En el tiempo que transcurre desde hace algunos años los expertos en materia de desarrollo, mayormente externos pero también varios coterráneos, coinciden plenamente en que a nuestro país le faltan políticas de desarrollo para encarar un proceso de crecimiento sostenible que la ciudadanía pueda percibir de manera objetiva en el manejo de su economía.
Si bien es cierto que las finanzas internas arrojan un saldo positivo en lo que corresponde a nuestras reservas estratégicas y aseguran un factor de garantía ante organismos internacionales y seguridad de contraparte para empréstitos que consoliden proyectos de envergadura, tal situación expresada en números sigue siendo sólo un factor de referencia con muy bajo porcentaje destinado a la estructuración práctica de planes productivos.
La otra cara de la medalla, esa que palpa la mayoría de nuestra población sigue siendo la que funciona como producto de la promoción sectaria o partidaria y que beneficia ocasionalmente a determinados segmentos del extenso territorio nacional, donde la pobreza sigue siendo la que predomina como parte de la cotidianidad.
Para quienes están pendientes del movimiento económico de las naciones de ésta parte del continente, Bolivia refleja una buena situación financiera externa, pero contradictoriamente se mantiene un alto porcentaje de pobreza que es utilizada como instrumento eventual de promoción sectaria para mostrar algún proyecto que reditúe promoción política, con alta dosis de sectarismo oficial, pero sin ser parte de un proyecto estructural y general.
La pobreza es parte predominante en nuestro territorio, el hecho es que allí donde más se la siente no hay todavía reacción ciudadana para exigir derechos, pero con las últimas acciones que observan todos los bolivianos tal el caso de las reivindicaciones que plantean los hermanos originarios del Tipnis, que hasta hace un tiempo era poco menos que desconocido por la población nacional salvo alguna referencia geográfica, ahora ha cobrado mucha importancia y es así que comienza un proceso reivindicativo que exige pensar en soluciones estructurales y no en meros paliativos políticos.
Es tiempo de pensar seriamente en trabajar con mucha seriedad en la creación de programas de contingencia allí donde más se necesita crear fuentes de empleo en base a la explotación racional y debidamente planificada para aprovechar la pródiga riqueza que nos proporciona nuestra naturaleza.
Hay que cambiar el sistema político de la confrontación, de la resistencia y/o del ataque para encaminar la capacidad, el coraje y la voluntad política en el establecimiento de proyectos agresivos, desde los más pequeños hasta los que se enmarcan en la amplitud de las mega industrias que conviertan nuestras materias primas en productos con valor agregado y de alto consumo externo, es un cambio exigible en el tiempo presente para revertir los conflictos que crecen diariamente porque faltan fuentes de empleo y porque los que existen no satisfacen las expectativas del buen vivir.
El esquema gubernamental debe adecuarse a la exigencia natural y perentoria de las necesidades del pueblo y eso necesita de un seleccionado equipo técnico especializado en la estructuración de políticas para dinamizar el desarrollo productivo, guardando de una vez las herramientas de la política sectaria y partidaria.
Fuente: LA PATRIA
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