Ernesto Renán materialista y racionalista, francés destacado en el siglo XIX, escribió una “Vida de Jesús”, llena de sinceros elogios por la persona del Señor y la obra que realizó, pero, por su filosofía Renán, no pudo admitir los misterios de la espiritualidad de Cristo que son el fundamento y la floración de su persona, ni tampoco los milagros que para un convencido racionalista son imposibles. Lo que más sobresale de ese singular escrito, es la afirmación de su autor de que “lo más grande y útil que Jesús nos enseñó es que el majestuoso y potentísimo Dios es un verdadero Padre”.
Cierto -aunque todas las revelaciones de Jesús son supremas, porque son divinas-, sin Jesús, el hombre no hubiera conocido jamás la revelación suprema de que Dios es el verdadero Padre de “todo hombre que viene a este mundo” (cf. Jn 1, 9).
Quien lea diligentemente la Sagrada Escritura, pronto se percatará de esta verdad. Dios es Padre para los pájaros a los que dispone de granos sin que ellos siembren ni sieguen; Dios es Padre para las flores a las que viste de las formas, colores y perfumes más exquisitos. Dios es Padre que no dará una piedra a un hijo que pide pan, aunque sí lo pudieran hacer quienes se consideran verdaderos padres.
Hay que examinar cada uno de los detalles revelados por Cristo para que nos percatemos de la verdad del dicho repetido en la Biblia: “Aunque una madre abandonara al hijo de sus entrañas, yo jamás los abandonaré”. Lo mismo afirma del pecador de poco pelo y de muchos despistes, que del criminal encharcado en la crueldad: todos son hijos suyos y a todos recibe por igual si es que llevan la señal de un sincero arrepentimiento.
A muchos les cuesta reconocer la paternidad de Dios en sus vidas, tal vez por la forma en que se relacionaron con su padre, o ante la ausencia de él. Es una verdad en la historia de cada ser humano que cada cual está profundamente marcado por la relación mantenida con su padre o con su madre, por lo que a causa de la gran cantidad de heridas que se producen en las relaciones padre-hijo en el plano humano, nuestra relación con Dios-Padre puede ser inexistente o defectuosa.
Hay asimismo quienes para convertirse en adultos estiman un deber eliminar a Dios del pensamiento, de la cultura y de la sociedad. Muchas falsas imágenes de Dios -las de un padre o madre sobreprotectores o autoritarios, las de un padre opresivo o bonachón- han despertado en el hombre la angustia o la rebelión. De ahí que muchos de nuestros contemporáneos viven este drama, proclamando en su conducta: "¡O Dios o yo!" y estiman un deber, eliminar a Dios del pensamiento, de la cultura y de la sociedad.
Ante ese hecho, el cardenal Suenens, se hacía la siguiente pregunta: “¿No será, que nuestra sociedad está enferma por la ausencia de Dios? Allí donde se guarda silencio en torno a Dios, son muchos los que sienten el frío de no tener ya Padre”.
El mismo cardenal belga, en su libro “El cristiano en el umbral de los nuevos tiempos” decía: “Quisiera sugerir que se introduzca en el ciclo litúrgico una fiesta consagrada explícitamente al Padre y a la puesta de relieve de su paternidad”, y recientemente el P. Raniero Cantalamessa, Predicador de la Casa Pontificia: “es una tristeza que no exista, en todo el año litúrgico, una fiesta de Dios Padre, que no exista, en todo el misal, ni siquiera una misa votiva en Su Honor. Es una cosa, pensándolo bien, muy extraña; existen innumerables fiestas de Jesús Hijo; existe una Fiesta del Espíritu Santo, tantas Fiestas de la Madre... Pero no existe una sola Fiesta del Padre, “fuente y origen de toda la divinidad”. Podríamos casi decir que es, ahora, el Padre “El Divino Desconocido”, ya no el “Espíritu Santo”.
Vivir con el Padre es sentirle a nuestro lado, siempre y en todo lugar: es convencerse de que Él se preocupa permanentemente de sus hijos; que desea lo mejor para ellos; que le repugna todo mal y sufrimiento estériles en ellos; que anhela los mejores puestos para sus hijos; que les desea bendiciones. Para ello hay que acostumbrarse a ver y palpar a Dios, como si estuviera a nuestro lado –que siempre está y hasta dentro de nosotros- para un diálogo permanente.
El Catecismo de la Iglesia Católica, presenta esta “Oración del Señor” como colofón de toda la fe de la Iglesia, y lo llama “resumen de todo el Evangelio”, y más, “corazón de las Sagradas Escrituras”. Ésta debe ser siempre nuestra primera oración.
Muchas veces recitamos el “Pater” o Padrenuestro de una manera rutinaria, sin penetrar en la riqueza y en el compromiso de vida que encierra para cada hijo. El Padrenuestro no es una oración a recitar simplemente, es ante todo una invitación a la vida cristiana que hemos de vivir con el coraje de la fe, incluido el martirio: lex orandi, lex credendi, y habría que añadir: et lex vivendi, es decir, lo que es nuestra oración, eso será nuestra fe, eso será nuestra vida.
Para tus amigos:
¡Oferta!
Solicita tu membresía Premium y disfruta estos beneficios adicionales:
- Edición diaria disponible desde las 5:00 am.
- Periódico del día en PDF descargable.
- Fotografías en alta resolución.
- Acceso a ediciones pasadas digitales desde 2010.