actividades.
Por tanto, las actividades de aprendizaje se integran o se generan en un conjunto variado de actores, factores, recursos y ambientes. Sin embargo al parecer no todos los docentes logran practicar estas consideraciones, se empecinan en dar “tareas” para los “fines de semana” y el “descanso pedagógico” o lo que se llama vacación de invierno, que no es más que una acción impuesta para su realización sin ningún control pedagógico del maestro, sin considerar la cantidad y calidad, como queriendo justificar su labor que no hace en el “aula” y que le corresponde realizar en presencia del estudiante observando pedagógicamente su aprendizaje en aula, el estudiante no dispone del tiempo necesario en “fines de semana” y el “descanso pedagógico” para restablecer “energía”, “curiosidad” y “juego” que son recursos imprescindibles para emprender nuevas jornadas de estudio.
- “Energía”: el primer recurso, se trata de un período de exuberancia y energía. El alumno/a tiene una serie de inclinaciones instintivas; acciona sobre una reserva de energía física que gasta y recupera fácil y rápidamente.
Su energía es un gran recurso para el aprendizaje, frecuentemente no sabe cuándo está cansado ni cuándo ha jugado demasiado. Seguiría desarrollando su actividad durante todo el día y parte de la noche si no se lo impidieran.
- “Curiosidad”: el segundo recurso, importante para el aprendizaje particularmente en los años medios de la infancia es la intensa curiosidad intelectual. El alumno/a en formación de los diferentes niveles, desea ir a todas partes, saber y hacerlo todo.
- “Juego”: el tercer recurso del aprendizaje, en los años medios de la infancia y la adolescencia el juego es tan importante para el estudiante como el alimento, el vestido y la vivienda. El alumno/a tiene necesidad interna de jugar, juega con empeño y trabaja mientras lo hace. El desarrollo social, intelectual y emocional del estudiante encuentra su expresión en las actividades del juego.
El maestro debe tomar en cuenta que todos los días aprendemos diferentes cosas sin que en ello participe un maestro, así que es evidente que un maestro no es factor indispensable en el proceso de aprendizaje, sin embargo, todo nuestro sistema educativo se basa en la tesis de que el aprendizaje puede ser más eficiente con un maestro que sin él. ¿Por qué?
La primera contribución de un maestro (y quizá la más obvia) consiste en brindar un objetivo de largo alcance y un plan para lograrlo. Si se dejara al azar el aprendizaje, gran parte de lo que los niños y adolescentes aprenden ahora en la escuela les sería desconocido. El maestro garantiza que un alumno/a asimilara determinados materiales e ideas que la sociedad cree que deben incluirse en su educación.
La segunda contribución de un maestro es la “eficiencia de aprendizaje”. Un guía puede conducirnos a través de un terreno extraño con mayor suavidad y más fácilmente que si penetramos en él sin ayuda. Las habilidades motoras, actitudes, conceptos abstractos y aptitudes sociales, por ejemplo, se obtienen a través de distintos tipos de aprendizaje, y por lo tanto requieren distintas clases de actividades en presencia del docente.
A medida que tiene lugar el aprendizaje, el maestro continuará ayudando a los alumnos/as a identificar y formular los problemas que tienen que ser resueltos, a decidir dónde y cómo buscar las respuestas, valorar sus progresos, aplicar sus futuros esfuerzos y conservar su entusiasmo, por lo dicho es imprescindible la presencia del maestro en el aprendizaje.
(*) Profesor
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