Loading...
Invitado


Domingo 24 de junio de 2012

Portada Principal
Cultural El Duende

Estos dos museos equivalen a veinte escuelas

24 jun 2012

Fuente: LA PATRIA

Discurso pronunciado por el historiador y gestor cultural Mariano Baptista Gumucio durante la inauguración del Museo “Franz Tamayo” y la “Galería de Escritores Paceños”

¿Fotos en alta resolución?, cámbiate a Premium...

Éste es, sin duda, un acontecimiento singular para la ciudad de La Paz, pues si bien cada año se hacen obras públicas y sobre todo escuelas y canchas de fútbol, el nacimiento de dos museos y muchos más como los de estas características, se produce, si acaso, cada década y si a éstos se los cuida, enriquece y amplía, servirán a varias generaciones de paceños y de visitantes; a los más jóvenes introduciéndoles al mundo maravilloso de las letras y, a los mayores insuflándoles un sentimiento de orgullo y estima por lo que nos dejaron los escritores y poetas a quienes honramos hoy. Muchos de ellos –y yo tuve la oportunidad de conocerlos–, murieron en el abandono y la pobreza y por supuesto, apenas ganaron algunos centavos con sus libros. Pero ellos tuvieron la pasión de imaginar otra Bolivia posible, otra Bolivia mejor, y aunque hubiesen sido adversarios entre sí, los unió su amor a la literatura y al país. Era justo que la ciudad finalmente se acordara de esta heroica minoría del espíritu, empeñada en crear una comunidad más tolerante, democrática y participativa.

Alguien me preguntó: cuánto tiempo me había tomado hacer este museo. Yo le respondí que alrededor de seis intensos meses, pero la verdad, es que ha tomado 35 años, pues desde que escribí en 1977, una semblanza biográfica de Tamayo, pensé que era tiempo de que La Paz hiciera un homenaje permanente al más ilustre de sus hijos. Como en casi todas las cosas, nos hallamos en este campo muy atrasados respecto al mundo en general y a nuestros vecinos en particular. Acabo de visitar la Casa de la Literatura Peruana, construida por el Presidente Alan García, con la colaboración de Mario Vargas Llosa, en la antigua estación de ferrocarril al Callao, detrás del Palacio de Pizarro; por supuesto es un edificio deslumbrante, pero ya Lima tenía otros museos como el de Ricardo Palma. En Buenos Aires varios, entre ellos el de Jorge Luis Borges y, en Chile tres museos dedicados exclusivamente a Pablo Neruda.

Desde hace tres décadas hice gestiones ante alcaldes, prefectos, directores de cultura, y no solo encontré indiferencia, sino que también fui objeto de desaires. Don Mario Mercado Vaca Guzmán que creó la galería EMUSA, las fundaciones de Inti Raymi en Oruro y de “Última Hora” en La Paz, que como alcalde construyó los museos Costumbrista, del Litoral Boliviano y del Oro en la calle Jaén, y restauró el de “Pedro Domingo Murillo”, que apoyó la gira triunfal que hicieron los arcángeles de Calamarca por Europa y Estados Unidos y que recuperó a través de “Última Hora” el parque Bolivia, frente al hotel Radisson, que ya había sido tomada por los salubristas para construir edificios multifamiliares, quedó sin embargo, apesadumbrado de no haber podido, en su gestión municipal, hacer un museo dedicado a los escritores paceños. Yo le mencioné esto a Luis y él, de inmediato tomó la idea y me encargó que hablara con el alcalde Revilla, éste la acogió con beneplácito y por eso empiezo estas palabras, agradeciendo a ambos y, también a José, Ricardo y Viviana Mercado Rocabado, que han dedicado estos repositorios a la memoria de su padre.

El edificio que nos cobija fue diseñado con carácter ad honorem por el gran arquitecto Juan Carlos Calderón, y construido con apoyo internacional por Peter Mc Farren, a quien acompañé durante dos décadas como miembro ad honorem de la Fundación “Quipus”, que construyó este edificio para los niños. Concluido el comodato con la Alcaldía se devolvió el terreno de 30.000 metros, enriquecido con esta bella construcción en la colina con la vista más bella de La Paz. De otra manera, esta colina se hubiese convertido en un barrio de techos de calamina.

Me atrevo a decir que hasta este momento, la gran mayoría de los bolivianos sabe de Tamayo, porque ha visto su rostro en el billete de corte de 200. ¿Qué maestro, catedrático de Universidad o político, para no hablar de los estudiantes, podría recordar una sola frase de su obra poética o de sus textos parlamentarios y periodísticos? Igual cosa sucede con los demás escritores, cuyos rostros y obras principales aparecen aquí. De ahí la importancia de un repositorio como éste que, como opinaba Vargas Llosa, vale más que diez escuelas, por la cantidad de conocimientos y el deleite espiritual que puede brindar al visitante de cualquier edad o condición.

La galería y el museo están acompañados de homenajes a José García Mesa, el pintor que retrató El Prado de La Paz en 1900, a Julio Cordero, el fotógrafo cuyo lente capturó La Paz durante la primera mitad del siglo XX, al viajero francés D’Orbigny, al dibujante italiano Luis Amoretti, al pintor Arturo Borda, y a varios otros.

En realidad el homenaje a los literatos paceños se ha extendido a los del resto del país, pues muchos de ellos residieron aquí y contribuyeron al progreso espiritual de La Paz.

Al concluir mis palabras, quisiera hacer un llamado a los familiares de escritores, para que donen efectos personales, fotografías o manuscritos y, al público en general, para que traiga libros de buena calidad, sobre todo para niños y jóvenes, pues la modalidad de lectura de la sala “Mario Mercado” es la de que el usuario tome el libro que quiera libremente y lo devuelva al final de su lectura, sin mayores trámites. Qué bueno sería conseguir un ejemplar de la novela indigenista “Manuelito Catacora”, escrita por Alberto Cornejo, en 1900, quien se adelantó a Arguedas en 11 años, con su “Raza de Bronce”, para exhibirlo en una vitrina. Quisiera también incentivar a las Academias de la Lengua y de la Historia, a la carrera de Literatura de la UMSA y a las instituciones paceñas en general, para que de ellas surja un grupo de voluntarios que atiendan al público y en su caso, den charlas o promuevan mesas redondas sobre determinados escritores.

Como se demuestra aquí, Bolivia no nació ayer, pues todo lo que tenemos, lo bueno y lo malo, lo heredamos de nuestros mayores, muchos de ellos caídos defendiendo la heredad nacional como Alberto Villegas, el novelista paceño que murió en el Chaco donde cayeron 50 mil jóvenes bolivianos. Por eso no sólo es tonta sino suicida la pretensión de condenar el pasado en bloque sin ver sus luces y sus sombras, pues no somos hijos del desierto donde lo único que nos guarezca sea una carpa.

En cuanto a mí, quiero reiterar mi agradecimiento a la familia Mercado y decir a todos ustedes que a esta edad, en que la vanidad ya no tiene sentido, no puedo ocultar mi orgullo por haber contribuido a esta obra y confesar mi anhelo, si se me dan las oportunidades de construir otros museos en el resto del país, sobre diversos personajes y acontecimientos cubiertos hasta hoy por el manto de la ignorancia o el menosprecio.

Muchas gracias.

Fuente: LA PATRIA
Para tus amigos: