Sábado 16 de junio de 2012
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Este asunto del ordenamiento de la ciudad tiene mucho que ver con la acción de los vecinos por una parte, pero principalmente de los técnicos de urbanismo del municipio local que deberían obligarse a una rutina especial para delinear paulatinamente la ciudad limpia que todos deseamos y que ahora está llena de puestos de venta de los más insólitos productos.
Cuando el caos dominante obliga a comparaciones por ejemplo con un mercado persa, seguramente se atribuye el desorden reinante a los negocios de los mercaderes que vendían desde baratijas, pasando por alimentos y hasta una variedad de metales y joyas, como parte de una oferta abierta a cualquier requerimiento. Y en cierto modo ese tipo de comercio se observa en nuestra ciudad, con una concentración de comerciantes que venden de todo en las aceras y las calzadas, anulando los sitios que por ley corresponden a los transeúntes para que tengan principalmente seguridad y comodidad.
Hay muchas cuadras aledañas a los mercados Campero y Bolívar que están ocupadas en su totalidad por puestos de venta de abarrotes, pollos crudos y cocidos, embutidos, verduras, regalos, frutas, electrodomésticos, material escolar, comidas variadas, ropa para adultos y niños, zapatos y tortas, flores y coca, exquisitos sándwich y apetecidos refrescos, así en total desorden, al que se incluyen baratijas y artesanías, como celulares de última generación.
Fuente: LA PATRIA
