El tema de la seguridad ciudadana es una preocupación en la población, debido a la situación que por varios días confrontan los efectivos policiales en todos sus rangos y grados que decidieron imitar a los muchos sectores sociales que ganan las calles para manifestar sus protestas y exponer sus reclamos, casi siempre generando enfrentamientos inclusive con características de extrema violencia, que es lo único que no se da en la actual circunstancia, en que los obligados “represores” marchan sin ninguna resistencia.
Sin embargo, en el fondo del problema las circunstancias que generan malestar social en las filas policiales resulta que tiene que ver con causas que también han estado fastidiando a los trabajadores y que tiene origen en las diferencias salariales que se perciben con efecto negativo en la manutención de cualquier hogar, como se comprueba inclusive entre los policías, cuyos ingresos según los reclamantes deberían ser equiparados con los que se otorga a los miembros de las Fuerzas Armadas de la Nación y que por lo visto están en una escala muy superior a la que se maneja en la Policía Boliviana.
La movilización social de los policías, por el carácter de quienes la ejecutan se convierte en motín y las consecuencias de tal procedimiento de protesta puede tener muy serias connotaciones si no se lo controla oportunamente y de la manera más delicada posible, para evitar reacciones que pueden desembocar en una verdadera asonada pública, si además hubiera contaminación política.
No se puede desconocer que en las filas policiales y especialmente en los mandos superiores se puso a hervir la olla con un caldo de cultivo, que entre sus principales ingredientes contenía desconfianza, rechazo a últimos cambios, injusticia altamente condimentada y una irritación que explotó con el reclamo de las esposas de policías demandando mejores salarios para sus compañeros.
Por la explicación de muchos líderes del movimiento policial se sabe que ya se gestionó ante autoridades gubernamentales una mejora en el sistema salarial del sector, lamentablemente no se avanzó positivamente en ese planteamiento y los guardianes del orden, que también tienen derecho a vivir mejor, estaban a la espera de una coyuntura propicia para saltar a las calles, no como guardias sino como trabajadores mal pagados, con la ventaja de que en sus protestas no serían reprimidas, aunque su condición de amotinados puede tener otras connotaciones.
Como siempre sucede en todas las instancias “sociales”, las autoridades esperan que la protesta alcance ribetes de enfrentamiento entre las partes en pugna y paradójicamente con la Policía, que es cuando recién comienzan las gestiones en pos de soluciones, es parte de un proceso “tradicional” que muestra la parte negativa que mantienen nuestras autoridades con una carencia total de políticas previsibles a la hora de buscar arreglos bajo presión, sin haber agotado las instancias pacíficas del diálogo y la concertación.
Aquí estamos con un problema mayúsculo, que ojala se solucione sin mayor daño a la población, ni tampoco a los protagonistas del hecho, en este caso los policías y sus familias. Que lo sucedido sirva para cambiar un modelo que a las claras es injusto en materia salarial ha sacudido la burocracia estatal y destapado algunos esquemas inequitativos entre quienes deben cuidar la soberanía nacional y los encargados de la seguridad ciudadana.
Fuente: LA PATRIA
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