Sábado 16 de junio de 2012

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La admiración por la naturaleza nos lleva a lugares recónditos que son los que esconden sus maravillas y misterios, no siempre accesibles a la curiosidad humana.
En días pasados se registró un hecho nada frecuente. La visita de una bella dama e insigne artista, y de su familia, al Parque Nacional Torotoro - uno de los sitios del país que, cada vez más, está atrayendo a nacionales y extranjeros por su incomparable y enigmática geografía - que es hasta ahora y será por mucho tiempo, el acontecimiento memorable más importante para esta área protegida.
Se trata de doña Ana María Vera, la eximia pianista boliviana-estadounidense de tan merecida fama en el ámbito musical a nivel internacional. Una personalidad exquisita de fina calidad espiritual y humana y de una sencillez admirable que inmediatamente irradia un sereno encanto.
El Hostal Palacio Asteria tuvo el privilegio de hospedarlos, cuyos ambientes y su patio morisco les causó sorpresa y admiración.
Breve la visita, pero apreciaron las huellas paleontológicas, un día entero transcurrió entre el conglomerado pétreo de Itas y la caverna de Humajalanta y en la mañana del retorno el mágico cañón del río Torotoro. Cuando estuvimos en la Catedral Gótica de Itas, así bautizada por la Sociedad Boliviana de Espeleología en su tercer Congreso realizado en Torotoro en 2010, Ana María recibió una impresión tan conmovedora que le inspiró pedirnos guardar un silencio de meditación espiritual que lo cumplimos con arrobamiento; y, a la vez, nos ha inspirado trasmitirlo a la oficina de Turismo y Guías del parque, a fin de que se perpetúe como una tradición la costumbre iniciada de guardar silencio en esa cavidad de perfiles góticos. No puede ser más grandioso el legado que nos deja Ana María de su visita anónima al precioso parque.